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Duque, en un solo año, él solito.

PorVíctor de Currea Lugo

Sep 27, 2019

Presentación del informe “El aprendiz del embrujo”

victordecurrealugo.com

El informe que nos reúne hoy, es una preocupación colectiva sobre el futuro inmediato del país y en sus páginas verán suficientes razones para alarmarse. El problema central es mantener la esperanza.

Al señor Duque, pocos meses antes de ser elegido presidente, lo conocía muy poca gente, pero fue el que dijo Uribe y eso fue suficiente. Esto nos dice que el problema no es solo el gobierno actual sino el país, con una sociedad que vota contra la paz, que no vota contra la corrupción y que es capaz de elegir a Duque. Ya sé que no es toda la sociedad, pero ellos ganaron y nosotros perdimos.

Desde el comienzo la Ministra de Trabajo lo dijo claramente: el presidente es Duque, pero el jefe natural es Álvaro Uribe Vélez y así lo han recordado varios funcionarios en escenarios públicos, confundiendo a Duque con Uribe, desde la vicepresidenta en adelante. Por eso se reunió con el rey de España y le llevó saludos del “presidente Uribe y que lo quiere mucho”.

La memoria es un campo de disputa. Por eso se llega a afirmar, sin pudor alguno, que no hubo desaparecidos en el Palacio de Justicia. El Centro pasó de ser un espacio académico para convertirse en un escenario politizado. Para el Centro Nacional de Memoria Histórica, Duque puso gente de su perfil: es decir, sin títulos adecuados. Recordemos que cual Peñalosa, Duque se otorgó un doctorado por ir a un curso de pocos días en Harvard.

Para las instancias internacionales, decidió acompañarse de monseñor Ordoñez como embajador en la OEA quien había sostenido que la OEA era, más o menos, un nido de comunistas, de Pacho Santos como embajador en Estados Unidos, quien dijo que el ELN era un grupo paramilitar venezolano, y hasta de uno que no sabía inglés como candidato a la embajada de Suecia.

Cuando las protestas de los indígenas, les propuso una reunión en Cauca y a poca distancia del sitio de la cita, decidió dar el paso atrás. Cuando las protestas estudiantiles, fiel a sus prioridades recibió a Maluma antes que a los estudiantes. Y de manera coherente, rechazó las vías de hecho de estudiantes e indígenas en Colombia, pero apoyó las vías de hecho en Venezuela.

En política exterior, volvimos (aunque en rigor, nunca dejamos de hacerlo) a mirar solo al norte: hacer pataleta por el reconocimiento in extremis que hizo Santos del Estado de Palestina, a dar la razón al señor Guaidó (al que llama Titán) como presidente de Venezuela, el mismo que posa con paramilitares armados en la frontera. Incluso llegó a reescribir la historia y poner a los líderes de la revolución de los Estados Unidos como mentores de las independencias de América Latina. Aunque, en honor a la verdad, fiel a su rechazo al comunismo ateo y homosexual, fue a ponerle flores a los guerrilleros maoístas en una visita oficial a China.

En materia de paz, la política es clara y se muestra hasta al cambiar el nombre del cargo del Comisionado de Paz, agregando la palabra “legalidad” cuya traducción real es: hacer la paz con el código penal en la mano. En la misma línea, le hace zancadillas a la JEP, disminuye los ya menguados recursos económicos a la implementación de los Acuerdos, bloquea el reconocimiento de las 16 curules para los territorios afectados por la guerra, mira para otro lado ante el asesinato de líderes sociales y de excombatientes, mientras su flamante ministro de Defensa deja claro que el problema de seguridad, es que se roban la ropa extendida en Vichada.

Duque desafía y viola los compromisos del Estado colombiano, con los países que le acompañaron en la negociación con el ELN al incumplir los protocolos acordados, en caso de una ruptura de la negociación, dejando claro que su gobierno es faltón. El excusarse en que su Gobierno no firmó dichos protocolos, es cuanto menos ridículo. A Cuba busca hacerle una encerrona para presentar como soporte al terrorismo lo que fue un apoyo a la paz.

La guerra contra el terror como lógica, le lleva a ascender a militares comprometidos en falsos positivos, a no actuar frente al avance innegable del paramilitarismo (hoy presente en más de 400 municipios) y a que sus comandantes militares llamen a “flexibilizar” el DIH para que la distinción entre civiles y combatientes tienda a diluirse, como en las mejore épocas de los hermanos Castaño. O el caso del general Villegas que dijo: “El Ejército (…) de los derechos humanos se acabó. Acá lo que toca es dar bajas. Y si nos toca aliarnos con los Pelusos nos vamos a aliar, ya hablamos con ellos, para darle al ELN. Si toca sicariar, sicariamos, y si el problema es de plata, pues plata hay para eso.” En la lucha contra las drogas su esquema es también punitivo: creer que el glifosato es una solución, presentar a los campesinos como narcotraficantes y a los consumidores como delincuentes.

En cuanto a la economía, su patrón es el mismo que el de los anteriores gobiernos, por lo menos desde 1990: neoliberalismo, pero cada vez más descarado, con un nombre rimbombante: la economía de los siete enanitos. Su bandera, la economía naranja, se reduce a exprimir, cual naranja, a la sociedad, todo lo que se pueda. Por eso, trató de ponerle IVA a la canasta familiar.

Y como seguimos siendo un país de materias primas, Duque insiste en el fracking como forma de aumentar la producción petrolera, a pesar del daño ambiental que representa, al mismo tiempo que propone en la ONU una alianza contra el cambio climático (!).

La gran lucha contra la corrupción, que tuvo el respaldo de millones de personas en las urnas, se redujo a una cosa anecdótica, pues no cumplió con su compromiso de tener en cuenta las propuestas del caso. Sus canas pintadas son tan falsas como la disminución de los cultivos ilegales, su defensa de la paz frente a potenciales donantes, su respeto a la legalidad internacional, o la ayuda humanitaria que anuncia pero que no da a los venezolanos.

Hoy amanecimos con otro intento del Centro Democrático de construir el llamado “Estado de opinión” al proponer que las sentencias de la Corte Constitucional puedan ser revisadas mediante referendos. Como en la novela 1984, Duque crea un “Nuevo Lenguaje” en el que guerra es paz, conflicto es post-conflicto, los civiles son combatientes, la paz es DDR, lo humanitario es intervencionismo, y el futuro es el pasado.

La gestión de este año, de gobierno acéfalo, o más bien en cabeza ajena, se puede bien resumir en lo que le dijo Emilio Butragueño en Madrid, cuando Duque le preguntó por cuántas cabecitas hacía, él le contestó: “Yo la cabeza la utilizaba para pensar, no para golpear”. Duque lleva solo un año, de aprendizaje, tituló la revista Semana y, él solito, como diría Uribe, en solo un año, ya se cagó en el país.

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