Cientos de usuarios de redes sociales trinaron con la etiqueta #LuisCarlosMemes, manifestando el rechazo a las aseveraciones hechas por el periodista de RCN y director de la FM, al exhortar a las autoridades a judicializar a quienes le hacían memes como respuesta a su disparatada propuesta de que Biden ceda la presidencia a Trump en un “acto de caballerosidad”.
Vélez, contrario a admitir el evidente yerro y exhibiendo su prepotencia, se fue lanza en ristre contra quienes le criticaron su irracional postura, lanzada en vivo y en directo para televisión cuando cubría las elecciones en EEUU. El pintoresco periodista adujo haber sido sacado de contexto y editado, cosa que es, a las claras, una falta a la verdad, pues todo el mundo vio el video completo. Agregó, con impostada voz, ser víctima de matoneo.
No es la primera vez que Luis Carlos Vélez miente con la osadía propia del desvergonzado, a “Pantallita Vélez”, como le conocen en el ciberespacio, se le distingue como uno de los personajes con menor credibilidad dentro de la prensa privada; prensa que per se ya genera gran desconfianza en la teleaudiencia debido al notable sesgo ideológico bajo el cual dirige su agenda informativa.
Cómo olvidar, por ejemplo, el día que se puso a jugar con Iván Duque a adivinar canciones de rock ochentero, en vez de indagar sobre su programa de gobierno. Más que un periodista, o por lo menos un entrevistador, Vélez hacía las veces de marioneta bufona sin gracia y sin dignidad manejada por los monopolios económico-medíaticos. Ese día, “Pantallita” marcó un hito, un punto de inflexión en la historia del periodismo colombiano, y no precisamente por remontarlo en calidad, desde luego, sino por sumergirlo en ese fondo que ni Gurisatti, ni Arizmendi ni María Isabel Rueda —con toda la carga ideológica— lograron; borrando así ese ínfimo rastro de credibilidad que en Colombia le quedaba a esta noble profesión.
Pero siendo amables con él, quizá en las facultades de comunicación social le den el puesto que merece: El del arquetipo por excelencia del periodista que no critica al poder sino que lo adula y lo alcahuetea. Vélez servirá para señalar el camino por donde las nuevas generaciones de comunicadores no deben transitar. Ese sí es su merecido lugar en la historia.
Pese a los justificados reproches que tanto expertos en el tema como los más elementales seres le hicieron sobre sus vergonzantes “duelos de rock” y sus salamerías con los grandes capitales, Vélez siguió, sigue y seguirá mintiendo. En la misma campaña presidencial de 2018, tergiversó una información personal y familiar sobre la vivienda de Gustavo Petro, candidato por el que no disimulaba su animadversión: “¡Cómo un simple congresista puede tener una casa de un millón de dólares!”, pronunciaba a todo pulmón, con un dejo a reclamo y con intenciones de sembrar dudas sobre la transparencia financiera del líder de Colombia Humana. Petro le respondió, luego de continuas interrupciones de Vélez, que la casa no valía un millón de dólares, y proseguía a explicar los obstáculos que ha tenido que sortear para pagarle al banco el crédito con el cual la adquirió, pues su sueldo está embargado desde esos tiempos por injustas sanciones de los entes de control. Esa no fue entrevista sino una celada. En todo el tiempo que duró, Vélez se dedicó a atacar a Petro y a intentar venderle a la gente un candidato de oscuros procederes; todo lo contrario a lo que hacía con Duque, el entonces candidato del poder al que el “periodista” tanto lambisconea desde sus cabinas.
Hoy, la víctima de sus mentiras fue el gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo. Ayer lo hizo con Katherine Juvinao, una reconocida asesora política. Vélez señaló a Caicedo como investigado, pero sobre él no hay investigaciones, sino una indagatoria —que no es por corrupción, como pretende hacer creer— sobre los mercados adquiridos al grupo Éxito para solventar las necesidades de los Magdalenenses en esta crisis sanitaria, mercados que fueron ejemplo a nivel nacional, como la misma prensa lo reseñó.
Vélez se centró en resaltar un contrato legal de Juvinao con esa gobernación, como si eso fuese un motivo de estigmatización, o como si se estuviera infringiendo la ley. ¿Por qué Vélez miente con tanto arrojo, ante todo sobre los proyectos alternativos a los mismos clanes que desde hace tres décadas vienen expoliando la costa y el país en general?. También acusó a Juvinao de no tener “autoridad moral” para criticarlo. Agregó que era una lavadora de imagen de las investigaciones a Caicedo. El contrato de ella no es para “lavarle la imagen” al gobernador por las «investigaciones», sino para establecer relaciones con los sectores de oposición y para la divulgación de los proyectos de esa administración, algo normal, legal y recomendado en todas las entidades estatales.
¿Por qué entonces Vélez miente? ¿Por qué su disgusto con Petro, con Caicedo y con sus funcionarios y programas de gobierno? Si se analizan las relaciones de Vélez con esos clanes, quizá se despejen algunas dudas: Los Char, uno de los clanes más corruptos de esa región y enemigos acérrimos —junto a los Cotes y los Gnecco— de Caicedo, están emparentados con Vélez, ya que su esposa es hija de José Miguel Char, uno de los miembros de la cuestionadísima familia.
¿Es tanto el dolor que le atormenta el hecho de que sus parientes políticos, amigos y socios de los Cotes y de los Gnecco, no puedan seguir manejando los hilos de la gobernación del Magdalena y de la alcaldía de Santa Marta, ya sea en cuerpo propio o ajeno? ¿Por qué la emprende contra proyectos alternativos al poder tradicional?. Es evidente: Vélez siempre ha sido y será el lameculos del poder. Así ha hecho su carrera.