Por: Víctor Gaviria.
Twitter: @vgaviriadiaz
Las revelaciones de los periodistas Gonzalo Guillen, Julián Martínez y otros valientes que publican en “La Nueva Prensa” hablan de la compra de votos para la campaña de Iván Duque auspiciada por Claudia (“Caya”)Daza, integrante de la Unidad Técnica Legislativa de Álvaro Uribe Velez en contubernio con el asesinado Jose Guillermo Hernández Aponte, tristemente conocido en el mundo político y las altas esferas del Cesar, como el “ñeñe Hernández”, socio y lavador del dinero del sicario y narcotraficante “Marquitos Figueroa”.
En otro momento y tal vez en otro país, esto hubiera puesto contra las cuerdas a cualquier presidente medianamente decente (el nuestro no es ni lo uno ni lo otro) pero por el destino divino se le “apareció la virgen” a modo de pandemia global que generó una estrategia de shock, al modo de la doctrina del mismo nombre, como la bautizó la periodista y escritora Canadiense Naomi Klein, que reseteó la memoria corta de sus connacionales y ya poco recordamos quien era el famoso ñeñe, pero Guillen, Martínez y sus investigadores no han olvidado que su vida corre peligro en este país de ciegos, donde el que ve, corre grandes riesgos.
De lo que estamos hablando en tiempos del Covid-19, ya no solo es de un partido de gobierno creado por los herederos del Cartel de Medellín, primo del capo, hijo de los testaferros, sobrino del para, entre otros (y otras), sino de un presidente que convivió, fue gran amigo y tuvo buena parte de sus votos de la gente de uno de los verdugos principales de las poblaciones de la costa nororiental colombiana. Esto ya lo sabía la Fiscalía, pues la investigación de la Nueva Prensa ha sido respaldada por grabaciones de interceptaciones de llamadas de los mismos entes de investigación y gracias al papel de guardián de la impunidad de la Fiscalía, no se había dicho ni sabido nada si no fuera por los valientes periodistas. ¡Nos gobiernan delincuentes! Pero el tema de ayer en medio, fueron las ojeras del pobre presidente cansado de “tanto trabajar”.
En tiempos del Covid-19, la memoria del país entre en una especie de stand-by en el pueblo colombiano, pues el miedo, el temor en la crisis sanitaria, hace que estemos mas preocupados por el papel higiénico que por la solidaridad y la existencia de un Estado nación alternativo.
El presidente Duque, en tiempos del Covid-19, privilegió los intereses políticos y su ideología retardataria, cuando entre las primeras medidas de emergencia bloqueó todas las fronteras con Venezuela y permitió la continuidad de la apertura normal de las fronteras con el resto de vecinos. Los resultados: someter a la población fronteriza colombo venezolana a la más difícil agonía en los pasos ilegales, impidiendo el control de Estado y por lo tanto sanitario, y garantizando una crisis sanitaria en los departamentos de Putumayo y Nariño, fronterizos con los Estados neoliberales de Ecuador, Perú y Brasil, que han sido incapaces de garantizarles condiciones dignas a sus pobladores en donde han sido tristemente difundidas las imágenes de familias con sus muertos a cuestas en Ecuador o estos tirados en andenes, militares con permiso para matar en Perú y la mas grave situación de contagios en Brasil.
La política en tiempos del Covid-19 ha demostrado que este gobierno no tiene norte y si no fuera por la presión de los territorios, de las medidas de los gobiernos alternativos que adelantaron la cuarentena (sea simulacro o como le llamen), de los llamados públicos de algunos dirigentes políticos, no se hubiera adelantado el confinamiento obligatorio que hace que hoy tengamos algo de ventaja en esta etapa de la pandemia, para que la siguiente, cuando tengamos los casos mas complejos no colapse (tanto) el sistema de salud, ni tengamos que recoger a nuestros muertos en las calles.
La política en tiempos de pandemia también ha evidenciado que los grandes partidos y movimientos políticos, mas allá de maquinarias para dar y administrar avales, no representan a su gente, no dicen nada, no proponen nada. Y sus flamantes congresistas, desde sus cómodas casas, están más ocupados en el clásico santanderismo de buscar en las normas la interpretación de la vida, en los puntos y las comas de la Ley 5 (de funcionamiento del congreso) y volcados a resolver las “grandes dudas técnicas” de las plataformas como zoom y no a cumplir con su deber constitucional de legislador y garante del control político, de un gobierno dedicado a usar su estado de excepción para emitir medidas para garantizarle la estabilidad y ganancia con dineros públicos a sus grandes jefes y financiadores, los bancos. Con el triste destino de tener como administrador del dinero de la crisis al tristemente famoso señor de los bonos de agua, garante de la quiebra de buena parte de los municipios colombianos.
En tiempos de crisis, el obtuso presidente del país del norte (principal «aliado del nuestro»), prepara todas las condiciones para invadir la vecina República Bolivariana de Venezuela (si, en medio de la crisis global), como forma de distraer la atención y no terminar de perder su campaña a la presidencia, gracias al estado de crisis nacional, a la que ha llevado a su país donde ya son miles de muertos los que ha dejado la pandémica, su ceguera y negacionismo.
Finalmente, el país en tiempo de pandemia, sus dirigentes, su limitado presidente, ha querido ocultar la pobreza extrema de las grandes mayorías (el del 20 por ciento de pobreza y 60% sobreviviendo con la informalidad y con cifras de desempleo -oficiales- ya superaba el 12% sin pandemia) que no pueden sobrevivir si no trabajan en el día a día, con “actividades caritativas”, con agencias de donaciones en cabeza de la primera dama, cuando son billonarias las exenciones de impuestos a los grandes ricos de este país (el costo fiscal de las exenciones es de $13,6 billones y, entre ellas, las que favorecen al sistema financiero superan los $4,1 billones), recursos que deberían estar destinados a atender la crisis con por ejemplo una renta básica universal. Mientras tanto, en los noticieros y grandes periódicos, se alaba que Luis Carlos Sarmiento anunció una donación de 80 mil millones de pesos (mucho dinero para cualquier mortal colombiano). Pero lo que no dicen esos 80 mil millones no son nada, comparadas con las ganancias generadas por el dinero consignado en sus bancos como parte de los recursos de apoyo para la situación generada por la crisis sanitaria, un juego mediático. Como se ha dicho desde hace un rato, los banqueros deben pagar impuestos como acto de retribución al pueblo del que viven, y no seguir detentando la infinidad de exenciones que los gobiernos lacayos le han regalado. Un mínimo de justicia tributaria.
Es hora que la política en tiempo de crisis de una vuelta y nos permita pensar en que este sistema político y económico hiede a muerte, se sostiene en la represión y el hambre de sus ciudadanos, vive a partir de la destrucción de la naturaleza, genera un imaginario de libertad y democracia, cuando son unos pocos los que viven y definen gracias al trabajo de las grandes mayorías que hoy sobreviven por el diario. Y que el Estado que tanto han querido acabar los amantes del neoliberalismo, es el único que hoy nos puede mantener vivos y no precisamente el libre mercado. Algo diferente, mas equitativo y solidario debe nacer de todo esto, ¡vamos a hacerlo!.