Con la intención de dar a conocer los esfuerzos realizados por personajes nacionales e internacionales a favor de la paz de Colombia, y de contar la historia a través de diferentes textos, AlCarajoOrg publicará libros y textos que aproximan de forma verídica la lucha de la sociedad colombiana por lograr la paz en el país suramericano.
Empezamos este ejercicio con el Sociólogo, maestro, padre y revolucionario Camilo Torres, libro de la Universidad Nacional de Colombia, que será publicado en su totalidad en diferentes artículos, que recoge la esencia de sus planteamientos en sus aportes más importantes a la percepción de temas que aún siguen siendo vigentes por el alcance de los objetivos que estos se fijan en el orden espiritual, social, económico y político.
Un diálogo constructivo y violencia
En 1964, en su escrito “Crítica y autocrítica” (en Aguilera, 2002), Camilo aborda una interesante reflexión sobre el carácter positivo del diálogo con el interlocutor y señala que en gran medida es de ese diálogo que depende la ampliación o el cierre de los escenarios democráticos. A los estudiantes les gusta escuchar, les gusta también preguntar, en una palabra, les gusta dialogar. El diálogo es una de las actividades principales del estudiante. Debemos dar por seguro que al universitario no le gusta oler formol, ni le gusta echar huevos a sus semejantes, ni gastar su tiempo libre en exponer su seguridad personal a la furia de las bayonetas. En teoría los universitarios deben estudiar, investigar, concurrir a clases y nada más.
Pero en un país lleno de desigualdades, exclusiones y represiones, los estudiantes reúnen en sí mismos dos cualidades que difícilmente se encuentran juntas en otros grupos de la sociedad: un nivel cultural relativamente alto y una cierta libertad con las estructuras imperantes y con la minoría dirigente.
Estas dos características producen una rebeldía y un inconformismo en una sociedad cuyas estructuras requieren un cambio fundamental. En las democracias más evolucionadas la rebeldía y el inconformismo tienen canales de expresión. Cuando los canales institucionales de expresión están obstruidos y el inconformismo no puede expresarse a pesar de que aumente su intensidad, esta intensidad tomará causes no previstos dentro de las estructuras vigentes. Se presenta entonces el fenómeno de la violencia y, el gobierno, antes de estudiarlo, busca la represión como método exclusivo para tratar el mal. Camilo observa que la violencia surge cuando los canales de expresión de la inconformidad se cierran.
Para Camilo un camino de diálogos constructivos puede dar origen a reformas importantes que podrían evitar hechos de violencia, pero para ello se requiere de una actitud abierta y autocrítica de los sectores dominantes en relación con sus prácticas represivas y con la descalificación de los medios de comunicación del potencial de inteligencia de los sectores populares y de los jóvenes. Lo que está planteando Camilo es que en la medida en que se cierran los espacios democráticos y se constriñen los canales de expresión, disminuyen los entendimientos y se abren los ciclos de violencia, que no solucionan los conflictos, sino que los agudizan.
Camilo advierte que los estudiantes son uno de los pocos grupos que tienen instrumentos de análisis sobre la situación colombiana, de comparación con otras situaciones y de información sobre posibles soluciones. Además, el estudiante universitario —el de las universidades donde no hay delito de opinión— tiene simultáneamente dos privilegios: el de poder ascender en la escala social mediante el ascenso en los grados académicos, y el de poder ser inconforme y manifestar su rebeldía sin que esto impida este ascenso. Esto ha hecho que los estudiantes sean un elemento decisivo en la revolución latinoamericana.
No obstante, Camilo reclama a los estudiantes mayor compromiso que el que han tenido históricamente, el cual se ha reducido en primera instancia a la agitación; en segunda instancia, con menor efectividad, a la organización; y en tercera instancia, con contadas excepciones, al compromiso en la lucha directa por las transformaciones estructurales del país. En la fase de agitación de la revolución, la labor estudiantil ha sido de gran eficacia. En la fase organizacional su labor ha sido secundaria. En la lucha directa el papel tampoco ha sido determinante.
Hoy es muy importante hacer una lectura creativa del mensaje de Camilo a los estudiantes y rescatar de allí lo que el contexto actual y el desarrollo del conflicto colombiano reclaman como vigente. Señalar, por ejemplo, que una de las causas para que la contribución de los estudiantes a los cambios estructurales de la sociedad colombiana sea insuficiente, transitoria y superficial, obedece a la falta de compromiso del estudiante en la lucha económica, familiar y personal: a que su inconformismo tiende a ser emocional o puramente intelectual y que este desaparece cuando termina la carrera y se desvincula del escenario universitario.
Camilo señala que el país está exigiendo a los jóvenes una entrega total, que supere la palabrería y las buenas intenciones, la gritería, las pedreas y las manifestaciones esporádicas para que haga una presencia efectiva, disciplinada y responsable al lado de la clase popular, los obreros y campesinos. Plantea que es necesario que la convicción revolucionaria del estudiante lo lleve a un compromiso real e irreversible, en el que siendo profesional no podrá volverse atrás sin una flagrante traición a su conciencia, a su pueblo y a su vocación histórica.
La invitación que hace Camilo a los estudiantes es contundente, no es precisamente a que se vinculen a la lucha armada. Consiste en que contribuyan con convicción y compromiso a resolver los problemas del momento histórico que les ha correspondido vivir, desde una concepción revolucionaria. Expresa así este llamado: quiero solamente exhortar a los estudiantes a que ellos tomen contacto con las auténticas fuentes de información para determinar cuál es el momento, cual su responsabilidad y cuál tendrá que ser en consecuencia la respuesta necesaria. Si ellos “asciendan a la clase popular”, sin ninguna clase de paternalismos, con el ánimo más de aprender que de enseñar, podrán juzgar objetivamente el momento histórico. Sería estéril y desgraciado que los estudiantes colombianos que han sido la chispa de la revolución permanecieran al margen de ésta por cualquier causa; por falta de información, por superficialidad, por egoísmo, por irresponsabilidad o por miedo. Esperemos que los estudiantes respondan a la llamada que les hace la patria en este momento transcendental de su historia y que para eso dispongan su ánimo para oírla y seguirla con una generosidad sin límite.
La patria ha colocado hoy a la juventud universitaria frente a un reto histórico y revolucionario: pensar y construir, en un escenario de profundización de la democracia, con todos los sectores de la sociedad colombiana, un modelo de educación superior pertinente para el país y al servicio de la solución de los problemas fundamentales de la nación colombiana. Esa es su tarea revolucionaria en este momento histórico.