Por: Guillermo Rico Reyes
Como se ha informado ampliamente, la Honorable Corte Suprema de Justicia llamo a versión libre al expresidente Álvaro Uribe Vélez, ahora por las masacres de los pueblos EL ARO y LA GRANJA vecinos a la mega represa de HIDROITUANGO, que generó en total 134 masacres contra todos los habitantes de la región.
La mano criminal del paramilitarismo operó inicialmente en 1960 y 1970, los años en que fue propuesto la construcción de la represa, pero como en esas oportunidades no fue aprobada, las masacres no continuaron, por esa época los asesinos no tenían la identificación de paracos, por lo que siempre se señaló a los “pájaros o chulavitas” como responsables.
Fue para 1996, que la asamblea departamental de Antioquia aprobó la construcción, entonces los, ahora si creados, paramilitares, arremetieron contra los pobladores de los pueblos vecinos. El resultado; 132 masacres, más las dos de las décadas anteriores, mas de 800 asesinatos y el desplazamiento de más de 25 mil campesinos. Las investigaciones señalan a tres cabezas como los grandes responsables de toda esta barbaridad: Álvaro Uribe Vélez, Luis Fernando Ramos y Sergio Fajardo.
Mi mas reciente publicación se llama HIDROITUANGO: LAS MASACRES QUE TAPARON CON EL AGUA. En la investigación de ese trabajo conocí en la zona a un campesino que perdió a su padre y su hermano en masacre de LA GRANJA, y en una amplia entrevista me contó que fue soldado profesional, que amaba a su ejército, pero tenia dos prioridades, su familia y el campo, así que cuando se reencontró con ellos, lo convencieron de salirse de la institución. Este es su relato:
-Solo me sacaron con la promesa de que los tres estaríamos trabajando en la finca que habían comprado, si no hubiera sido así, yo no me salgo-. Explicó el campesino. Los dos, padre y hermano siempre habían estado pendientes de la vida de nuestro personaje, así que los meses por venir fueron un reencuentro con todo lo que él amaba, sus familiares y la tierra, el arado, el surco, la siembra y la cosecha.
-Me protegieron tanto que esa noche, la noche de la masacre, ellos me salvaron la vida, aunque ya estaban muertos-. Detiene por unos segundos su relato, toma aire y vuelve a contar: -estábamos en una fonda tomándonos unas cervezas cuando vimos pasar unos hombres de camuflado que se apostaron en diferentes partes del pueblo y cuando menos lo esperamos, comenzaron a disparar contra todos nosotros. Fue como un reflejo de mi padre y mi hermano, los dos se pararon como resortes y con sus cuerpos interceptaron los disparos y recibieron las balas por todas partes. Los proyectiles rompieron los bombillos y quedamos a oscuras. Sobre mí cuerpo, los dos seres que más he amado me protegían y yo sentía como la vida se les escapaba. “no se mueva mijo” me dijo mi padre, “hágase el muerto que nosotros lo tapamos con nuestros cuerpos” fue lo último que me dijo-…
-Mi hermano ya había fallecido, las balas los mataron casi de inmediato, mi padre aguantó un poco, como queriendo protegerme hasta el último segundo-. Detiene su relato mientras toma un nuevo aire y continúa: -entre la sangre de ellos y mis lágrimas me quedé un buen tiempo, los gritos y los disparos seguían, por lo que pensé que mejor me quedaba allí, obedeciendo el último consejo de mi padre, “hágase el muerto que nosotros los tapamos con nuestros cuerpos” pocos minutos después de finalizadas las ráfagas, un hombre gritó: “revisen que todos estén muertos y el que no, me lo repasan” entonces esa última voluntad de mi papá, tuvo sentido. Un paramilitar paso revisando y cuando vio dos cuerpos sobre otro más, siguió derecho, creyó que el de abajo también había caído, ese era yo-.
Pero su pesadilla no terminó allí, convencido que los asesinos eran guerrilleros, esperó que salieran del pueblo, tomo una moto que se encontraba en medio de la vía, la prendió y arrancó para Medellín, su misión era llegar a la brigada y denunciar a los crímenes contra su pueblo, seguro los militares reaccionarían rápidamente y lograrían dar con los responsables de tanto dolor.
En la puerta de la sede militar, con sus ropas ensangrentadas, se identificó y casi a gritos pidió ver al comandante, no paraba de hablar, que habían asesinado mucha gente, que los asesinos estaban en la zona, que hicieran algo ya…
Frente al comandante tampoco paró, repitió la descripción de la barbaridad y por fin, guardó silencio por unos segundos y estalló en llanto. El comandante, como todos los uniformados que lo escucharon lo habían reconocido desde el primer momento, así que lo enviaron a una oficina donde lo acompañaría otro soldado que había sido de su grupo, y ya en la soledad de esa habitación, el soldado le contó que los que habían “adelantado” ese operativo era un grupo especializado y que el ejército no había salido ni saldría, porque tenían la orden de mirar para otro lado, mientras los paras arrasaban con todo lo que se les travesara.
Pero las cosas se pusieron peores. “usted se tiene que morir esta noche, porque no pueden quedar testigos” le dijo su vigilante amigo, yo lo voy a dejar volar, porque usted es “laza”, como se dicen entre ellos los militares de bajo rango, entonces se cambió de ropa, se puso un uniforme y salió con total calma por la puerta que un par de horas antes lo había visto entrar completamente histérico y convencido de que al denunciar haría un acto heroico, pero ahora salía con total desconsuelo de lo que fue la institución que tanto amó y que en pocos minutos le había causado una terrible desilusión. –ese día perdí a mis dos seres queridos, la tierrita que habían comprado y la institución que tanto quise-, concluyó mi entrevistado.
Después su vida fue una pesadilla, al intentar volver a la finca para sepultar a sus familiares, los vecinos le advirtieron que lo estaban esperando, que ya todos los paras tenían su nombre y su foto y que lo iban a asesinar. Por varios días se escondió en la capital de Antioquia y finalmente varias entidades defensoras de derechos humanos lograron sacarlo del país.
Regresó cuando todo el tema de Hidroituango se puso en primera página de la prensa, ya pasó por lo que fue su finca y por su puesto tiene nuevos dueños. Ahora se dedica a denunciar la forma como se cometieron las masacres que permitieron la construcción de la represa.
Pero regresemos a 1996, ese año en Antioquia, se consolidó el proyecto paramilitar que tanto daño le ha hecho a las comunidades. Recordemos que este accionar aparece intermitentemente, en el gobierno de Virgilio Barco, por ejemplo, las masacres eran de grandes proporciones, Segovia, la Mejor Esquina, las fincas bananeras de Honduras y la negra. Los muertos en cada accionar nunca bajaron de cuarenta por masacre, pero llegaron hasta 110, como la de “La Mejor Esquina.”
Al iniciar la década de los 90s la agresión paramilitar no bajó, se silenció en los medios de comunicación, a la par que realizaron una nueva metodología, cometían crímenes de pocos muertos para no llamar la atención y con frecuencia cambiaban los nombres de los grupos para evadir la justicia, pero con la llegada de Uribe a la Gobernación de Antioquia, se legalizaron las cooperativas de protección y en ese departamento se crearon cientos de ellas conocidas como Convivir.
En medio de toda esa arremetida paramilitar, el 31 de diciembre de 1997, el último día de la gobernación de Álvaro Uribe, se creó la sociedad Promotora Hidroeléctrica Pescadero S.A. esa fue la fecha que le abrió paso al ‘sueño antioqueño’, en mi opinión la puerta de la tragedia y la corrupción, pero que ahora la llaman “Progreso.” Varios días después, la Asamblea Departamental aprobó en tercer debate, la creación de esa sociedad de economía mixta que será la “que tendría como objetivo el diseño, construcción y explotación a nivel nacional e internacional de la Central”.