No se puede hacer hoy una columna de opinión y debate sin escribir sobre los acontecimientos recientes del país.
Dos hechos muy relacionados entre sí, hemos visto bajo nuestros ojos: los datos del DANE sobre pobreza y la inmensa movilización social que se ha desatado.
Los datos del DANE muestran que en Colombia creció la pobreza mucho más que su crecimiento promedio en América Latina. Llegamos a un nivel de pobreza del 42,5% de la población total. Es Bogotá, otrora la ciudad que lideraba las reducciones de pobreza, la que mas jalonó, por su número, el crecimiento cuantitativo de la pobreza. Un millón de personas se volvieron pobres en Bogotá con lo cual prácticamente quedó arrasado todo el esfuerzo de reducción que se había hecho desde el año 2003 y todo lo conseguido en cuanto a pobreza multidimensional en la Bogotá Humana.
Tres millones de personas se volvieron pobres en Colombia, y la suma total supera los 20 millones de pobres en el país.
Estas cifras lo que muestran es que no solo la política social de Duque no sirvió, sino que fue peor aún, la bogotana. A las limosnas las llamaron renta básica, cuando la renta básica representa precisamente una suma que hace superar la pobreza de quien la recibe. Dedicaron el dinero público a construir troncales de Transmilenio en vez de fortalecer la ayuda social y en la Nación se dedicó el dinero público al gasto para respaldar las utilidades bancarias y el salvamento de las más grandes empresas que no responden sino por una pequeña parte del empleo del país. Por tanto, el hambre avanzó y con ella, porque es su efecto, avanzó la inseguridad ciudadana. La clase media se desplomó hacia la pobreza o a la condición de vulnerabilidad y los pobres se desplazaron hacia la pobreza extrema.
Solo el campo resistió, pero no por los subsidios como dice el ministro de agricultura, sino porque el desplome del petróleo trajo la devaluación del peso y esta abarató nuestros productos agrarios de exportación: café, bananos, flores y encareció las importaciones de alimentos permitiendo aumentar la producción nacional.
Aquí de nuevo vimos la certeza de la parábola del aguacate y el barril de petróleo.
Al menos la pobreza no aumentó en el campo.
La frías cifras del DANE muestran que toda la política de reactivación económica es un fiasco. Entre marzo del año pasado y este marzo, solo se crearon 270.000 puestos de trabajo entre formales e informales, mientras se destruyó el doble, el balance final es la disminución real de la población ocupada en Colombia.
Hambre y más hambre es la conclusión de las cifras presentadas. Hoy Colombia es un país de hambre.
Y en medio de este escenario desolador, solo a Duque y a su ministro Carrasquilla se le podría haber ocurrido que el hambre se contrarresta poniendo impuestos a la comida y que el desempleo se contrarresta poniéndole impuestos a los que aún trabajan.
Solo por mantener las utilidades de los bancos y mantener las exenciones y rebajas de impuestos que se han hecho a los grandes capitales del país, principalmente petroleros, carboneros, y financieros, entonces acuden al expediente fácil del IVA a la comida y el impuesto a los asalariados y pequeños contratistas de servicios.
Duque debió saber, o alguien en ese gobierno debió decirlo, o algún ser inteligente que pasara por el palacio de Nariño debió advertir, que la reforma tributaria de Carrasquilla iba a desatar un estallido social.
Y llegó el estallido, la mas grande movilización social de los últimos tiempos.
Ya la gran prensa y el uribismo se preparaban para endilgarme no solo las movilizaciones sociales, sino además la violencia, pero decidí pronunciarme con un video llamando a la paz y la tranquilidad y pidiéndole a Duque cordura. Sabía que la histeria de la extrema derecha quedaría en el vacío.
Lo que vimos fue una de las mas grandes movilizaciones sociales de la historia del país. En cada ciudad pequeña mediana, afluían miles de manifestantes. Un rio humano se tomó las calles de Colombia, indignado por la tropelía estúpida del gobierno. Una sociedad entera decidió moverse a pesar del temor al covid. En las ciudades y en los barrios que habían sido santuarios del uribismo, sonaron masivamente las cacerolas y las movilizaciones.
Colombia decidió que la reforma de Duque no pasaría, que ya era hora de abandonar el confinamiento para gritar basta.
Pero Duque no escuchó, la prensa no entendió, ocupada la segunda en su tarea de mostrar los actos aislados de violencia, no vio las multitudes ni las comprendió, y el primero, simplemente no logró captar nada, solo atinó a repetir la nueva palabra inventada por su jefe: “el terrorismo vandálico”, que no tiene otro propósito que desatar la muerte oficial sobre los manifestantes como ya ocurre en Cali.
Lo más cuerdo que hoy podría suceder es que, con tranquilidad, Duque retirara la reforma tributaria de Carrasquilla. Eso permitiría la paz social que es indispensable para controlar la pandemia. Hoy Duque tiene en sus manos la mejor política anticovid: retirar la reforma tributaria. Pero la soberbia de Uribe y la de él mismo no los dejan. Juegan a la trampa, a ver como se desmoviliza la sociedad mientras con otros textos aprueban lo esencial de la reforma.
Nos dirán que la reforma tributaria es necesaria porque se necesitan recursos para financiar la política social del gobierno, es decir que se necesita quitarle dinero a los pobres y a los trabajadores para entregárselo a los pobres. Pero en realidad para buscar mas recursos no se necesita el proyecto de reforma tributaria.
Con derogar la reforma tributaria del 2019 basta.
La reforma tributaria del 2019, mal llamada Ley de Financiamiento, se construyó para disminuir los ingresos del Estado a partir de reducir impuestos a los grandes capitales, además de crearles nuevas exenciones.
Por tanto, la derogatoria de la reforma tributaria del 2019, allegaría billones de pesos al Estado. La diferencia respecto a aprobar la actual reforma tributaria está en que los billones que se necesitan saldrían de los grandes capitales a los que buscó favorecer Duque y Carrasquilla.
Lo cual no debería ser mirado con horror o bautizado de populismo, porque en un país con tanta hambre y con tanta desigualdad social, el que los que más tienen tributen más, no es sino una simple formula de justicia.
Soluciones como esta que proponemos, simples, porque solo se necesita una carta de retiro del proyecto firmada por el presidente y un proyecto de ley de una frase que derogue la reforma tributaria del 2019, son de muy difícil logro en el país.
Es que al proyecto político que gobierna el país en el presente siglo, casi desde sus inicios, no le gusta la justicia social. Solo quiere un estado manejado por una plutocracia.
Y por ello la movilización social debe guardar fuerza y acumularla para jornadas más contundentes, que como afirmé en mi alocución que llegó a seis millones de personas, debe centrarse en el cese de actividades y sobretodo de aquellas actividades que son básicas para la existencia de la plutocracia.
Parece algo incluso cómico, pero no comprar gaseosas le quita la base económica al principal financiador del uribismo. Pasarse de los fondos privados a colpensiones, afecta los intereses de Luis Carlos Sarmiento y el GEA. No hacer transacciones financieras, no sacar el carro, si es empresario permitir que sus empleados no vengan a trabajar los días de la jornada de protesta, o cerrar directamente negocios en los días de movilización, no subirse al Transmilenio o no sacar el taxi, son todas actividades no riesgosas frente al Covid, pero contundentes para llamar la atención a quienes, desde las grandes fortunas, apoyan la reforma tributaria de Duque.
Hoy tenemos una gran sociedad: la que se mueve. La que lucha. La que resiste. No puedo más que agradecerle. Sin esa sociedad hace tiempo seriamos victimas del fascismo y se habría extinguido toda esperanza de democracia en Colombia.
Esa gran sociedad tiene tareas por cumplir ahora a través del cese de actividades económicas para detener la reforma tributaria. Solo recomiendo ejecutar esa lucha sin violencias, sin confundir el objetivo.
Y no es que la movilización sea contradictoria con el cese de actividades, es decir: la huelga general, ambas en realidad se complementan, sino que la movilización debe ser no solo pacífica y por tanto masiva, sino eficaz.
Por mi parte vuelvo a reiterarle a Duque que haga lo más fácil: retire la reforma tributaria del Congreso.
Publicada en Cuarto de Hora