Me gustaría explorar con ustedes un análisis de las entrañas del por qué Duque busca ahora, con desespero, ponerle impuestos a la comida en medio del hambre, e impuestos al que trabaja, en medio del desempleo.
En el año 2019, el sistema financiero privado obtuvo utilidades por 18 billones de pesos, que se redujeron a unos 14 billones en el 2020. Un descenso muy leve, tratándose del año del covid. Mientras se mantenían las utilidades de bancos y otras entidades financieras, como administradoras de fondos de pensión, de cesantías, corporaciones financieras, etc., la economía colombiana entraba en barrena. Centenares de miles de empresas productivas, comerciales y de servicios, quebraron. Millones de colombianos pasaron al desempleo y al hambre. El rebusque dejó de ofrecer el mínimo de subsistencia, la inseguridad se disparó en las calles del país y la violencia desagarró los territorios rurales.
Mientras millones de colombianos y colombianas enfermaban masivamente de covid y setenta mil morían, la mayoría sin pasar si quiera, por una unidad de cuidados intensivos, las utilidades bancarias se mantenían en niveles inusitadamente altos.
El carnaval montado para dar un golpe de optimismo con la llegada de las primeras vacunas, dejó de funcionar al mes siguiente cuando el país descubrió que ni el número de vacunas prometidas llegaban, ni que el ritmo de vacunación permitiría una inmunidad contra el virus en años, siete, según cálculos propios basados en el pobre ritmo de vacunación.
En medio del dramatismo de la situación, en medio de los sollozos de familiares de las victimas, de las diarias noticias de la muerte, las del virus, las del estado, las del narco; en medio del desespero de confinamientos, de toques de queda, de hospitales de guerra colapsados, de enfermeras que se enferman por falta de cuidado del estado, en medio de la indignación por la muerte de tantos médicos y medicas desprotegidos; en medio del desespero del hambre, solo los dueños de las entidades financieras podían repartir utilidades y llevarse los dividendos a los bolsillos contados por billones de pesos.
En nuestro país se cuentan las utilidades del sector financiero, como parte del crecimiento económico, los cual es un error, incluso teórico.
Si miramos los clásicos de la economía, y me perdonaran por introducirlos en esta discusión académica, tanto Smith, como Ricardo, Como Marx, padres de la economía política, siempre concibieron que los pagos de interés, y por tanto, las utilidades financieras, eran solo transferencias del mundo productivo, que es la economía real. De las ganancias en la producción salen las transferencias, o rentas, que pagan a propietarios de tierra y a propietarios del crédito. Si las utilidades financieras son una transferencia de riqueza, necesaria para disponer de dinerocapital para activar la producción y la circulación de mercancías, decían ellos, los padres de la economía, entonces no son generadoras de riqueza en sí mismas. La utilidad financiera no es una riqueza generada en la sociedad, sino una transferencia de esta. Las ganancias del sector financiero no deberían superar las ganancias del sector productivo, dirían los teóricos del capitalismo, pero en Colombia no es así. Quizás porque en Colombia el capitalismo es raquítico, quizás porque lo que está en el poder no es precisamente el capitalismo.
Y nada más eficaz para desnudar la verdad económica, que el drama sembrado por la muerte como la Colombia de las masacres y del covid del año 2020.
En el año 2019, no crecieron en Colombia sino las utilidades financieras y las ventas ambulantes, a esto se le llamó crecimiento económico y Duque sacó pecho. Pero desde la economía seria, Colombia no creció en el 2019. Y para el 2020, con el covid, el escenario fue peor. Las utilidades financieras alcanzaron 14 billones de pesos, pero la economía real se fue al abismo.
Si las utilidades financieras son una transferencia que sale de la producción real, cómo se explica que una sociedad como la colombiana vea su sector económico real hundirse en una recesión de más del 7% en 2020 y ver, al mismo tiempo que las utilidades financieras sean positivas y billonarias? Acaso, pensando en los padres de la economía, si la riqueza social cae, las transferencias de esas riquezas a los propietarios de la tierra y del dinero crediticio no deberían caer? Si las transferencias de riqueza aumentan hacia sectores que no son productivos, como terratenientes y banqueros, pero el origen de esa transferencia que es la riqueza misma cae, entonces, ¿no estamos ante el caso de rentistas que se están chupando la economía nacional?
Veamos esto con más detalle. ¿Puede un sector financiero y rentístico crecer mientras la producción se desploma? La respuesta es sí, y Colombia es un ejemplo, pero solo puede crecer de una manera artificiosa.
Todo crecimiento financiero sin producción real que lo sustente, es básicamente especulativo, se trata de un casino ilusorio.
Antes del virus y desde el 2005, en Colombia la rentabilidad de los bancos respecto a su patrimonio, que es el real aporte de capital de los dueños de los bancos, es tres veces superior a la de los EEUU, la Unión Europea, o el sudeste asiático. Sólo hay un lugar en el mundo donde la banca encuentra esta altísima rentabilidad: África.
Los bancos de Sarmiento en el año 2019 tuvieron una rentabilidad sobre patrimonio del 20%, es decir que en menos de cinco años, Sarmiento puede recuperar su capital invertido, eso no lo obtiene ninguna rama de producción y servicios en Colombia que no sea la cocaína.
Esta enorme rentabilidad bancaria en una economía real estancada o en recesión como ahora, tiene una explicación: durante décadas el sistema financiero colombiano dejó de apoyarse y apoyar el sector productivo del país, que es su verdadera función social.
La Colombia de hoy, a diferencia de la del pasado, no tiene una economía productiva, sino una economía extractiva, que es aquella que se sustenta en extraer cosas que la naturaleza puso y no el ser humano. El crecimiento de los excedentes de la economía extractiva fueron el sustento de la actividad y las utilidades financieras en el país. Con el petróleo y el carbón las instituciones privadas financieras encontraron su fuente de utilidad fundamental. Depósitos en sus entidades de las regalías públicas del carbón y del petróleo y de las corporaciones privadas y públicas que lo extraen, créditos a este sector con intermediación bancaria, se convirtieron en la gran fuente de la liquidez y la rentabilidad bancaria.
Las rentísticas utilidades financieras surgieron de otra renta, la derivada del alto precio internacional del petróleo y del carbón que vivimos durante casi todo el siglo. Una renta se sustentó, como en un castillo de naipes, en otra renta, sin tener en cuenta la producción real.
Con la caída del precio internacional del petróleo y el carbón desde el 2015, el castillo de naipes se desplomó. La caída de la economía de extracción del petróleo y el carbón debía traer como consecuencia la caída de los bancos y los banqueros, pero no fue así, Pacific Rubiales quebró pero no Sarmiento Angulo ni el GEA. El secreto del milagro fue el Estado.
Ante la ausencia de rentas petroleras, el sistema financiero colombiano mantuvo su alta rentabilidad a partir del dinero público. Carrasquilla aquí ha sido el estructurador, esa es su verdadera profesión, al lado del Banco de la República de la salvación bancaria. La política económica y social del gobierno frente al covid se ha construido no en función de sostener a la familia en cuarentena o sostener la pequeña y mediana empresa que es la responsable del 80% del empleo asalariado del país, sino en sostener las utilidades financieras. Por eso, por ejemplo, entre los decretos de emergencia apareció la operación de reducción de encajes para que la banca privada le prestase al gobierno a una tasa que garantizaba medio billón de pesos de utilidad, esa utilidad solo provenía del dinero público; Operación financiera digna de un estructurador experto en especulación financiera como Carrasquilla. Una operación con la banca privada, con un dinero bancario que antes le representaba un costo: el encaje, y que hoy le generaba una rentabilidad por decisión de un ministro, precisamente cuando la tasa de interés internacional estaba en cero por ciento; o a través de las políticas del Banco de la República que le ha entregado a la banca privada más de 17 billones de pesos en liquidez. Los 17 billones efectivamente van a la banca, pero no a sus utilidades, sino al crédito para sus clientes, clientes que son, las empresas más grandes del país.
La banca rentística de Colombia pasó así de vivir de las rentas petroleras a vivir de las rentas del estado. Del petróleo al erario, ese es el camino que explica, porque si cayó la producción real en Colombia, las utilidades financieras se sostuvieron en un nivel muy alto.
Ahora bien, no es lo mismo vivir de las rentas petroleras que vivir de los impuestos que recibe el Estado. La renta petrolera es una transferencia de riqueza de los consumidores del mundo hacia el país a través de la exportación de hidrocarburos y de su precio internacional.
Un crecimiento de las utilidades financieras nacionales se sustentaba en última instancia, en los consumidores extranjeros de nuestros hidrocarburos, pero con la caída de los precios internacionales del petróleo, las utilidades financieras pasaron a sustentarse en los contribuyentes del estado.
La fuente de la ayuda estatal a la banca, pasa por operaciones como el pago de intereses en inversiones forzosas de la banca en títulos de deuda pública. Pasa por el pago de interés a los fondos privados de pensiones dueños también de títulos de deuda publica, es decir, que es el presupuesto estatal el que está pagando la posibilidad de pensión de los cotizantes de los fondos privados de pensiones, pero eso si, sin dejar de pagar la comisión por administración a los dueños de las administradoras de pensiones, que son los mismos banqueros: la fuente de la ayuda estatal pasa por una política de emisiones de dinero público o liquidez que se traslada, exclusivamente, a la banca privada.
La fuente de esta liquidez a la banca, y de la transferencia de recursos del estado a los fondos privados de pensiones, o de los intereses por compra de títulos públicos por parte de la banca, es básicamente la deuda pública.
Es por eso que la cifra del déficit fiscal se ha disparado.
Toda deuda se paga, y el pago en el caso del estado lo hacen los contribuyentes.
El sustento público de las ganancias del sector financiero del país, en época de caída abrupta de la economía, lo hace, el contribuyente colombiano.
Es por esto que el gobierno presenta una reforma tributaria hoy. Hay que aumentar los pagos del contribuyente al estado.
La reforma tributaria del 2019, ya había debilitado las finanzas del estado, disminuyendo los impuestos de los grandes capitales del país. El incremento de exenciones, el mantenimiento de otras como la de la deducción del pago de regalías por las petroleras y carboneras de la misma base gravable del impuesto de renta que deben pagar estas corporaciones, la reducción el impuesto de renta a los más ricos del país con la excusa del crecimiento del empleo, siguiendo la falsa teoría de la derecha de los EEUU sintetizada en la llamada curva de Laffer, cuando en realidad, el incremento del empleo, que se supone es la consecuencia de disminuir impuestos a los poderosos, nunca llegó.
Se calcula en 9 billones de pesos anuales la perdida de impuestos del Estado por las exenciones a los más ricos, pero además, son 25 billones lo que dejó de recibir el país por mantener la deducción de regalías de la base gravable del impuesto de renta de las petroleras.
La contribución de la reforma tributaria del 2019, presentada por Duque y aprobada por el Congreso, a la crisis económica actual es enorme. El congreso de la República debería pedir perdón al país por haber condenado las finanzas del estado a un gran déficit fiscal solo por servir los intereses de las castas económicamente más poderosas de la sociedad.
Ahora el gobierno de Duque, desesperado, presenta una nueva reforma tributaria con dos objetivos, primero, el de financiar el déficit dejado por su política de ayuda al sostenimiento de las utilidades del sector financiero privado del país, con los impuestos a la comida de los hambrientos, y con los impuestos a los que trabajan y en cualquier momento pueden perder el empleo, y el segundo objetivo es el de financiar, prolongando las ineficaces políticas sociales para controlar el covid, los votos por el centro democrático y sus candidatos.
Pasó desapercibido, para la prensa y sus analistas, un dato de la encuesta Invamer: el electorado de Martha Lucia Ramírez, representando todo el uribismo y la derecha juntas en segunda vuelta contra mi, tiene como principal base de apoyo electoral el estrato uno y dos del país. ¿Cómo se explica eso?
No es porque Martha Lucia se distinga por ser una abanderada de las causas populares, sino porque el ineficaz sistema de subsidios a los pobres para controlar el virus, si es eficaz para conseguir su voto. Esta es la gran apuesta del uribismo. Construir una clientela popular con los dineros del estado con la excusa de la lucha contra el Covid.
Salvar las utilidades financieras y comprar votos, hoy por hoy son los objetivos del gobierno de Duque y su reforma tributaria.
Por esta razón y a diferencia de la alcaldesa de Bogotá, que opina que se debe concertar con el gobierno la aprobación de la reforma tributaria, creo que hay que rechazarla de plano. Pensaba que podíamos presentar una ponencia alternativa mostrando nuestras propuestas tributarias progresivas y de cara a la defensa de la producción, el empleo y la justicia social, pero creo que eso generaría más confusión en la sociedad.
Hay que rechazar totalmente la reforma tributaria actual de Duque/Carrasquilla y, si queremos disminuir el déficit fiscal, hay que derogar la reforma tributaria del año 2019.