Por Ollantay Itzamná
Recientemente en Guatemala mestizos e indígenas expresaron su indignación/repulsa virtual frente al desprecio y humillación reiterado a “autoridades/representantes” indígenas por parte del actual Presidente de la República en actos públicos.
En réplica a la indignación viral, el Gobierno apareció en los medios “acuerpado” por una estructura organizada de representantes indígenas que proclamaban: “Nosotros sí estamos con el Gobierno”.
La actitud racista de gobernantes es prácticamente una política pública constante. Durante la Colonia española, los invasores resignificaron/utilizaron “estructuras de autoridades indígenas” (cabezas de capul) para someter y apaciguar intentos de sublevaciones indígenas…. A dichas autoridades les entregaban vistosos bastones de mando que actualmente aún los utilizan casi en toda Abya Yala “autoridades ancestrales” como insignias de poder.
Durante la Colonia también se construyó ideológicamente el término “indio” con la finalidad de normalizar políticamente en el aborigen el espíritu y la conducta de vasallo.
El indio no es necesariamente cualquier indus (nativo del lugar), sino aquel individuo servil, dócil, oportunista, lambiscón, obtuso mental, dominado por sus vicios/pasiones. Lo indio no se refiere a lo biológico, sino a un modo de ser. De allí la advertencia reiterada de: “No seas indio”.
La Colonia europea y las repúblicas criollas mantuvieron y mantienen a las y los aborígenes en condición de colonialidad gracias a la eficiente labor de las y los indios quienes impidieron todo intento de sublevación de los pueblos en ejercicio de sus derechos.
La india o el indio fue forjado por el sistema educativo, político, religioso, militar hegemónico, de ayer y hoy. En los últimos tiempos, abonado también por la “cooperación internacional para el desarrollo”, sistemas de becas académicas y la teología de la prosperidad.
Durante las últimas décadas, en Abya Yala se forjaron indios e indias, muchos de ellos/as profesionales, académicas, investigadores, eficientes neo doctrineros culturalistas que jamás acompañaron procesos socio políticos de los pueblos originarios.
Son trasladados por el mundo por agencias de cooperación y sistemas de becas, envueltos en vistosos ropajes/tejidos indocoloniales (que llaman ancestrales), y algunos con bastones (ancestrales) en mano, para satisfacer/tranquilizar la conciencia (etnofágica) del “primer mundo”, balbuceando algunos saludos en idiomas indígenas. Dependiendo del auditorio, hasta se expresan “radicales” si acaso para arrancar aplausos o algunos euros.
Cuando las y los aborígenes se organizan social y políticamente para emprender cambios estructurales, el o la india los invisibiliza en sus narrativas/investigaciones. Sea con sus silencios o con sus discursos apolíticos/culturalistas buscan anularlos como sujetos legítimos: “No los respaldamos porque no nos consultaron”, suele ser el argumento. La apoliticidad es el recurso para agenciarse los medios de vida. Aunque ante la primera oportunidad política no dudan en aprovecharlo.
El o la india, por más que biológicamente sea indígena/aborigen no puede ser asumido como sujeto indígena porque carece de una conciencia subalterna con aspiraciones a la liberación integral con los demás.
El o la india para ser cosujeto indígena requiere de una redención decolonial que mate en él o ella al colonizador que le habita y fecunde la conciencia sociopolítica.
En este sentido, ingenuo es pensar o indignarse ante la supuesta traición por parte de algunos “líderes/autoridades” indígenas. Primero, porque son indios o indias, y como tales cumplen su rol ideológico/político para lo que fueron diseñados. Segundo, porque un indio o india jamás traiciona a los pueblos indígenas porque como indios jamás fueron parte de los procesos libertarios de los pueblos. Jamás fueron compas.