Con la intención de dar a conocer los esfuerzos realizados por personajes nacionales e internacionales a favor de la paz de Colombia y de Latinoamérica, contaremos la historia a través de diferentes libros y textos que AlCarajoOrg publicará.
Todos los lunes estaremos publicando los textos del médico, político, escritor, periodista, guerrillero y revolucionario Ernesto Guevara, argentino nacionalizado en Cuba.
La organización de una guerrilla
La organización de una guerrilla no puede hacerse siguiendo un esquema rígido; habrá innumerables diferencias, producto de la adaptación al medio en que se aplique. Por razones de exposición supondremos que nuestra experiencia tiene valor universal, pero recordando siempre que, al divulgarla, se está dejando, en cada momento, la posibilidad de que haya una nueva manera de hacerlo que convenga más a las particularidades del grupo armado de que se trate.
El número de los componentes de la guerrilla es uno de los problemas más difíciles de precisar; hay diferentes números de hombres, diferente constitución de la tropa, como ya hemos explicado. Vamos a suponer una fuerza situada en terreno favorable, montañoso, con condiciones no tan malas como para estar en perpetua huida, pero no tan buenas como para tener base de operaciones. Un núcleo armado situado en este panorama no debe tener como unidad combatiente más de 150 hombres y ya esta cantidad es bastante alta; el ideal sería unos cien hombres. Esto constituye una columna y está mandada, también de acuerdo con la escala jerárquica cubana, por un comandante, es bueno recalcar que en nuestra guerra se hizo omisión de los grados de cabo y de sargento, por considerarlos representativos de la tiranía.
Partiendo de estas premisas, un comandante manda el total de las fuerzas, de 100 a 150 hombres, y habrá tantos capitanes como grupos de 30 ó 40 hombres puedan formarse. El capitán tiene la función de dirigir y aglutinar su pelotón, hacerlo pelear casi siempre unido y encargarse de la distribución y de la organización general del mismo. En la guerra de guerrillas la escuadra es la unidad funcional. Cada una, aproximadamente de 8 a 12 hombres, tiene un teniente, el que cumple unas funciones análogas a las de capitán para su grupo, pero tiene que estar en constante subordinación a éste.
La tendencia operacional de la guerrilla, que es actuar en núcleos pequeños, hace que la verdadera unidad sea la escuadra; 8 ó 10 hombres es el máximo que puede actuar unido en una lucha en estas condiciones y, por lo tanto, actuará el grupo bajo las órdenes del jefe inmediato, muchas veces separados del capitán, aunque en el mismo frente de lucha, salvo circunstancias especiales. Lo que no se debe hacer nunca es fraccionar la unidad y mantenerse así en los momentos en que no hay lucha. Cada escuadra y pelotón tendrán asignados el sucesor inmediato en caso de que caiga el jefe, el que debe estar lo suficientemente entrenado para poder hacerse cargo inmediatamente de su nueva responsabilidad.
Uno de los problemas fundamentales de esta tropa, en la cual desde el último hombre hasta el jefe deben recibir el mismo trato, es la alimentación. Esta adquiere una importancia extrema debido no sólo a la subnutrición crónica, sino también por ser el reparto el único acontecimiento cotidiano. La tropa, muy sensible a la justicia, mide con espíritu crítico las raciones; nunca debe permitirse el menor favoritismo con nadie. Si por alguna circunstancia la comida se reparte entre toda la columna, debe establecerse un orden y respetarlo estrictamente y, al mismo tiempo, respetar también las cantidades y calidades de alimentos dado a cada uno. En la distribución de vestimentas el problema es diferente; serán artículos de uso individual. Deben primar en estos casos dos hechos; primero, la necesidad que tengan los reclamantes, que casi siempre serán superiores a la cantidad de objetos a distribuir y, segundo, el tiempo de lucha y los méritos que tenga cada uno de los mismos.
El sistema del tiempo y los méritos, difícil de precisar, debe ser llevado en cuadros especiales por algún encargado de ello, sujeto a la inspección directa del jefe de la columna. Exactamente igual sucede con los otros artículos que eventualmente lleguen y que no sean de uso colectivo. El tabaco y los cigarros deben ser repartidos de acuerdo con la norma general de igual trato a todo el mundo.
Para esta tarea de reparto debe haber personas encargadas especialmente de hacerlo. Es preferible que pertenezcan directamente a la Comandancia. La Comandancia realiza, pues, tareas administrativas, de enlace, muy importantes, y todas las otras fuera de lo normal que deban hacerse. Los oficiales de más inteligencia deben estar en ella, sus soldados deben ser despiertos y de un sentido de sacrificio llevado al máximo, pues las exigencias serán en la mayoría de los casos superiores a la del resto de la tropa; sin embargo, no pueden tener derecho a ningún trato especial en la comida.
Cada guerrillero lleva su equipo completo, pero hay una serie de implementos de importancia social dentro de la columna que deben ser distribuidos equitativamente. Para esto pueden establecerse dos criterios, dependiendo ellos de la cantidad de gente desarmada que tenga la tropa. Uno de ellos es el distribuir todos los objetos como medicinas, implementos médico-quirúrgicos u odontológicos, comida extra, vestuario, enseres generales sobrantes, implementos bélicos pesados, en forma igualitaria entre todos los pelotones, que se responsabilizarán de la custodia del material asignado. Cada capitán distribuirá los enseres entre las escuadras, y cada jefe de escuadra entre sus hombres. Otra solución a emplear, cuando no toda la tropa está armada, es hacer escuadras o pelotones especiales encargados del transporte; esto suele ser más beneficioso, pues no se recarga tanto al soldado, ya que los desarmados están libres del peso y responsabilidad del fusil. De estos modos no corren tanto peligro de perderse las cosas, pues están más concentrados y al mismo tiempo constituye un incentivo para los portadores cargar más y mejor y demostrar más entusiasmo, ya que puede ser uno de los premios que permita el empuñar el arma en un futuro. Estos pelotones marcharán en las últimas posiciones y tendrán los mismos deberes y el mismo trato que el resto de la tropa.
Las tareas a realizar en una columna varían de acuerdo con la actividad de la misma. Si permanece en el campamento habrá equipos especiales de vigilancia. Conviene tener tropas aguerridas, especializadas, a las que se les dé algún premio por esta tarea, y que en general consiste en cierta independencia o en distribuir algún exceso de golosinas o tabaco entre los miembros de las unidades que hagan tareas extraordinarias, después de haber repartido lo que corresponde a toda la columna. Por ejemplo, si son 100 hombres y hay 115 cajetillas de cigarros, esas 15 cajetillas extras podrán ser distribuidas entre los miembros de las unidades a las que me he referido. La vanguardia y la retaguardia, perfectamente diferenciadas del resto, tendrán a su cargo las tareas principales de vigilancia, pero cada uno de los pelotones debe tener la suya propia. Cuanto más lejos del campamento se vigile, estando en zona libre, sobre todo, mayor es la seguridad del grupo.
Los lugares elegidos deben estar en una altura, dominar una amplia área de día y ser de difícil acceso durante la noche. Si se va a permanecer algunas jornadas, es conveniente construir defensas que permitan sostener el fuego adecuadamente en caso de un ataque. Estas defensas pueden ser destruidas al retirarse la guerrilla del lugar o abandonar las mismas si las circunstancias ya no hacen necesario un ocultamiento total del paso de la columna.
En sitios en que se establezcan campamentos permanentes, las defensas deben ir perfeccionándose en forma constante. Recuérdese que, en una zona montañosa, en terreno adecuadamente elegido, la única arma pesada efectiva es el mortero. Utilizando techos adecuados con los materiales de la región, maderas, piedra, &c., se logra hacer refugios perfectos que impiden la aproximación de las huestes contrarias, resguardando a las propias de los obuses.
En el campamento es muy importante mantener la disciplina, disciplina que debe tener características educativas, haciendo que los guerrilleros se acuesten a determinada hora, se levanten también a hora fija, impidiendo que se dediquen a juegos que no tengan una función social y que tiendan a disolver la moral de la tropa, prohibiendo la ingestión de bebidas alcohólicas, &c. Todas estas tareas las realiza una comisión de orden interior, elegida entre los combatientes de más méritos revolucionarios. Otra misión de éstos, es impedir que se encienda fuego en lugares visibles desde lejos, o que se levanten columnas de humo cuando todavía no ha anochecido y también vigilar que se limpie el campamento al abandonarlo la columna, si es que se quiere mantener un absoluto secreto de la permanencia en determinado lugar.
Hay que tener mucho cuidado con los fogones, cuyas huellas duran mucho tiempo, por lo que es necesario taparlos con tierra, enterrando además los papeles, las latas, y residuos de alimentos que se hayan consumido. Durante la marcha debe existir el más absoluto silencio en la columna. Los órdenes se pasan por gestos o susurros y va corriendo la voz de boca en boca hasta llegar al último. Si la guerrilla marcha por lugares desconocidos, abriéndose camino o guiándose mediante algún práctico, la vanguardia irá a unos cien o doscientos metros o más, adelante, según las características del terreno. En lugares que pudieran prestarse a confusiones en cuanto a la ruta, se dejará un hombre en cada desvío esperando al de atrás, y así sucesivamente hasta que llegue el último de la retaguardia. Esta también irá algo separada del resto de la columna, vigilando los caminos posteriores, y tratando de borrar lo más posible la huella del paso de la misma. Si hubiera caminos laterales que ofrecieran peligro, constantemente tiene que haber un grupo que vigile el citado camino hasta que pase el último hombre. Es más práctico que esos grupos se utilicen de un solo pelotón especial, aunque pueden ser de cada pelotón, con la obligación de entregar el puesto a los miembros del siguiente y reintegrarse ellos a su lugar y así sucesivamente hasta que pase toda la tropa.
La marcha debe ser no solamente uniforme y en orden establecido, sino que éste hay que mantenerlo siempre, de modo que se sepa que el pelotón número 1 es la vanguardia, el pelotón número 2 el que le sigue, en el medio el pelotón número 3 que puede ser la Comandancia; luego el número 4, y la retaguardia el pelotón número 5, o en el número de ellos que constituyan la columna, pero siempre conservando el orden. En marchas nocturnas el silencio debe ser mayor y la distancia entre cada combatiente acortarse, de modo de no sufrir extravíos, con el riesgo consecuente de verse obligado a dar voces o encender alguna luz. La luz es el enemigo del guerrillero en la noche.
Ahora bien, si todas estas marchas tienen como fin atacar, al llegar un punto indicado, a donde deban retornar todos una vez logrado el objetivo, se dejarán los pesos superfluos, mochilas, ollas, por ejemplo, y cada pelotón seguirá con sus armas y equipos bélicos exclusivamente. Ya el punto a atacar debe haber sido estudiado por gentes de confianza que hayan hecho los contactos, traído la relación de los guardias del enemigo, traída también la orientación del cuartel, el número de hombres que lo defienden, &c., y entonces se hace el plan definitivo para el ataque y se sitúan los combatientes, considerando siempre que una buena parte de las tropas debe destinarse a detener los refuerzos. En caso de que el ataque al cuartel sea solamente una distracción para provocar una afluencia de refuerzos que deban pasar por caminos donde se embosque fácilmente la gente, después de realizado el ataque un hombre debe rápidamente comunicar al mando el resultado, por si fuera necesario levantar el cerco para no ser atacados por las espaldas. De todas maneras, siempre tiene que haber vigías en los caminos de acceso al lugar del combate, mientras se produce el cerco o el ataque directo.
De noche, es preferible siempre un ataque directo. Puede llegar a conquistarse el campamento si se tiene el empuje y la presencia de ánimo necesarios y no se arriesga mucho.
En el cerco, sólo resta esperar e ir haciendo trincheras, acercándose cada vez más al enemigo, tratando de hostilizarlo por todos los medios y, sobre todo, tratando de hacerlo salir por el fuego. Cuando se está bien cerca, el «cóctel molotov» es un arma de extraordinaria efectividad. Cuando no se ha llegado a tiro de «cóctel», pueden emplearse escopetas con un dispositivo especial. Estas armas, bautizadas por nosotros en la guerra con el nombre de M-16, consisten en una escopeta calibre 16, recortada, con un par de patas agregadas en forma tal que éstas formen un trípode con la punta de la culata. El arma así preparada estará en un ángulo aproximado de 45 grados; éste se puede variar corriendo hacia adelante o hacia atrás las patas delanteras. Se carga con un cartucho abierto al que se le han sacado todas las municiones. Este se adapta perfectamente a un palo lo más cilíndrico posible, dicho palo viene a ser el proyectil y sobresale del cañón de la escopeta.
En la punta que sobresale se le agrega un complemento de latón con un amortiguador de goma en la base y una botella de gasolina. Este aparato tira las botellas encendidas a 100 metros o más y tiene una puntería bastante exacta. Es un arma ideal para cercos donde los enemigos tengan muchas construcciones de madera o material inflamable y también para disparar a los tanques en terrenos abruptos.
Una vez finalizado el cerco con el triunfo, o levantándolo cumplidos los objetivos, todos los pelotones se retiran en orden hacia los lugares donde están sus mochilas y se sigue la vida normal.
La vida nómada del guerrillero, en esta etapa, lleva a un gran sentido de confraternidad con los compañeros, pero también, a veces, a peligrosas rivalidades entre grupos o pelotones. Si no se canalizan éstas para producir emulaciones beneficiosas, se corre el riesgo de fragmentar la unidad de la columna. Es muy conveniente la educación de los guerrilleros desde la más temprana iniciación de la lucha, explicándoles el sentido social de la misma y sus deberes, en fin, clarificando su mente y dándoles lecciones de moral que les vayan forjando el carácter y hagan que cada experiencia adquirida se convierta en una nueva arma de superación y no en un simple adminículo más para luchar por la supervivencia.
Uno de los grandes factores educativos es el ejemplo. Por ello los jefes deben constantemente ofrecer el ejemplo de una vida cristalina y sacrificada. El ascenso del soldado debe estar basado en la valentía, capacidad y espíritu de sacrificio; quien no cumpla esos requisitos a cabalidad no debe tener cargos responsables, pues en algún momento provocará cualquier accidente indeseable.
La conducta del guerrillero estará sujeta a juicio cuando se acerque a una casa cualquiera a pedir algo. Los moradores del lugar sacarán conclusiones favorables o desfavorables de la guerrilla, de acuerdo con la forma como se solicite algún servicio, un alimento, algo necesario, y de los métodos usados para conseguir lo deseado. Muy cuidadoso debe ser el jefe en la explicación detallada de estos problemas, en darles la importancia que se merecen y adoctrinar también con el ejemplo. Si se fuera a entrar a un pueblo, deben prohibirse las bebidas alcohólicas, exhortar a la tropa antes, darle el mayor ejemplo posible de disciplina y vigilar constantemente las entradas y salidas del poblado.
La organización, capacidad combativa, heroicidad y espíritu de la guerrilla tienen que sufrir su prueba de fuego en el caso de un cerco, que es la situación más peligrosa de la guerra. En la jerga de nuestros guerrilleros, en la guerra pasada, se llamaba «cara de cerco» a la cara de angustia que presentaba algún amedrentado. Cerco y aniquilación llamaban pomposamente a sus campañas los jerarcas del régimen depuesto. Sin embargo, para una guerrilla conocedora del terreno, unida ideológica y emocionalmente con el jefe, no es este un problema de mucha importancia. Hay simplemente que parapetarse, tratar de evitar el avance del enemigo y su acción con equipo pesado, y esperar la noche, aliada natural del guerrillero. Al oscurecer, con el mayor sigilo posible, después de explorar y elegir el mejor camino, se irá por él, utilizando el medio de escape más adecuado y observando el más absoluto silencio. Es sumamente difícil que, en esas condiciones, en la noche, se pueda impedir a un grupo de hombres que escape del cerco.