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¡Por la paz de Colombia, dejad las armas!
Carlos Pizarro fue uno de los principales artífices de la paz del M19 con el Estado Colombiano. Como máximo comandante de esta insurgencia y luego de seis años de haber manifestado su voluntad de paz con el gobierno de Belisario Betancourt, de haber atravesado tal vez los años más difíciles de la guerra de esta organización, llevó a la guerrilla, a firmar el Acuerdo de forma definitiva el 9 de marzo de 1990 en Santo Domingo – Cauca, luego de un año de negociaciones. Este acuerdo de paz fue una de las bases fundamentales de la Constitución de 1991.
Carlos fue hijo del almirante Juan Antonio Pizarro, miembro de la Armada Nacional, quien fuera comandante en jefe de las fuerzas militares y su madre fue la señora Margoth LeonGómez, hija del coronel LeonGómez, en su momento, edecán del presidente Alfonso Lopez Pumarejo (y bisnieta del “tribuno del pueblo” Jose Acevedo y Gómez). A pesar de esta herencia militar, Pizarro optó por la sangre libertaria del “Tribuno del Pueblo”, lo que lo llevó a militar en la Juventud Comunista, en su paso por la Universidad Javeriana, luego por las FARC y finalmente ingresar de la mano de Jaime Bateman Cayón, al Movimiento 19 de abril (M19); decisión tomada por dos de sus cuatro hermanos.
El M19 del que fue parte fundamental Pizarro, nació a la luz del robo de unas elecciones, las del padre Andres Pastrana, Misael Pastrana Borrero. Este gobierno conservador, lo fue gracias a un fraude en las elecciones a Rojas Pinilla y su ANAPO, el tercer partido que quería acabar el bipartidismo del Frente Nacional.
Al atardecer del 19 de abril, la ANAPO iba ganando y luego de la noche, un corte de luz y la censura de las emisoras que dejaron de transmitir los resultados, amaneció presidente el conservador Pastrana. (Paradójicamente su hijo se siente con autoridad para hablar de democracia en otros países).
Y aunque la vida de Carlos Pizarro no sea muy conocida públicamente, pues los dirigentes de siempre de este país se han encargado de borrar de la historia el nombre de los líderes del pueblo, (pues “la historia la escriben los vencedores”) su vida ha sido reivindicada no solo por los antiguos integrantes del M19, sino por su hija Maria José, quien a pesar de los muchos años de exilio que tuvo que vivir, ha sido una fiel militante de la memoria histórica y hoy es representante a la Cámara por Bogotá en la Lista de la Decencia. Él siempre será recordado por sus cercanos como un hombre amoroso y muy apasionado por todo lo que hacía.
Carlos Pizarro, estuvo preso durante tres años (1979-1982), también fue torturado, luego sale libre por la amnistía resultado de los acercamientos de paz del M19 con el gobierno de Belisario Betancourt. Viaja a Cuba, y a su regreso acompaña las gestiones de paz que adelantaba Antonio Navarro, proceso durante el cual fue emboscado por un grupo de policías y militares camino a Corinto en el Cauca, así como Iván Marino Ospina en cercanías al Cabildo de San Francisco, cuando se dirigían a reunirse con los delegados del gobierno. A pesar del atentando y aun herido, firma el Cese al fuego.
En estos años de comandancia, fundó el Frente de Guerra Occidental de esta insurgencia entre el Cauca y el Valle, fue líder de la primera gran defensa de posición territorial de una guerrilla, en la batalla de Yarumales durante el gobierno de Belisario Betancourt, cuando a pesar del Cese al Fuego, el ejercito intenta copar la sede de la comandancia de este grupo, resistencia que se extendió por 23 días en esta difícil zona del país y que logró hacer retroceder al Ejercito Nacional.
El Ejercito y en general las fuerzas de la derecha nacional que viven de la guerra, violaron el Cese y atentaron contra varios campamentos de las fuerzas guerrilleras que se habían comprometido a adelantar los diálogos de paz.
A pesar de estas difíciles circunstancias, la cárcel, las torturas, los incumplimientos del gobierno, la “guerra sucia” contra los dirigentes políticos y sociales del pueblo colombiano, el genocidio contra la Unión Patriótica y en general, los vientos de guerra en los que vivía (o vive) el país, Carlos Pizarro le apostó a la paz y esto le costó la vida.
Pizarro fue asesinado en un avión en vuelo un 26 de abril de 1990 cuando se dirigía de Bogotá a Barranquilla, a una actividad proselitista como candidato a la presidencia. Por este asesinato, más allá de la complicidad del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), del nombre del joven sicario y de la etérea condena a los hermanos Fidel y Carlos Castaño, la responsabilidad sobre el asesinato no ha sido develada. En esos años también fueron asesinados Luis Carlos Galán Sarmiento y Bernardo Jaramillo Ossa, candidatos a la presidencia de la república y un par de años antes, Jaime Pardo Leal de la Unión Patriótica, quien sacara para la época la mayor votación que la izquierda hubiera logrado a la presidencia de la República.
Como a buena parte de firmantes de la paz, de quienes manifiestan su voluntad de construir un país para para todas y todos sin mediación de las armas, Carlos Pizarro, fue asesinado. Así como Guadalupe Salcedo, como los hermanos Oscar William y Jairo Calvo en las calles Bogotanas, como Alfonso Cano y como a esta fecha más de 190 firmantes del Acuerdo de Paz de las FARC, este régimen insiste en asesinar a los voceros de la reconciliación nacional.
El aniversario de la muerte de Carlos Pizarro LeonGómez, le debe servir al país para recordar cuantos hombres y mujeres de paz ha dejado asesinar. Para recordar que quienes han llenado de sangre las calles y caminos de nuestro país, no han sido solamente los hombres armados, los violentos a los que solemos culpar de las tragedias de nuestro país; sino una dirigencia, que, con algunos apellidos y partidos diferentes, no ha dejado de detentar el poder y gobernar bajo una egida de temor y miedo que les ha permitido dirigir a Colombia ya en dos siglos de “vida republicana”.
Ellos viven de la guerra, gobiernan con la guerra y no van a permitir salir de ella si no hay una voluntad expresa de las grandes mayorías, las de las gentes del común, sus dirigentes, sus líderes, a quienes hay que proteger, como semilla de esa nueva Colombia soñada por ellos, los Pizarros, los Jaramillos Ossa, los Pardo Leal y tantos muchos hombres y mujeres más, para que más temprano que tarde podamos decir “Ofrecemos algo elemental, simple y sencillo: que la vida no sea asesinada en primavera”.