Camilo tiene la marcada preocupación porque haya mayor claridad en el uso adecuado de los conceptos que explican la organización del orden social y económico en el marco de las relaciones de poder que guían el mundo. De ahí que considere que al hablarse de programación económica esta denominación debe ser precisada para poder hacer cualquier consideración al respecto.1 Para él, todo programa supone una previsión del futuro. Supone un plan. Por eso es necesario definir qué entendemos por planeación económica y en qué sentido la programación puede ser sinónimo de planificación.
Camilo considera que la programación económica puede ser una previsión que no tenga ninguna seguridad de cumplirse. Puede ser también parte de una planificación económica; concepto que asume y busca precisar para darle la mayor claridad en materia de significación y de sentido de manera que al referirse a él se sepa
qué es exactamente de lo que se está hablando. La planificación económica es el conjunto de medios y de fines que se determinan para la producción de los bienes y servicios de una determinada sociedad. Por esta razón, Camilo considera que la planificación económica puede ser distinta de una comunidad a otra, de un país a otro, de una región socio-económica a otra. También puede variar de acuerdo con los regímenes y la clase de autoridad que la plantea y ejecuta. Conoce que las variables de la planificación económica son diferentes en un país capitalista, desarrollado o en proceso de desarrollo, o en un país socialista. Se preocupa por hacer explícita esa diferencia.
Camilo considera que la planificación en los países socialistas fue el resultado de las necesidades, más que un efecto premeditado de los técnicos marxistas. La Unión Soviética tuvo que abordar desde el principio del régimen socialista la penuria de materias primas. Fue necesario centralizar su repartición. Esta centralización y esta repartición, exigieron a su vez una centralización de informaciones. La labor del Consejo Superior de la Economía Nacional (creado por Lenin el 5 de enero de 1918) se redujo al principio, a la aplicación a la industria de los “cuestionarios estadísticos” utilizados para la agricultura, desde hacía mucho tiempo en otros países.
Para Camilo las condiciones que genera el orden de las necesidades es el que establece las rutas de la planeación y de la organización de los procesos productivos en el sistema socialista. Así, en el caso de Rusia desde muy temprano la revolución dio origen al Servicio de Coyuntura que hacía previsiones al nivel nacional, que poco a poco se transformaron en directivas. El Gosplan (Comisión del Plan de Estado) comenzó en 1923 a hacer proyectos de planes quinquenales para la industria metalúrgica y los transportes. Pero solamente después de quince años se fijaron métodos y teoría para una planificación nacional.
Camilo hace visible que el proceso de organización de la producción rusa no inició con una estatización de los medios productivos, sino que en el inicio se mantuvo la propiedad privada y que la planificación, por esa razón, no era muy diferente de la de los países capitalistas. Camilo reconoce que al comienzo la planificación se llevó a cabo respetando la propiedad privada de la mayoría de los medios de producción. Por lo tanto no era muy diferente de la planificación que se hace hoy en países capitalistas. Solamente cuando el Estado controló los principales medios de producción, pudo planificar con verdadera fuerza imperativa. Comprende Camilo que no hay lugar para los supuestos de lo que pudo haber sido una sociedad si hubiese seguido otro camino distinto al transitado. Para él hay que atenerse a los hechos y analizarlos como sucedieron históricamente. La Unión Soviética, gracias en gran parte a su sistema de planeación económica, con control del Estado sobre los medios de producción, ha llegado a ser hoy en día, por lo menos la segunda potencia económica del mundo, partiendo de un estado de subdesarrollo en el año 1917.
La razón del logro de la Unión Soviética, de pasar del subdesarrollo a ser una potencia mundial, sin necesidad de adentrarse demasiado en la teoría marxista de la plusvalía se debió a haber utilizado, casi en su totalidad y en forma progresiva las ganancias de la producción nacional, en fines comunes y técnicamente planificados.
Resultado que para Camilo tiene una estrecha relación de causalidad con la teoría marxista la planificación económica en los países capitalistas de la misma manera que en los países socialistas, es un efecto del desarrollo económico y de la competencia. Sin embargo, las características de la planeación, son aún muy diferentes a las que son propias de los países socialistas. “La producción en un régimen liberal sería más en función del interés particular, que de necesidades generales a las cuales se adaptan difícilmente”, afirma Camilo, apoyado en Campion.
Camilo conoce que los logros alcanzados por el desarrollo capitalista tienen tras de sí una estela de injusticia y explotación de las clases trabajadoras propias y ajenas. Y, que en gran medida, el logro de la satisfacción de las necesidades generales de su población trabajadora se debe al sacrificio y hambre que padecen las clases trabajadoras ajenas.
Los procesos económicos, advierte Camilo, no vienen solos sino que lo hacen acompañados de los agentes que generan sus contradicciones y conflictos, obligando a los bloques minoritarios a responder a las demandas de los bloques mayoritarios, en relación con la satisfacción de sus necesidades generales. Por esto señala que recién establecidos los regímenes democráticos, los grupos de presión minoritarios orientaban la política económica. El desarrollo económico trajo consigo, un desarrollo social caracterizado por una elevación de los niveles culturales y económicos de los grupos mayoritarios. La doctrina marxista y el movimiento social-cristiano alimentaron la formación de organizaciones populares. La escasez de mano de obra calificada primero, de mano de obra nacional en general, después, hicieron más poderosas las organizaciones nacionales trabajo. Con la elevación del ingreso nacional vino la elevación evidente, aunque no proporcional, del nivel económico de los grupos mayoritarios. Esto facilitó el aumento del nivel educacional, de las cooperativas de todo género, dentro de estos mismos grupos que empezaron a ejercer presiones diversas y eficaces sobre los organismos gubernamentales. El juego de fuerzas entre las minorías, detentadoras del poder económico y las mayorías organizadas, se hizo más equitativo. Los intereses particulares se hicieron más generales.
No obstante, para Camilo es claro que las conquistas de los trabajadores en el orden interno de los países desarrollados no se trasladaban de manera mecánica a los trabajadores del capitalismo en el orden internacional; a los trabajadores de los países que él llama indigentes.
Señala Camilo que, en relación con la política internacional, los intereses de los países indigentes eran sacrificados a los de los países ricos. La predicción de Lenin comenzó a cumplirse: el capitalismo nacional se convirtió en imperialismo internacional.
Camilo considera que la característica que diferencia fundamentalmente a la planificación capitalista de la planificación socialista es el grado de control sobre las inversiones y la rapidez con que este se adquiere. Señala Camilo que en el momento actual (1964), el control sobre las inversiones, ejercido en los países capitalistas, realizado por sistemas indirectos tales como los impuestos, el crédito, los subsidios, es bastante generalizado. Sin embargo, nunca alcanza al grado de intensidad de los países socialistas y los intereses particulares, aunque intervenidos, no dejan de ser importantes en las decisiones de la política en general. En cuanto a la rapidez, es cierto que la adquisición del control supuso en los países socialistas un proceso de varios años. Con todo, la orientación hacia los intereses comunes y el criterio técnico imperaron desde un principio y el proceso fue evidentemente más corto.
Al abordar el tema de la planeación en los llamados países del tercer mundo, la entrada que hace Camilo está impregnada de la tragedia representada por las posibilidades de un desarrollo dependiente y subordinado políticamente al poder de los países capitalistas desarrollados, en esa fase que acaba de enunciar como imperialista.
A este respecto Camilo señala que los países indigentes han sido llamados países subdesarrollados, países en desarrollo o en vía de desarrollo. Las denominaciones diversas, últimamente han adquirido un carácter eufémico más conforme a una delicadeza paternalista que a un criterio técnico. El subdesarrollo tiene evidentemente diversos grados.
Sin embargo, un país subdesarrollado es diferente de un país “en desarrollo”. El primero se encuentra estructuralmente
imposibilitado para desarrollarse. El segundo ya ha pasado por el que se ha solido llamar “punto de arranque” del desarrollo. De lo contrario no se podrá llamar “en desarrollo”.
La postura que asume Camilo para la búsqueda del desarrollo de los países indigentes y en vías de desarrollo está atravesada por un eclecticismo positivo, que busca tomar del conjunto de las experiencias mundiales lo que sea más útil y práctico para dinamizar los procesos de modernización e inclusión económica.
Por esta razón, Camilo llega a afirmaciones como: la planificación en los países subdesarrollados debe beneficiarse, hoy en día, de las experiencias adquiridas en la materia, tanto por los países capitalistas como por los países socialistas.