No hay paz. Hay genocidio.
COLOMBIA| La firma del Acuerdo de Paz entre Rodrigo Londoño (Timochenko) jefe de las extintas Farc-ep y el gobierno de Juan Manuel Santos prometía acabar la violencia y avanzar entre la reconciliación y el respeto a la vida, pero todo terminó siendo una falacia.
Esa bala convertida en lapicero como símbolo de paz aquel lunes 26 de septiembre de 2016, solo sirvió para el momento de la firma del acuerdo de paz, porque la violencia para estatal continúa, y se profundiza cada día con la persecución judicial y el asesinato de cada firmante.
Este quinto aniversario se viste de rojo por la sangre derramada de los hombres y mujeres que firmaron un acuerdo apostando al camino de la vida y la reconciliación, solo en lo que va corrido del año 2021, han asesinado a 37 firmantes de paz; el departamento con mayor peligro, es el Cauca.
En el 2019, el Secretario General de las Naciones Unidas alertaba que, a solo tres años de la firma del acuerdo, habían asesinado a 173 firmantes, 77 en ese año.
La paz de la ultraderecha o de los gobiernos mafiosos solo buscan que los excombatientes estén muertos, en el exilio o en la cárcel. Recordemos el tan sonado caso de Jesús Santrich quien, en nombre de la paz, tuvo que soportar la persecución judicial del ex fiscal Néstor Humberto Martínez con el montaje entre la DEA y la propia Fiscalía para involucrarlo con narcotráfico. Como no lograron meterlo preso, lo presionaron para que volviera a las armas y así argumentar las operaciones de guerra hasta asesinarlo.
Ese modus operandi del narcogobierno, será aplicado a los firmantes de paz que no doblegan en su filosofía de izquierda, que, si le apuestan al proceso de paz, y que están comprometidos en reivindicarse no solo con las comunidades afectadas por ellos, sino con el pueblo colombiano.
Por lo tanto, no hay paz, hay genocidio, y lo digo no solo por el caso de los excombatientes, sino por las 72 masacres cometidas en este 2021; el exterminio a los pueblos indígenas, los más de 1.000 asesinatos selectivos a líderes sociales y activistas políticos; la persecución judicial a los jóvenes que se manifiestan en contra de las políticas neoliberales.
La bofetada que recibieron las victimas con la designación de Tovar Vélez, hijo del ex jefe paramilitar, Rodrigo Tovar Pulpo, alias Jorge 40; por ser amiguito de la ex ministra Alicia Arango, hoy representante de Colombia ante las Naciones Unidas en Suiza.
El desdén con el proceso de paz por parte del Gobierno de Iván Duque y sus aliados, desnudan ante el mundo, que la violencia en Colombia no provenía solo de las Farc-ep como lo hicieron creer por décadas; la violencia en este país, es por las políticas de gobierno que, si no matan a la población con el sistema paupérrimo de salud, económico y político, utilizan sus fuerzas criminales del paramilitarismo para continuar con el descuartizamiento físico y mental de quienes le apuestan a la paz.