Por, Alberto Acevedo
En literatura política, el término quemar la nave hace alusión a la actitud ciega y desesperada de algunos líderes que prefieren echarle fuego al barco, para impedir que sus tripulantes lo abandonen, antes que rectificar el rumbo. Es una forma de aceptar que se va por un camino equivocado, pero la terquedad y obcecación impiden modificar la ahoja de ruta. Tiene su origen la expresión en una actitud del conquistador español Hernán Cortés, quien en forma figurada en sus trabajos de conquista de México, habló de quemar la nave, para evitar un motín a bordo.
En nuestra realidad, es lo que acaba de hacer el presidente Iván Duque con la muerte del líder del ELN Andrés Felipe Vanegas Londoño, alias Uriel, presentado en los medios de comunicación como un tenebroso delincuente, reclutador de niños, que aterrorizó a la población civil en la zona sur del Chocó.
Sobre las circunstancias de la muerte del combatiente guerrillero, una de las versiones entregada por la prensa, elaborada a su vez por los servicios de inteligencia, indican que un experto francotirador militar durante varios días permaneció camuflado en un sitio montañoso, esperando que Uriel llegara allí, de acuerdo a versiones suministradas por una fuente humana.
Respuesta al reclamo de paz
Una vez en la mira del camuflado, el tiro fue certero. Un disparo bastó para quitar la vida del combatiente rebelde. Solo que, en este caso, no acabó nada más con el contrincante. El disparo se alojó certero en el corazón mismo de la paz, o al menos de las posibilidades que quedan de reanudar conversaciones entre el gobierno y esa guerrilla, la más activa que queda en territorio colombiano.
La acción del francotirador es por tanto la respuesta del gobierno a los denodados esfuerzos y a los llamados, que en reiteradas oportunidades han hecho, no solo la dirección nacional de ese grupo insurgente, sino de sus negociadores en La Habana, en el sentido de que el ejecutivo reconsidere su posición y se decida a reanudar las conversaciones, interrumpidas al comienzo del mandato Duque.
El semestre pasado, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y el papa Francisco coincidieron en sendas exhortaciones a las fuerzas beligerantes en el mundo, para que declararan ceses unilaterales del fuego con el fin de permitir avances en el combate a la pandemia del coronavirus, como un gesto humanitario.
Propuesta desatendida
El ELN acogió ese llamado y decretó un cese unilateral al fuego. “Nosotros hemos respondido a ese llamado proponiendo un cese el fuego bilateral con el gobierno, que permita enfrentar el covid y que permita verificar si el ELN está involucrado en el narcotráfico. Pero eso requiere un cese, por eso hemos propuesto la suspensión bilateral de hostilidades. Pero esa propuesta fue desatendida”, dijo Pablo Beltrán, jefe de la comisión de negociadores de esa guerrilla en La Habana.
La dirección nacional del ELN hizo el mismo llamado. “Le proponemos al presidente Duque pactar un cese al fuego bilateral por 90 días. Nuestra Delegación de Diálogos que se encuentra en La Habana está facultada para tramitar todos los detalles operativos”. “De pactarse este cese bilateral, se crearía un clima de distensión humanitaria favorable para reiniciar los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y el ELN”, puntualiza un comunicado al respecto.
“El ELN está en una disposición de paz, de andar una vía de solución política, y le invitamos a que se sume”, dijo Pablo Beltrán en una entrevista al portal Cubadebate. Más tarde, voceros de la guerrilla indicaron que el gobierno Duque aprovechó el cese de hostilidades de esa agrupación para el copamiento de territorios de influencia de la insurgencia.
Destrabar diálogos
En la opinión pública crece la exigencia de que esos diálogos de paz se reanuden. En diciembre pasado, en una carta política, varios obispos de diócesis católicas le pidieron al Frente de Guerra Occidental, que opera en Chocó, liberar a varios secuestrados. “Este gesto de ustedes lo consideramos apremiante para impulsar acuerdos de convivencia, tan necesarios en la región”, dicen los jerarcas, que se ofrecen como facilitadores. Analistas indicaron en su momento, que la carta de la iglesia es un intento por destrabar los diálogos de paz con esa guerrilla.
Desde el exterior llegan voces en el mismo sentido. En julio pasado, el exdirector de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, instó al presidente Duque a “suspender temporalmente las órdenes de captura contra los emisarios del ELN, para activar ya mismo la Mesa de Conversaciones”.
Para esa misma época, varios, académicos de prestigio internacional, entre ellos el lingüista norteamericano Noam Chomsky y el premio Nobel de Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, pidieron a la ONU salvaguardar al gobierno cubano frente los ataques diplomáticos desde Bogotá, y no extraditar a los negociadores.
Crece la audiencia
Hasta el embajador de Estados Unidos en Colombia, Philip Goldberg, dijo a la periodista María Isabel Rueda que “en términos generales sí apoyamos el proceso de paz en el país”, y que con el ELN la decisión está en manos del gobierno colombiano. Analistas indicaron que tal postura indica que al menos no entorpece la negociación.
Recientemente, se escuchan llamados a reiniciar las negociaciones de paz con el ELN, desde distintos flancos. Lo hicieron un grupo de parlamentarios de distintos partidos. Lo hizo la minga indígena al exponer sus demandas. También los excombatientes que protagonizan la Peregrinación por la Vida y la Paz. Las centrales obreras lo incluyen entre los puntos de un pliego de peticiones al gobierno.
Ese coro de voces solo ha encontrado la renuencia al diálogo por parte del gobierno Duque. El francotirador que arrebató la vida a un cuadro político emblemático del ELN, no fue el único que disparó. También el presidente Duque dispara tiros certeros contra cualquier posibilidad de negociar la paz con la insurgencia elena.
Por lo demás, la dirección nacional del ELN emitió un comunicado, referido a alias Uriel, a quien califica como “un auténtico guerrillero”. No era un hombre descompuesto, como quiere presentarlo el enemigo. Era un líder político joven, carismático, que asumió la tarea del frente comunicacional de la guerrilla, una tarea riesgosa. Y eso fue lo que no le perdonó el gobierno.