Así lo evidencian todas las situaciones que se han vendido dando desde que Caicedo asumió, luego de una contundente victoria electoral, el timón de la gobernación del Magdalena que por décadas estuvo en manos de poderosos y cuestionados clanes políticos de la costa norte, como los Cotes, los Char, los Gnecco, los Araujo; apoyados, desde luego, por los políticos tradicionales que todos conocen: Uribe, Vargas Lleras, Santos, etc.
Un solo ejemplo, tal vez de los más desvergonzados, ha sido el del exfiscal departamental Vicente Guzmán Herrera, la ficha puesta por el también cuestionadísimo exfiscal general Néstor Humberto Martínez, quien fue militante de Cambio Radical y socio de Germán Vargas Lleras. Éste, a su vez, era por esos tiempos el jefe político del sancionado exgobernador Luis Miguel Cotes, enemigo número uno de Carlos Caicedo, pues fue quien les quitó la gobernación del Magdalena y la puso en función de los intereses populares. Guzmán Herrera fue destituido por participar indebidamente en política, ya que cuando llevaba las investigaciones contra Caicedo —valga decirlo, con ánimo persecutorio— se le descubrió videos difamatorios contra el entonces candidato alternativo, y que eran colgados en las redes sociales, desde luego, haciéndole barra a Cotes. De ese nivel de transparencia son los turbios proceso judiciales que contra Caicedo han iniciado esos políticos de estofa corrupta que no superan el hecho de haber perdido el poder del departamento del Magdalena, otrora bastión del clientelismo y el saqueo que por décadas azotaron a los Taironas.
Estas tácticas rastreras no son nuevas: cuando no pueden ganar limpiamente en elecciones, intentar tumbar gobiernos mediante la judicialización de sus oponentes ayudados por sus socios, anclados en el poder judicial, en los entes de control estatal y en la prensa privada, puestos allí para remover cualquier obstáculo que se interponga en el camino de su corrupción, de su politiquería y de su sello inconfundible: El saqueo de las arcas públicas. Un claro y similar ejemplo se vio con Gustavo Petro en la alcaldía de Bogotá: lo inhabilitaron, lo sancionaron y buscaron su encarcelamiento. Lo mismo sucede hoy con Carlos Eduardo Caicedo. Es evidente e innegable.