Por: Víctor Gaviria*
Hoy, a un mes de haber iniciado el más grande Paro Nacional que ha vivido nuestro país en la historia reciente y cuando tal vez no se ha concretado ninguno de los trece puntos, ni de los cientos que aparecieron después de los debates y la democratización de la mesa de diálogos, la movilización que inició el 21 de noviembre de 2019 es la más grande victoria del pueblo colombiano en este siglo XXI, luego de la firma del Acuerdo de Paz con las FARC.
En Colombia estamos viviendo un cambio político y cultural del cual ni la represión estatal (y paraestatal), ni el asesinato de líderes y lideresas, ni la derecha soberbia, ni los viejos vicios de algunos sectores de la izquierda anquilosada, ni la poco competente dirección sindical, ni los antiguos «referentes» éticos y morales que se nombraban «profesores» y que hoy han mostrado su verdadera cara frente al pueblo y sus reivindicaciones, podrán parar.
No les ha servido a la clase dirigente, ni la operación psicológica que instalaron la noche del 21 en Cali y del 22 en Bogotá para asustar a los vecinos de clase media, residentes de los conjuntos residenciales, ni las operaciones de miedo de la veintena de allanamientos previos al 21, tampoco la represión de esa bandola que se ha enquistado en la policía nacional bajo el nombre de ESMAD que no ha perdido esfuerzos en golpear, reprimir, sacar ojos y asesinar a los hombres y mujeres que no han abandonado las calles de la protesta, tampoco los intentos de desaparición en carros sin insignias oficiales, las torturas e infinidad de golpes asestados a los cuerpos de hombres y mujeres, en retenciones ilegales.
No les ha sido efectivas las extensas campañas mediáticas que, con nuestros recursos públicos, no han ahorrado en Caracol, RCN y sus canales y emisoras aliadas, para legitimar las acciones de la fuerza publica (¿pública?) y de las iniciativas gubernamentales, tampoco las acciones para suprimir periodistas críticos o campañas de desprestigio contra artistas valientes que han alzado su voz de apoyo y de conciencia con el Paro Nacional. Ni si quiera el uso de la pauta oficial para censurar noticieros, que, como el UNO, supo hacer de la solidaridad colectiva su renacimiento y no desaparecer, como si le paso a la revista Cambio, por hablar de lo que “no se debía” en los tiempos de las primeras presidencias de Uribe Vélez[1].
Nada de los millones de recursos públicos y privados les ha servido al presidente y su jefe directo, que los ha llevado a tener las cifras de popularidad mas baja de la historia de un mandatario en su primer año de gobierno en nuestro país.
Están equivocados si siguen creyendo que, gobernando de esa manera, a espaldas de las grandes mayorías y solo en función de sus patrocinadores, van a lograr salir a algún lado que no sea el fin del uribismo y de la vieja política.
El paro nacional ya ganó, esto no se mide por dos o tres reivindicaciones ganadas a una clase dirigente corrupta, pensar esto es no entender lo que está pasando. Hay nuevas generaciones criadas en los tiempos de construcción de la paz, pero también viejas generaciones con sus sueños construidos con años y años de lucha que hoy ven una puerta abierta para dar un paso adelante y consolidar lo soñado.
Y, a pesar de que esto lo estemos viendo prioritariamente en las ciudades y sea necesario sumarlo a las reivindicaciones y formas de luchas de los sectores rurales, es un nuevo amanecer del cual le será casi imposible a esta vieja clase política y económica echar para atrás. Solo asomarse a las redes y a los barrios y se encuentran talleres de cuidado y autoprotección, jóvenes formados como defensores de derechos humanos en las calles empíricamente en los últimos días, otros tantos poniéndose valientemente en la Primera Línea, para defender las protestas de los violentos que nos quieren acallar con las armas oficiales y bajo el nombre de ESMAD, tenemos artistas de los más diversos géneros rompiendo la dictadura de sus productores y financistas organizando los más bonitos conciertos en defensa de la protesta social, también vemos niños y niñas que emulan las marchas para pedir espacios para su recreación, la gente se reúne alrededor de canelazos y ahora de la natilla y los buñuelos en los barrios y no da temor hablar del paro y por qué salir a protestar, cuando vimos a cientos de vecinos y vecinas que antes no conocíamos caceroliando en las calles de los barrios que antes no habían vivido una marcha y a la tía uribista, ya le da un poco más de pena salir a defender a una de las mayores tragedias que le ha pasado al pueblo colombiano.
No se puede pensar que por la reducción de gente en las marchas la movilización ha finalizado, hay que recordar que casi la mitad de los colombianos y colombianas que trabajan lo hacen desde la informalidad y que un día sin trabajar es posiblemente un día sin comer, y los que tienen algún tipo de relación laboral más amable con sus empleadores, no están sindicalizados (solo el 4,6% de los empleados están sindicalizados), lo que hace casi imposible parar, y más, imposible salir a marchar un día laboral. Y bueno, la lucha contra el mercado y la propaganda festiva de la navidad difícilmente se puede superar.
La semilla está puesta, la gente ha despertado y tal vez no es ni siquiera el 21 de noviembre, sino la suma de muchas cosas las que nos ha mostrado que Colombia hoy es diferente: las ingentes movilizaciones en defensa del Acuerdo de paz, los casi doce millones de votos de personas contra la clase corrupta, los mas de ocho millones por un candidato de izquierda, los otros tantos en las elecciones territoriales por candidatos y candidatos de movimientos de izquierda y alternativos que cuestionan la clase política tradicional y ahora el paro nacional que ya con un mes de desarrollo pasará a la historia reciente como un acontecimiento fundamental en la construcción de un futuro diferente para todas y todos.
Lo que queda es seguir construyendo, hasta ahora todas estas lecciones de la historia nos han enseñado lo fundamental y es que no estamos solos, nos hemos dado cuenta que la nuestra no es una democracia real, nos hemos atrevido a cuestionar a una fuerza pública que ha demostrado con creces que sus armas las vienen utilizando contra el pueblo colombiano.
No hay nada escrito en un país como Colombia en el cual ni siquiera una reforma agraria real, que es del ABC de la historia común de un país democrático ha sucedido. Pero ahora hay que escribirlo, hay que seguir formándonos, reuniéndonos, conversando, dialogando, caceroliando, cantando. Hay que seguir porque Paro es lo que queda.
Todavía hay muchísimo que hacer, esto hasta ahora está comenzando. Hay que seguir, hay que marchar, por una Colombia diferente, por los sueños de Dylan el joven, al que marchando por un futuro mejor, un oficial de policía asesinó en el centro de Bogotá, pero también por el otro Dylan, el bebé, el hijo de Dimar, al que un soldado de la fuerza pública, le arrebató a su padre antes de haber nacido, por creer en la paz posible en la Colombia profunda a la que esta decrépita clase política se obstina en olvidar.
*Facebook: @VictorGaviriaAnalistaPolitico
[1] Indignación por cierre de la Revista cambio. https://www.bbc.com/mundo/america_latina/2010/02/100209_2210_colombia_revista_gz
De acuerdo
Enviado
Apreciado Víctor: de acuerdo con su escrito sobre el Paro. Solo añadiría que el cambio cultural que se expresa es fruto de un acumulado histórico de la práctica de millones de colombianos victimas de la violencia en todas sus formas – simplificando- y que hoy se refleja cuando los más jóvenes entonan la música y las consignas que padres y abuelos corearon hace décadas como la del PUEBLO UNIDO JAMÁS SERÁ VENCIDO..