Para hacer la guerra en este tipo de terrenos, es decir, no muy accidentados, sin bosques, con muchas vías de comunicación, deben cumplirse todos los requisitos fundamentales de la guerra de guerrillas, sólo que cambiarán las formas de hacerlo.
Cambiará, digamos, la cantidad, no la calidad de la guerra de guerrillas. Por ejemplo: para seguir el mismo orden anterior, la movilidad de este tipo de guerrillas debe ser extraordinaria, el golpe dado, con preferencia nocturno, debe ser sumamente rápido, explosivo casi, y la retirada no solamente veloz, sino que debe la guerrilla moverse hacia lugares distintos al de su origen, lo más lejos posible de la acción, considerando siempre que no haya una posibilidad de guarecerse en un lugar inaccesible a las fuerzas represivas.
Un hombre puede caminar durante las horas de la noche entre treinta y cincuenta kilómetros, pero durante las primeras horas del día también se puede marchar, salvo que las zonas de operaciones no estén perfectamente controladas y haya el peligro de que los vecinos del lugar vean la tropa pasar y comuniquen al ejército perseguidor la situación, en dónde la vio y el rumbo. Siempre es preferible, en estos casos, actuar de noche, en el mayor silencio posible antes y después de realizar la acción y se deben elegir las primeras horas nocturnas. También aquí los cálculos fallarán pues habrá veces que las horas de la madrugada serán mejores. Nunca conviene habituar al enemigo a una forma determinada de guerra; hay que variar constantemente los lugares y las horas de operación y las formas de hacerlo también.
Ya dijimos que la acción no puede ser persistente sino rápida; tiene que ser de un grado de efectividad muy grande, de pocos minutos, seguida de una retirada inmediata. Las armas empleadas aquí no serán las mismas que en los casos de terrenos favorables; es preferible tener la mayor cantidad de automáticas; en los ataques nocturnos la puntería no es un factor determinante sino la concentración de fuego; cuanto más armas automáticas tiren a menor distancia, más posibilidades hay de que el enemigo sea aniquilado.
Además, las explosiones de las minas en los caminos y la destrucción de puentes, son factores de mucha importancia a tener en cuenta; la agresividad será mucho menor en cuanto a persistencia de los ataques, en cuanto a continuidad de los mismos, pero podrán ser de mucha violencia, podrán utilizarse armas diferentes también, como las minas ya descritas y la escopeta. En vehículos descubiertos y muy cargados de hombres que son, en general, los utilizados para el transporte de tropas, e incluso en vehículos cubiertos que no tengan defensas especiales, como pueden ser ómnibus o similares, la escopeta es un arma tremenda. Una escopeta cargada con balines es de la mayor efectividad. No es este un secreto de las guerrillas, se utiliza también en las grandes guerras y los norteamericanos tenían pelotones de escopeteros con armas de gran calidad armadas de bayonetas para asaltar nidos de ametralladoras.
Hay un problema importante a dilucidar, el del parque: éste será casi siempre quitado el enemigo. De modo que hay que dar golpes donde haya la seguridad absoluta de restituir el parque gastado a menos que se cuente con provisiones grandes en lugares seguros; es decir, no se puede arriesgar un ataque aniquilador contra un grupo de hombres si esto ha de costar la totalidad del parque y no se va a poder recoger. Siempre en la táctica de la guerrilla es de considerar el grave problema del abastecimiento del material bélico fundamental para continuar la lucha. Por eso las armas deben adecuarse a las que tiene el enemigo salvo algunas cuyo parque pueda ser obtenido en la zona misma o en las ciudades, como son los revólveres o escopetas.
El número de hombres que pueda tener una guerrilla de este tipo no debe ser superior a diez o quince. Es de enorme importancia considerar siempre las limitaciones de número en cuanto a la integración de un solo cuerpo combativo; diez, doce, quince hombres pueden esconderse en cualquier lugar y al mismo tiempo oponer al enemigo una resistencia poderosa y apoyarse mutuamente; cuatro o cinco quizá sería un número muy pequeño, pero cuando el número pasa de diez las posibilidades de que el enemigo los localice, en su campamento de origen o en alguna marcha, son mucho mayores.
Recuérdese que, en marcha, la velocidad de la guerrilla es igual a la velocidad de su hombre más lento. Es más difícil encontrar uniformidad de marcha en veinte, treinta o cuarenta hombres, que en diez. Y el guerrillero del llano debe ser fundamentalmente un corredor. En el llano es donde la práctica de la pega y huye debe adquirir su máxima expresión. Las guerrillas del llano tienen el enorme inconveniente de poder ser cercadas rápidamente, de no tener lugares seguros donde oponer una resistencia firme y, por lo tanto, deben vivir en unas condiciones de absoluta clandestinidad durante un largo tiempo del proceso, pues no se puede confiar en ningún vecino cuya fidelidad no esté perfectamente probada. Las represiones del enemigo son tan violentas, tan brutales, en general, llegando no sólo al cabeza de familia, sino muchas veces a mujeres y niños, que la presión sobre individuos no muy firmes puede determinar en cualquier momento que «aflojen» y den indicaciones de dónde está y cómo opera la guerrilla, lo que provocaría inmediatamente un cerco con consecuencias siempre desagradables, aunque no necesariamente mortales, para la misma. Cuando las condiciones, el acopio de armas, el estado insurreccional del pueblo, obliguen a aumentar el número de hombres, deben dividirse las guerrillas. Si es necesario, en un momento dado, pueden reunirse para dar un golpe, pero de tal forma, que inmediatamente después se haga la dispersión hacia las zonas habituales, ya divididos en pequeños grupos de diez, doce o quince hombres.
Se puede perfectamente organizar verdaderos ejércitos con un mando único y obtener el respeto y la obediencia a ese mando, sin necesidad de estar agrupados. Es por ello que es muy importante la elección del jefe de la guerrilla, y la seguridad de que este jefe va responder ideológica y personalmente al jefe máximo de la zona.
Una de las armas que pueden ser usadas por la guerrilla -arma de tipo pesado- de muy gran utilidad por su fácil transporte y manejo, es la bazooka. En la actualidad, la granada antitanque de los fusiles puede reemplazarla. Naturalmente, será un arma tomada al enemigo. Es ideal para disparar sobre vehículos blindados y aun sobre vehículos sin blindaje que estén cargados de tropas, y para tomar pequeños cuarteles con una guarnición reducida, en poco tiempo, pero es necesario apuntar que solamente se puede llevar como máximo, y haciendo ya un considerable esfuerzo, tres obuses por hombre.
En cuanto a esto de la utilización de las armas pesadas tomadas al enemigo, es natural que no se puede desperdiciar ninguna, pero hay armas, como la misma ametralladora de trípode, ametralladora pesada calibre cincuenta, &c., que si son tomadas, podrán ser utilizadas con un sentido de conformidad frente a su pérdida eventual; es decir, no podrá darse una batalla en las condiciones desfavorables que estamos analizando para defender una ametralladora pesada o algún otro utensilio de este tipo; simplemente utilizarla hasta el momento táctico en que sea preciso abandonarla en una posición. En nuestra guerra de liberación, abandonar un arma constituía un grave delito y no se dio nunca el caso de que se admitiera un pretexto como el apuntado, pese a lo cual, lo expresamos, explicando claramente la única situación en que no constituiría motivo de escarnio. El arma del guerrillero en terrenos desfavorables es la personal de tiro rápido.
Las mismas características de fácil acceso son las que en general permiten que la zona sea habitable y que haya una buena concentración campesina en esos lugares, y eso favorecerá enormemente el abastecimiento; teniendo gente de confianza, haciendo contacto con los establecimientos encargados de expender víveres a la población, se puede mantener perfectamente una guerrilla sin tener que dedicar tiempo ni mucho dinero a líneas de comunicaciones largas y peligrosas. También en esto es bueno recalcar que cuanto más pequeño sea el número de hombres, más fácil se conseguirá la comida de éstos. Los abastecimientos esenciales, hamacas, frazadas, tela impermeable, mosquiteros, zapatos, medicinas y comida se encontrarán directamente en la zona. Son objetos de uso diario por los habitantes de la misma.
Las comunicaciones serán mucho más fáciles en el sentido de poder contar con mayor número de hombres, muchas más vías para llevarlas a cabo, pero serán mucho más difíciles en cuanto a la seguridad necesaria para poder llevar un mensaje a un lugar lejano, pues habrá que contar con una serie de contactos en los cuales se tendrá que confiar y existirá el peligro de una eventual captura de alguno de los mensajeros que transiten constantemente por zonas enemigas. Si los mensajes no son de mucha importancia, debe utilizarse la forma verbal, si lo son, habrá que utilizar la forma escribe y en clave, puesto que la experiencia enseña que la transmisión oral de boca en boca desfigura completamente cualquier comunicación transmitida en estas condiciones.
Por las mismas razones apuntadas, además de considerar la extrema dificultad del trabajo, las industrias adquirirán mucha menor importancia. No se podrán hacer fábricas de zapatos ni de armas. Prácticamente deberán limitarse a pequeños talleres muy bien ocultos donde se puedan recargar cartuchos de escopetas, fabricar algún tipo de mina, niples, en fin, lo adecuado para el momento. Se podrá contar, en cambio, con todos los talleres amigos de la zona para la clase de trabajo que sea necesario.
Esto nos lleva a dos consecuencias emanadas lógicamente de lo dicho. Una de ellas es que las condiciones de sedentarización en cuanto a la guerra de guerrillas son inversas al grado de desarrollo productivo del lugar dado. Todos los medios favorables, todas las facilidades para la vida del hombre hacen tender a éste a la sedentarización, en la guerrilla sucede todo lo contrario: mientras más facilidades haya para la vida del hombre, más nómada, más incierta será la vida del guerrillero. Es que en realidad se rigen por el mismo principio. Precisamente el título de este capítulo es «La acción en terreno desfavorable» porque todo lo que es favorable a la vida humana con su secuela de comunicaciones, de núcleos urbanos y semiurbanos de grandes concentraciones de gentes, de terrenos fácilmente trabajados por la máquina, &c., colocan al guerrillero en una situación desventajosa.
La segunda conclusión es que, si el trabajo guerrillero debe traer aparejado necesariamente un importantísimo trabajo de masas, muchísimo más importante es este trabajo en la zona desfavorable, es decir, en las zonas donde un sólo ataque enemigo puede provocar una catástrofe. Debe ser allí continua la prédica, continua la lucha por la unión de los trabajadores, de los campesinos mismos, de otras clases sociales si las hubiera en la zona, para lograr una homogeneización total del frente interno con respecto a los guerrilleros. Y esta labor de masas, este trabajo constante en el aspecto masivo de las relaciones de la guerrilla y los habitantes de la zona, debe también considerar el caso individual del enemigo recalcitrante y eliminarlo sin contemplaciones cuando constituya un peligro. En esto, la guerrilla debe ser drástica. No pueden existir enemigos dentro de la zona de operaciones en lugares que no ofrezcan seguridad.