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Un ñangara venezolano sembrado en Nicaragua

PorGonzalo Armúa

May 29, 2020

Alí Gómez García fue un poeta, narrador y revolucionario. Guerrillero venezolano y nicaragüense, sandinista y ñángara. Su prosa irreverente, sus ideas urticantes y su alegría desaforada siguen hoy estremeciendo a sus enemigos.


NICARAGUA| En el cementerio de Managua, bajo la sombra de un eucalipto, Alí Gómez García yace con su sonrisa maliciosa e imbatible. Internacionalista, guerrillero, escritor, poeta, nacido en la Venezuela de Bolívar, acabó sembrado en las tierras de Sandino. En su lápida una frase sintetiza sus ideas y su lucha: “La patria es América”. 

“Me llamo Alí Gómez García, soy venezolano, nacido el 13 de noviembre de 1951, en el seno de una familia pequeñoburguesa, más arruinada que otra cosa. Luego de estudiar la primaria y el bachillerato me hice militante revolucionario, por la vía del cristianismo honesto”, se presentó este desfachatado héroe en una carta enviada a la Casa de las Américas en el año 1985, con motivo de postular su primera obra escrita al reconocido premio de aquella institución cubana.

Siguiendo los pasos de sus héroes Miranda, Bolívar, Sandino y Martí, el flaco y desgarbado Alicate (otro de sus apodos) se fue a tirar tiros más allá de las fronteras de su Venezuela natal bajo una premisa: “La lucha de todos las que vivimos del sur del río Bravo pa’ bajo, contra una invasión extranjera”. La revolución y la búsqueda de la definitiva independencia guiaron su vida. 

Su pluma irreverente escribió Francisco de Miranda: Peregrino de la Libertad y Falsas, maliciosas y escandalosas reflexiones de un ñángara. Este último contiene el testimonio de la vida en las montañas en el marco de la lucha armada en la Venezuela de los años ‘60 y ‘70 donde a los guerrilleros les decían ñangaras y el socialismo estaba aún a muchas décadas de ser el pan y la esperanza de cada día. 

A mediados de la década de 1960, Alí se unió al grupo de jóvenes que realizaban trabajos comunitarios junto al cura Francisco Wuytack, inspirados en la Teología de la Liberación. En ese camino conoció de primera mano la triste situación de su pueblo y fue radicalizando rápidamente sus ideas. En estos años todos estaban en esos “berenjenales” incluso hasta los curas. 

Finalmente, en 1968 se incorporó formalmente al Frente de Liberación Nacional – Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FLN-FALN) dirigido por el mítico guerrillero Douglas Bravo.

Pero recién en 1969, a sus 17 años, comenzó a actuar con las guerrillas rurales de las FALN en Yaracuy, en el marco del Frente Guerrillero José Leonardo Chirino. Allí rescató las experiencias que inmortalizó luego en su libro: “El guerrillero nunca camina así recto como una danta, sino que se va desviando a beber cafecito, a comer arepa con ñema, y a predicar sus cuestiones”.

Nicaragüita

En 1978 y a raíz de la insurrección de septiembre, Alí comenzó a realizar tareas de solidaridad y entrenamiento militar con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en Honduras y también en Costa Rica. Al cabo de un año ya no tuvo ninguna duda sobre cuál sería su próximo destino. Luego de distanciarse de su organización -a esas alturas ya dividida en dos facciones- en mayo de 1979 decidió entrar a territorio nicaragüense. 

En julio llegó la victoria insurgente del sandinismo y el venezolano asumió de lleno la nacionalidad nicaragüense y la lucha de este pueblo. “Las razones están inscritas dentro del concepto de la Patria Grande de Bolívar, Martí y Sandino”, aclaró en la carta a Casa de las Américas. Ya en esta etapa de su vida se hacía llamar “Nicanor”.

En esos años desempeñó diferentes funciones en el campo militar: formó parte de la Dirección General de Seguridad de Estado; fue director de varias escuelas militares y miembro de las Fuerzas Especiales del Ministerio del Interior de Nicaragua, las Tropas “Pablo Úbeda”. Esos años lo encontraron, según su propia expresión, “jodido pero contento”, viviendo en Managua junto a su compañera Raquel Cartaya y sus tres hijos, “venezolano el mayor, y nicas los dos últimos”.  

Además de su militancia abnegada, Alicate fue un estudioso de la vida y obra del libertador Simón Bolívar y de Francisco de Miranda. Personajes sobre los cuales escribió numerosos artículos. Con una narrativa fantasiosa y desfachatada, pero no exenta de sabiduría y conclusiones fulminantes.

Falsas, maliciosas y escandalosas reflexiones.

En la introducción a las “escandalosas reflexiones” el flaco dejó en claro el camino elegido para narrar su experiencia revolucionaria. Se trató del testimonio de “lo que se vivió, escuchó, entendió y soñó, relatado con un humor que no tiene nada que ver con la intención de divertirse o divertir”. Para Gómez García este humor es un recurso psicológico elemental de rebeldía por parte del oprimido.

“Así como los Generales José Martí, Sandino y Farabundo, que a pesar de ser ahorita mismo unos esqueletos, tienen al imperialismo con el culo en dos manos, inventando bombas de neutrones para acabar con los guerrilleros con todo y familia”, escribió.

A comienzos de 1985 se enteró de que su libro había ganado del premio de Casa de las Américas y en abril viajó a Cuba para las labores de revisión y corrección del texto. La editora responsable le señaló allí los múltiples errores de redacción y “ortográficos”. Parece que Gómez García se puso “arrecho” y casi se vuelve de la isla sin publicación ni nada.

Finalmente se publicó tal y como lo quería Alí. “Mira, coñoetumadre (Bolívar discute con Santander, en la versión de Alí) no me hagas decir groserías porque eso después va a estar saliendo en la Historia. Ya me tenés arrecho, Francisco Paula. Nadie te está obligando a que me ayudes en Venezuela (…). Además, no me estés llamando loco, ultraizquierdista, ni nada de esas güevonadas”.

En los textos de Alí Gómez García, el pasado histórico y la actualidad de la lucha se entreveran en una argamasa indiferenciada. Conclusiones extraídas de la lucha por la primera independencia pueden ser traídas a cuenta de la guerra de su presente. 

“Los mantuanos de vieja estofa y los curas le decían a Simón que no fuera tan maluco con los españoles, y que además no les diera tantas armas y entrenamiento a la pobretería, porque esa gentuza no sabe diferenciar quién es blanco criollo y quién peninsular, y además se las pueden prestar a los negros, que esos no andan preguntando, sino echando espuma y volando machete”, historizó.

Un debate espinoso y muchas veces soslayado por la historia oficial (y también por la propia) como lo es el de las articulaciones entre la lucha de clases y la cuestión étnico-racial, es encarnado, en la pluma de Alí, en los labios del mulato presidente haitiano Alexandre Petión. Como si se tratase de una conversación sucedida en un bar de mala muerte entre este y Bolívar, relató: “El esclavo no entiende nada de Patria teniendo cadenas amarradas en las patas. Libere usté a los negros, así se le arrechen los cerebros de mosca que usté dice. Con esa condición le armo las expediciones que le dé la gana”.

No llegó a ver editada la obra que tantas angustias y alegrías le había deparado. En mayo de 1985 cayó abatido en la guerra sucia de los “Contras”, financiados y pertrechados por EE.UU. Murió en ciudad Sandino, bajo el cielo de Nicaragua, defendiendo a toda esa América que cabía entera en su noción de Patria “porque Patria no es así no más el terreno o sea el suelo donde uno se echa a dormir, sino también la Dignidad que debe servirnos de arropijo o ruana ideológica, para que no nos dé frío en los cojones”. 

Alí, Nicanor, Alicate, se fué peleando en distintas tierras, en distintos tiempos una misma lucha, como su personaje Inés, madre de Haití, de Bolívar, de los y las ñángaras, de la América toda. “La última vez que se la miró fue en Angola, en 1975, en grandes carcajadas, sudá y volando cohetes con un RPG-7, persiguiendo a una manada de tanques sudafricanos”.

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