Por Por Heathcliff Cedeño.
Desde hace algunos años se ha venido construyendo la narrativa de que el Estado venezolano constituye una empresa criminal de tráfico de drogas, que opera en conjunto con otros carteles de la región.
Sin embargo, el reciente estudio realizado por Geoff Ramsey y David Smilde titulado “Más allá de la narrativa del narcoestado: lo que dicen los datos de monitoreo del tráfico de drogas de Estados Unidos sobre Venezuela”, expone datos duros que desmontan el discurso que sitúa a Venezuela como un narcoestado y principal ruta de tráfico de cocaína hacia Norteamérica.
El trabajo de Ramsey y Smilde publicado el 12 de marzo revela que en el mapa de la ruta de la cocaína a Estados Unidos, reconocido por sus autoridades como el mayor consumidor de drogas en el mundo, no figura Venezuela como una de las naciones de tránsito de estupefacientes al país norteamericano.
El documento publicado por la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por su siglas en inglés) usó datos recientes de la Base de Datos Antidrogas Consolidada Interagencial (CCDB, sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, organismo que según el Departamento de Defensa es la mejor fuente autorizada y “de más alta confianza” disponible para estimar el flujo conocido de drogas ilícitas.
FUERA DE LA RUTA DE LA COCAÍNA
Según la CCDB, 210 toneladas métricas de cocaína pasaron por Venezuela en 2018. Si comparamos esta cifra con las 1 mil 400 toneladas que circularon por Guatemala en ese mismo año, resulta incomprensible que quien sea calificado como un narcoestado sea nuestro país.
Otro detalle importante señalado por el organismo estadounidense es que, si bien aumentó el flujo de cocaína colombiana con destino al norte a través de Venezuela entre 2012 y 2017, este estuvo asociado al incremento de la producción de la droga en territorio colombiano.
En este punto es necesario resaltar que Venezuela históricamente no es reconocida como productora de drogas. Los pocos laboratorios desmantelados por las autoridades locales han sido ubicados en zonas fronterizas y organizados por extranjeros.
“Los datos sugieren que la cantidad de cocaína traficada a través de Colombia aumentó de 918 toneladas métricas en 2012 a 2 mil 478 toneladas métricas en 2017 (un aumento del 269%)”, y conforme descendió el tráfico en el vecino país, en Venezuela también disminuyó el flujo del estupefaciente que transita hacia Norteamérica.
Otro valioso dato aportado por la CCDB es que alrededor del 90% de toda la droga con destino a los Estados Unidos se trafica a través de las rutas del Caribe occidental y el Pacífico oriental, no a través de los mares del Caribe Oriental de Venezuela. Esto también derrumba el mito que proyecta al gobierno de Nicolás Maduro como una empresa criminal conjunta que capitaliza el comercio de droga en la región.
LA CONSTRUCCIÓN DEL MITO
Uno de los primeros en asociar a funcionarios del gobierno con el narcotráfico fue Emili Blasco, corresponsal del medio español ABC en Washington, cuyo prontuario se remonta al año 2012 cuando “reveló” detalles de la enfermedad de Chávez.
Conocido por el uso de dudosas fuentes anónimas, este periodista español se ha convertido en una de las voces más activas contra el chavismo en el plano mediático internacional.
En el año 2015, por medio de unas falsas pruebas, acusó a Diosdado Cabello de ser el líder del Cartel de los Soles y uno de los narcotraficantes más poderosos del continente. Esta matriz de opinión fue replicada por todos los medios que conservan la línea antichavista y se asumió como una verdad.
Hasta entonces, Blasco no ha mostrado ninguna prueba que vincule al dirigente chavista con el tráfico de drogas.
El año pasado, apelando a la misma estrategia, el madrileño publicó un trabajo periodístico en el que señala a dirigentes chavistas de utilizar los cargamentos enviados de México para recibir dinero en efectivo camuflado como forma de pago por el envío de droga desde Venezuela.
A los días de publicarse esta noticia, Estados Unidos aplicó nuevas sanciones coercitivas unilaterales contra Venezuela. En esa oportunidad el ataque estuvo dirigido contra las empresas vinculadas a la importación de alimentos que abastecen a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), programa bandera del Estado para la protección alimentaria de la población venezolana.
¿UN EXPEDIENTE CONTRA VENEZUELA?
Los estadounidenses encargados de realizar la investigación para WOLA, oficina que precisamente no es aliada de Venezuela y promueve el “cambio de régimen”, resaltan que para algunos políticos de ese país “el verdadero alcance del tráfico de drogas a menudo es magnificado”; se refieren al ala radical que ve como imposible una solución negociada en tanto que no se puede tranzar con un “narcogobierno”.
La imposibilidad de sostener la tesis del narcoestado es matizada por WOLA con señalamientos que apelan al deterioro de las instituciones venezolanas, donde supuestamente no existe un sistema de justicia imparcial y transparente. Asimismo, refiere la proliferación de grupos armados y bandas organizadas vinculadas al narcotráfico. Este recurso es usado para no soslayar la necesidad de un cambio de gobierno en Venezuela.
A pesar de que el informe revela la realidad de la ruta de la cocaína a Estados Unidos, el organismo no guarda las formas para señalar a Venezuela como un elemento negativo en la región, aun cuando cuestiona otras formas más radicales y violentas de acabar con la Revolución Bolivariana.
Con la caída del mito del narcogobierno, quedan expuestos dos problemas reales. Por una parte, Estados Unidos como el mayor consumidor de cocaína, y por otra, Colombia como el mayor productor de este estupefaciente.
Ante este hecho, Venezuela queda geográfica y simbólicamente en medio de la pulsión narcótica del primero y el deseo de quien la capitaliza en términos económicos del segundo.
En el informe quedó reflejado en tanto que su última sugerencia está dedicada al gobierno de Colombia: “Los funcionarios y miembros del Congreso de los Estados Unidos deberían alentar a las autoridades colombianas a aplicar un enfoque sostenible para contener y reducir el cultivo de coca y la producción de cocaína”.
Sin duda alguna, los datos reales del flujo de droga son una derrota para los que han buscado la manera de ubicar a Venezuela en medio de un callejón en el que transan otros actores.