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De la barricada a la Multitud

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PorGustavo Petro

May 16, 2021

Han pasado más de dos semanas de paro y movilización social y es necesario que la gente que construye con nosotros la posibilidad de cambiar el país tenga unas directrices sobre el qué hacer para los días que están por venir.

Es muy compleja la situación actual y esta cargada de enormes peligros, barbarie y violencias. El camino de la paz y la tranquilidad que necesitan los cambios necesarios, nos lleva a que entre todos y todas encontremos los caminos que sean más eficaces así, de un lado, nos acusen falsamente de incendiarios, o del otro, de traidores.

Somos también responsables del país así no tengamos el poder, y en medio de los bárbaros, de los monstruos de la violencia, tenemos que alumbrar con responsabilidad los caminos de una democracia en donde quepamos todos.

Ya sabemos que estamos ante un gobierno que decidió, por defender las utilidades de unos banqueros, sacrificar el empleo, el bienestar de la sociedad y la lucha contra la pandemia.

Las políticas económicas y sociales que trazó Duque son un verdadero fiasco.

Con tamaño desastre, con la mitad de la población colombiana en la pobreza, con su economía arruinada, el uribismo tiene el descaro de propagar en sus redes de “fake news”, que somos responsables del desastre como si no hubiéramos advertido a tiempo y de manera pública al país, qué sucedería con una economía dependiente del petróleo si se caían sus precios internacionales, qué sucedería con la reforma tributaria del 2019 al bajar el recaudo de las corporaciones más grandes, tratando Duque de salvar irresponsablemente la rentabilidad de las petroleras, y qué sucedería con el sobre endeudamiento del país desatado solo para mantener las utilidades financieras incluidas las de los fondos de pensiones que sus administradores no son capaces de sostener.

En el año 2020 el país aumentó su deuda en 120 billones de pesos, nos endeudamos en USD $28.000 millones en un solo año. ¿Qué hizo Carrasquilla con ese dinero? No fue a los hogares de los pobres para calmar el hambre, no fue a la pequeña y mediana empresa privada para mantener la mayor parte del empleo del país, no fue a comprar vacunas, pruebas, unidades de cuidados intensivos, o a financiar el personal de salud.

Pero el uribismo no atiende razones, acostumbrado a hablarse a sí mismo, impedido de abrir discusiones con la pluralidad de la nación, prioriza, antes que nada, mantener una cauda electoral que cada vez parece más un rebaño adocenado en la mentalidad del anticomunismo, cuando el comunismo casi no existe; rebaño que reacciona sacando fusiles de su casa, cuando los engañan y manipulan anunciándoles que los indígenas entrarán armados a la ciudad a destruir sus bienes; rebaño al que ni siquiera se les ocurre dialogar con ellos, para saber si es cierto o no, sino que dispara al cuerpo, como antaño lo hacía, con espadas, el genocida Sebastián de Belalcázar, al que llegó a juzgar la Corona, pero que la élite blanca de Cali, heredera de los esclavistas, le hizo un monumento.

No solo en sus camionetas blancas cuatro puertas y sus fusiles de asalto, mostraron la cultura traqueta que les embarga y a la que admiran, sino que, además, demostraron que con simples campañas de “fake news” repartidas en whatssap, son capaces de arriesgar la vida de sus familias, sus bienes, y su propio país, condenándolo a violencias eternas. Gentes de mentes fáciles, manipulables, que van haciendo del uribismo un verdadero fascismo arrinconado y desesperado, y por ello peligroso.

No somos los responsables del desastre producido por los señores dirigentes del uribismo, Duque, Carrasquilla, Uribe. No hay más responsables que ellos.

Es más, advertimos al gobierno las consecuencias que tendría presentar una reforma tributaria basada en los impuestos a la comida en un país con hambre. Algo tan lógico como que no se debe presentar una ley con mayores impuestos a la comida precisamente cuando el hambre se dispara porque la sociedad estalla. Pero para Uribe era mejor que la lógica cediera su puesto a la irracionalidad y sacó del cubilete la teoría conspirativa neonazi de un vividor bien pagado por la Universidad Militar que nadie conoce, difusor de la tesis de la Revolución Molecular Disipada, para tratar de convencer a generales y mentes febriles que el desastre no era del gobierno sino del comunismo internacional, y que nosotros estábamos detrás de estallido social que él mismo produjo. Según su pobre lectura, si yo no existiera, las gentes habrían dejado que les pusieran impuestos a sus alimentos así comieran menos ellos y sus hijos.

Decidimos pues no darles excusas para que usaran electoralmente la muerte que ellos mismos producían con la barbarie desatada desde las fuerzas policiales del gobierno, no yendo a marchas, no dando instrucciones al respecto, silenciando mis redes. Y aún así terminé más en boca de ellos que nunca. Necesitaban a alguien a quien culpar de sus propios desastres y de su propia incapacidad.

Ante nuestra actitud respetuosa y tranquila, el gobierno literalmente ha llevado al país a un infierno y lo hace con los ojos abiertos y de manera predeterminada.

La Policía sabe que si agrede a la juventud barrial esta responderá indignada. Primero gases, después mutilaciones oculares, después muertes, y en medio de eso sus hombres de civil rompiendo algunas ventanas y saqueando establecimientos. Cada acción bárbara tendrá su reacción y así se mantendrán en el tiempo con saldo cada vez más alto de muertos, heridos y detenidos casi todos en edad juvenil. Acción y reacción por semanas y quizás meses, hasta el cansancio.

Saben que la juventud popular tenderá a quedarse en los barrios que consideran sus territorios en las zonas que conocen y que allí levantarán barricadas defensivas. Saben que las podrán golpear cada vez que quieran y que esa actividad al final no afectará a los dueños del poder y de la economía. La barbarie puede continuar durante meses y Duque se mantendrá impasible mientras aumenta el saldo mortal de la juventud.

Pocos le contarán a la juventud popular que, desde finales del siglo XIX, exactamente con la Comuna de París, el movimiento obrero llegó a la conclusión que la barricada era antesala de la derrota. Que la barricada no afecta al poder, y que por mucho heroísmo que se sienta, allí solo quedan los muertos y heridos del campo popular. Solo habría que leer o ver “Los Miserables” de Víctor Hugo, pero Caracol ni RCN transmitirán semejantes enseñanzas de la historia.

Por eso el movimiento obrero cambió la estrategia por una más ofensiva: la gran movilización hacia los centros del poder, la huelga general para afectar a los dueños de la economía.

Sea para cambiar el poder, con la insurrección, sea para modificar normas que ese poder expedía, las multitudes dejaron de usar barricadas en sus lugares de existencia y pasaron a organizar movilizaciones a donde el poder sería afectado.

Esta experiencia no es reconocida por la juventud popular de nuestras ciudades. En las zonas de la juventud barrial, se trata de resolver una vieja lucha acumulada de reacciones a la violencia policial en los barrios. Los agentes de policía han sido “educados” en una concepción que los lleva a pensar que el joven civil que ven en los parques y las esquinas es el enemigo. La misma estructuración de la policía como institución los lleva a la violencia y a la degradación. Los agentes de policía no tienen posibilidad de ascender en la carrera policial, el mundo de los ascensos es de los oficiales que pertenecen a otras capas sociales a las cuales el agente no puede acceder, él queda confinado para siempre en los bajos salarios, en las necesidades básicas de su familia. Su única opción económica por fuera de su salario de hambre es delinquir ayudando a la olla del barrio, y para ello encubre su labor golpeando a la juventud bajo la excusa que esta luchando contra las drogas.

La estrategia de guerra contra las drogas basada en la prohibición del consumo lleva al agente policial a ver a la juventud de la zona donde trabaja como el enemigo real, así la mayoría de los jóvenes no consuman drogas. Durante años continuos, día a día, existe una guerra anónima e invisible en cada barrio entre jóvenes uniformados y jóvenes civiles. Los CAI o estaciones de policía se han convertido así, en centros de detención de la juventud y muchas veces en centros de tortura, de violación sexual, de desaparición.

Cuando vienen las grandes movilizaciones sociales, esta guerra estalla. Solo se necesita que la policía lance el primer gas lacrimógeno, La juventud popular pone la cita, reacciona, destruye el CAI, o se enfrenta a la policía.

El mecanismo ya es conocido por los mandos policiales. Si se quiere violencia, solo hay que tirar gases, si se quiere más violencia no hay sino que matar jóvenes.

La barricada barrial expresa esta indignación. Allí no esta la guerrilla, ni los partidos políticos, ni los sindicatos, ni el narcotraficante, ni el terrorista, como dice la gran prensa; allí está es la indignación por la barbarie, por la discriminación total, por la vida sin futuro, allí los sin futuro se enfrentan a muerte, el joven civil y el agente de policía; de sus muertes, de sus golpes entre sí no se entiende nadie, porque al gobierno no le importa ni el uno ni el otro. Allí el joven se expresa contra la policía, y la policía responde con más barbarie para provocar más indignación y más barricadas.

Las barricadas distraen la atención de la población movilizada en acciones defensivas donde solo pierden los jóvenes, en donde solo pierden los pobres porque el campo de batalla está en sus barrios, donde es fácil aislar la juventud popular por el desespero del tendero, del pequeño comerciante o del transportador que se siente agredido, y con razón, por la barricada.

El aislamiento de la juventud más aguerrida del resto de la sociedad la hace más vulnerable, más derrotable.

El uribismo se siente cómodo con la barbarie y con la actual forma de protesta social y por eso dilata la negociación; solo tiene que desatar más barbarie, para tener más barricadas defensivas y derrotables.

Mientras tanto busca que la “sociedad de bien” rechace el paro, que la mayor parte de la sociedad este cada vez más temerosa y asustada por la violencia, cansada por el bloqueo de las barricadas y acuda en masa a votar por el que diga Uribe, y derrote la posibilidad política de un cambio social en Colombia.

La actual violencia y barbarie desatada por el gobierno de Uribe en los barrios populares tiene como objetivo obtener más votos. Matan con calculo electoral.

Por eso creo que hay que dejar las barricadas como forma de lucha y pasar a la movilización enorme y pacífica que vaya a los centros del poder político y económico de quienes si son culpables de la situación que vivimos.

En la barricada barrial se termina enfrentando el tendero del barrio, el agente de policía y el joven entre sí, todos pobres. En la movilización activa hacia los centros del poder, se dirime una lucha entre la multitud y el poder. Se construye una opción.

La gente de Colombia Humana debe dialogar con la juventud popular, y deliberar con ella para permitir que la movilización social pase a las grandes multitudes.

Y las grandes multitudes conformadas en su diversidad por la juventud de todos los colores debe levantar la agenda de cambios concretos y dialogarlos y pactarlos con el gobierno.

El gobierno de Duque no negociará y pactará si tiene frente a sí barricadas en barrios populares y pueblos, sabe que puede golpearlos con toda la brutalidad de su fuerza y prolongar el conflicto hasta el cansancio, sin que en realidad se alteren las ganancias de sus amigos, los banqueros, los petroleros, los carboneros, los dueños de gaseosas, los grandes contratistas del estado.

El pueblo cosechará por esa vía los muertos, y los rencores entre sí, la división social, generada por los bloqueos.

Pero si construimos las grandes movilizaciones que afecten las ganancias de los amigos de Duque, éste se verá presionado a pactar.

Y aquí el concepto de negociación también varía. Hay quienes dicen que no hay que hablar con Duque sino tumbarlo. Si Duque cae, lo reemplazará Martha Lucía, la de la operación Orión, nada cambia; y si cae Martha Lucía llegará Char, y si caen todos llegarán los militares, no habrá el cambio en Colombia como sueña Uribe. No habrá elecciones en el 2022. Pero también, mal hacen los grupos políticos al ir a hablar con el presidente, reemplazando oportunistamente a quienes luchan en las calles, porque este asume la posición de la real audiencia. El gobierno escucha, pero no pacta, reemplaza la democracia que consiste en que las sociedades hagan las normas, por la escucha que encubre que una minoría hace las normas.

Ese tipo de dialogo, no es sino una trampa, confeccionada para dejar pasar el tiempo, y así aumentar la barbarie y la zozobra en espera que millones de colombianos como en el pasado, vuelvan a votar por el que se autodenomina dueño de la seguridad y el orden.

La fortaleza de las multitudes movilizadas sí afecta el verdadero poder y no al vecino del barrio, puede cambiar la forma del dialogo tramposo para llevarlo a algo que puede enriquecer la raquítica democracia colombiana, el que el poder sea capaz de pactar reformas con la multitud.

El comité de paro debe adaptarse a esta nueva realidad. No lidia con un movimiento sindical, debe dirigir una multitud permanente y eso implica abrir sus instancias a delegados de la multitud, comenzando por las juventudes populares.

Las juventudes populares deben realizar asambleas en sus puntos de resistencia, nombrar delegados y con ellos y ellas conformar coordinadoras por ciudad. Evitar la dislocación de las mesas locales de negociación como propone Uribe para dividir y diluir, y al contrario, nombrar delegados para integrase en el comité del paro y liderar una negociación nacional.

El comité de paro ampliado es el instrumento de la negociación de una agenda de las multitudes. De ese pacto puede surgir la ampliación de la cobertura de la educación superior, el cambio del modelo de salud en las barriadas pobres, puede surgir la reestructuración de la policía para que el agente de policía pueda ascender en toda la carrera hasta ser general, puede lograr que cambie la política sobre consumo de drogas para que ésta deje de estar en el ministerio de defensa y pase a estar en el ministerio de salud pública. Y algo fundamental para la juventud popular: se puede lograr una política de empleo garantizado del estado.

Hay tres maneras en el corto plazo de garantizar empleo para la juventud:

1. El Estado emplea. Construye grandes fuerzas laborales para realizar trabajos que el mercado no considera como tales: expandir el arte, arborizar, cuidar la niñez, construir los bienes públicos comunitarios, etc.
2. El Estado financia. Con una fuerte inyección de liquidez del Banco de la República, al banco Agrario, como hizo con la banca privada, pueden construirse cooperativas juveniles de producción, a partir de las nuevas tecnologías digitales.
3. La empresa privada emplea. Si los empresarios pudieron percibir, lo que significa la discriminación de la juventud y el potencial insurreccional que conlleva, pues debe pactar la apertura de puestos de trabajo en el país a decenas de miles de jóvenes. La tesis del aprendiz no sirve, es del siglo XIX. Las empresas deben ampliar sus plantas a la juventud.

Si la juventud se queda en la barricada no habrá un pacto como éste, sino que el uribismo los usará en la resistencia permanente para generalizar la zozobra en el resto de la sociedad en la búsqueda de ganar las elecciones o dar un golpe.

Si la juventud participa y dirige las multitudes hacia los centros de poder social, político y económico, se podrá presionar a Duque al Pacto social.

De la barricada a la multitud; de la barricada y el bloqueo a la movilización pacífica y multitudinaria hacia los centros del poder,

Los invito jóvenes a deliberar sobre estas propuestas, y los invito también empresarios a tratar con mente abierta esta nueva realidad, e invito a Duque a estar en disposición de pactar.

Sobre el autor

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Gustavo Petro

Gustavo Francisco Petro Urrego, senador de la República de Colombia, político y economista de ascendencia italiana, ​​exmilitante de la extinta guerrilla M-19, fundador del movimiento político Colombia Humana, candidato para la presidencia de Colombia 2022.

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