«…no hay otra posibilidad que seguir luchando por la sobre vivencia y fortalecer las organizaciones populares…»
Por: Reynaldo Belloso Donovan
Recuerdo ese martes aciago, que pudo ser otro de la semana o de un año cualquiera porque todo está organizado en base al terror y nada es coincidencia.
Ya tenía una sarta de amenazas, las cuales me hicieron asegurar a mi esposa y a mis hijos a quienes los paramilitares amenazaban de asesinarlos junto a mi.
Con ellos protegidos y por fuera de parcela, seguí trabajando en los parcelamientos junto al resto de familias y los otros dirigentes, para defender las tierras adquiridas en cientos de luchas campesinas en años de sol, sudor, sangre y sacrificio. Durante años varios dirigentes habíamos sido amenazados, perseguidos o asesinados, pero nos resistíamos a salir porque aquí hemos hecho la vida, ésta nuestra manera de sobrevivir y está nuestra dignidad de pueblo organizado y nuestra capacidad de resistir no como individuos sino como fuerza organizada.
Esperar un ataque se volvió una preocupación diaria lo que nos obligó a establecer vigilancia a través de pobladores que viven al rededor del parcelamiento y que se solidarizan con nosotros.
Desde el lunes en la mañana una patrulla de soldados del gobierno se acampó cerca del parcelamiento, un capitán con unos 10 soldados, nos solicitó de manera amable los nombres, la cédula de identidad y los datos de la familia en lo que llamó un censo de protección.
Esos datos solicitados nos produjeron escalofrío, porque era evidente la connivencia de militares y paramilitares, asunto denunciado muchas veces a los oídos sordos de “las autoridades” que solo era decirles lo que conocíamos para que ellos mismos mejoraran su que hacer contra nosotros.
Cuando los militares se fueron, nos reunimos los tres dirigentes por ausencia de los otros dos compañeros.
En las miradas se reflejaba en temor y la coincidencia de lo que estábamos pensando, la confusión la angustia era porque, lo entendimos como un avance de una masacre donde nosotros los dirigentes seríamos las primeras víctimas.
Lo que se siente en esas circunstancias solo se entiende cuando se vive; es miedo, desilusión rabia, impotencia y un confuso sentimiento de dolor y amor profundo por la familia por los compañeros de trabajo y sobre todo por los niños que aun sin comprenderlo son las mayores víctimas así junto a las mujeres y ancianos.
No podíamos irnos porque no teníamos para donde, pero tampoco podemos dejar solo el parcelamientos que es nuestro único patrimonio.
Así que decidimos esperar.
Fue una situación demasiado tensa, ya habíamos vivido otras y aunque a eso nadie se acostumbra, si curte, da fortaleza y madura las decisiones.
Todos previmos para donde correr si llegaban los paramilitares y como preparar a los que no podían escapar si fuera necesario, ancianos, madres y niños.
Ninguno de nosotros tenemos antecedentes judiciales, ninguno estamos haciendo nada ilegal, solo el delito de defender el derecho a tener un pedazo de tierra para el sustento de la familia y porque nos pertenece, en esta tierra incomodamos a un avaro terrateniente.
Con la llegada de la noche aumentaba el peligro, por eso decidimos que dos adultos se quedaran en vela hasta que se cansaran y llamarían a otros dos.
Mi madre de 77 años la esposa de mi hermano con un niño de brazos y su hija mayor de 14, se quedarían en caso de asalto igual que las otras 5 familias de mis compañeros, yo me escondería en un matorral si pudiera escaparme, distante unos 100 metros de las viviendas, este era el plan por ser quien mas corría peligro de que me asesinaran porque me acusaban de ser el principal dirigente veredal.
A las 9 de la noche los perros se agitaron y ladraban al rededor del parcelamiento, la noche era completamente oscura y un amago de lluvia lo hacia todo mas azaroso.
Un disparo al parecer, era la señal de los paramilitares porque unos 10 minutos después, las siluetas se acercaron a nuestras viviendas y avanzaban rodeándolas .
Un frío helado me estremeció y pensé lo peor, una mata de plátano frondosa fue mi primer escondite, a unos 15 metros de mi vivienda en dirección al matorral que sería mi mas segundo escondite.
Cuando los asesinos estaban a 10 metros de las casas gritaron: !!!Alto nadie se mueva el que corra se muere!!!
Luego hicieron encender la luz que era un bombillo por vivienda de una vieja y destartalada planta eléctrica.
Desde mi observaba sus pasamontañas, sus uniformes militares, sus armas de guerra y sus guantes negros.
Cuando mis compañeros se identificaron ante el requerimiento, el que aparecía como jefe dijo indignado; requisen todas las casa porque no está el hijueputa que venimos a buscar. Los 15 o 20 paramilitares con sus armas listas para disparar se dividieron en dos grupos, uno para vigilar a las familias a quienes hicieron encerrar en una de las viviendas y los otros requisaban las viviendas. La infructuosa búsqueda evidencio que yo no me encontraba allí y a ello prosiguió un montón de improperios y ultrajes contra todos, sobre todo a mi madre y demás familia culpándolos de mi escapada.
El llanto de los niños y las mujeres producía espante y mucho dolor.
No quise retirarme porque desde donde estaba lo veía todo y decidí arriesgarme.
A mi hermano lo amarraron de manos atrás igual que a 8 adultos varones y a las mujeres las encerraron en una sola pieza, en otra encerraron a mi madre con los niños y luego apagaron la planta.
La desgracia no podía ser mayor, asesinaron a mis dos compañeros dirigentes, a mi hermano y violaron a 3 niñas de 11, 13, 14, años incluida la hija de mi hermano.
Cuando los vivos llorábamos sobre los muertos y buscábamos consolar a las mujeres y a los niños, una hora después de amanecer y con mas de 30 vecinos que nos daban socorro, llegó el ejército dizque a darnos auxilio.
Que cobardes, que sínicos, que crueles son.
A medio día llegí la fiscalía y siguió toda la payasada de las lo que llaman autoridades.
Ahora yo vivo desplazado con mi esposa, mis dos hijos los tres de mi hermano y mi anciana madre.
Aquí he logrado sobrevivir en medio de la miseria y mil peripecias. Soy de los tantos desplazados que no aparecen en las cuentas oficiales como muchos otros.
Mi país, mi pobre país es una locura.
La nuestra es una sociedad despedazada y desplazada por los que se llaman clase dirigente que usan a sus fuerzas armadas como perros de presa y su ilegal brazo de los paramilitares que intercambian armamento y usan los mismos uniformes.
Ha llegado a tal grado de descontrol esta guerra, que mientras los criminales intelectuales conducen el país, desde sus cómodas oficinas, los criminales de uniforme reciben el nombre de Héroes de la patria y los pobres que dedicamos la vida al trabajo somos las víctimas.
En este sombrío panorama, no hay otra posibilidad que seguir luchando por la sobre vivencia y fortalecer las organizaciones populares para denunciar esta ignominia y luchar unidos reconociéndonos los pobre como hermanos para alcanzar un futuro de justicia para todos como lo quería Jorge Eliécer Gaitán y Camilo Torres.