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Generación sin miedo

PorFelipe Tascón Recio

Oct 20, 2021

Felipe Tascón Recio / @felipetascon57 / 21mayo2021 *intervención en el conversatorio Colombia Arde

Quiero referirme a dos elementos: primero las características sanguinarias del régimen que reprime, y segundo las de la juventud popular que emerge como sujeto político.

La academia y prensa que nos acompaña desde el exterior deben preguntarse ¿por qué la represión del régimen colombiano es tan sanguinaria? A la adicción tradicional por la sangre que tiene la aristocracia elegida que nos ha gobernado la mayoría de los últimos 190 años, se suman desde finales del siglo pasado, los mecanismos normales de relacionamiento de los capitales de la cocaína, de los mal llamados cárteles. Considero que la hegemonía del poder en Colombia la comparten tres clases sociales, quienes personifican al capital financiero (nacional e internacional), al latifundio y al capital narcotraficante. La operación del poder es mafiosa, con características diversas de gobierno y represión a las del resto de América Latina, una dinámica muy particular y violenta de relacionamiento social, y de exclusión de la población.

Aquí se puede decir que desde los años 50 o 60 del siglo XX, no ha parado la guerra civil no declarada. Pero el conflicto siempre estuvo circunscrito a las áreas rurales, mientras el grueso de la población urbana lo conocía a través de las cadenas de televisión, que igual que en otras latitudes funcionan como caja de resonancia del poder hegemónico.

En el siglo XXI, esta alianza finanzas-feudo-narco, podríamos decir que se fue tomando tanta confianza que exageró, creyó que se podía dar el lujo de hacer trizas el Acuerdo de Paz de La Habana, y sobre todo creyó que la capacidad de aguante de la población era infinita. En paralelo a la guerra rural, la condición de vida urbana se fue deteriorando de manera tal que tristemente podemos afirmar que consolidó una generación sin proyectos de vida, una generación sin expectativas de trabajo o de estudio, que al levantarse en las mañanas no sabe qué va a hacer en el día. Tanto se tensó la vida cotidiana, que el letrero que mejor resume la protesta también es resumen desde las ciencias sociales: “nos quitaron tanto, que hasta nos quitaron el miedo”.

Ha emergido una generación cuya disyuntiva es escoger entre arriesgar la vida en la guerra asimétrica contra los fusiles del escuadrón antidisturbios, o regresar “en paz” a sus barrios a comer mierda. De ahí la importancia del trabajo de quienes nos acompañan, en esas tres semanas de paro han tejido en las barricadas una resistencia organizada, Arcoíris, Karen, María y Oscar resistiendo han sido parte de los pilares en la recuperación del sentido de pertenencia de esta generación, ayudando en la construcción incipiente de un proyecto de vida para estos comuneros del siglo XXI, lo que en sumatoria es un nuevo proyecto de país.

Nada es fácil, volvamos al inicio, el estallido social ha conseguido poner contra las cuerdas a un régimen asesino y a su capo. La estrategia “legal” del gobierno es prolongar el hostigamiento a las barricadas (por ejemplo, anoche torturaron y asesinaron en el almacén Éxito del barrio Calipso de Cali), y dilatar at infinitum cualquier negociación seria. Esto se complementa con lo que podemos llamar la estrategia “ilegal”, que es la labor para desordenar la resistencia organizada. ¿Esto cómo opera?, penetrando las barricadas -algunas veces de forma amigable y en otras violenta y amenazante- con las “oficinas” como se conoce a las bandas locales de microtráfico y delincuencia.

A la población latinoamericana y global que nos escucha y acompaña, no dudo en decirles que están ustedes ante el sujeto político que tiene en jaque al neoliberalismo, al feudo y al narcotráfico. Pero no pensemos con el deseo, todavía no es jaque mate, estamos en una coyuntura que Gramsci hubiera definido como “equilibrio catastrófico”, es decir donde el régimen con su estrategia de asedio, dilación e infiltración aún puede revertir su caída y a mediano plazo, cual gatopardo fabricar una salida donde “todo cambie para que todo sigue igual”.

El año que tenemos delante es electoral, primero la consulta interpartidista de noviembre, luego las parlamentarias y presidenciales entre marzo y mayo del 2022. No especulo al considerar que el poder constituido busca crear un candidato con maquillaje antisistema, que con discurso mentiroso se alinee con el paro, para neutralizar al candidato opositor progresista Gustavo Petro, quien en todas las encuestas gana en primera vuelta.

La tarea es que la juventud popular se reconozca como sujeto político, con capacidad al lado del apoyo popular y del acumulado de lucha de generaciones anteriores, para derrotar la alianza de corruptos y asesinos, y entre todas y todos se geste sentido de pertenencia con una Colombia de oportunidades para toda su población. Gradualmente ir consolidando avances políticos, sociales y económicos, que nos permitan un cambio real, incluyente y participativo en las próximas elecciones.

Y algo muy importante, esta juventud popular, este sujeto político debe reconocerse a sí mismo con capacidad de entrar con voz propia a participar en la convergencia progresista en construcción para las elecciones de 2022, la Unión de Resistencias de Cali, el Valle y Colombia no necesita intermediarios de los partidos de izquierda, voceros suyos deben llegar al congreso. Vale citar a alguien que les va a sonar raro que se cite en este contexto, el abuelo de Paloma Valencia, el presidente Guillermo León hace 6 décadas dijo “más vale un cm de ministro que un km de ley”: en el próximo gobierno tiene que haber juventud barrial en los ministerios.

Hasta aquí todo parece perfecto, lo complicado será sobrevivir a las balas y el hambre en los 15 meses que le restan a este régimen. La resistencia organizada de la mano de la solidaridad internacional debe obligar al gobierno a parar el genocidio.

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