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La 4T ante Estados Unidos. Balance a 3 años de Gobierno en México

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PorErnesto Carmona Gómez

Nov 20, 2021

 ¿Por qué AMLO no se confrontó con Trump, ni se confrontará con Biden? Las respuestas simplistas apuntan a una supuesta sumisión que no puede ser comprobada con pruebas fehacientes. En realidad, se debe a que el gobierno de la 4T ha comprendido bastante bien la complejidad de la relación bilateral y, sobre todo, las oportunidades que la coyuntura nacional e internacional ofrecen.

La relación entre México y Estados Unidos tiene un impacto diferenciado en cada país: mientras que, para Estados Unidos, México es un actor más en su política internacional, para México, la nación vecina es un actor primordial, incluso para la política interna. Esto se debe a la gran dependencia que tenemos en materia energética, alimentaria, económica y financiera, además de social si incluimos el importante asunto de la migración. Por el contrario, EUA cuenta con relaciones más diversificadas.

La 4ta Transformación llegó en un momento crítico del contexto internacional, que se explica por los siguientes factores:

  1. El abandono paulatino de las estrategias de libre comercio: tanto desde la izquierda como desde la derecha, el libre comercio ha sido señalado como el responsable de la crisis de las clases medias en los países desarrollados, aunque ofreciendo respuestas diferentes. En el nivel internacional, las guerras comerciales con China y Europa, el golpeteo intenso a la OMC y la renegociación de tratados de libre comercio para volverlos simples acuerdos comerciales, han sido la respuesta emitida desde los gobiernos y las élites que, también, ya están inconformes con las reglas comerciales globales.
  • La cancelación acompasada de las actuales reglas del sistema financiero internacional, pues tanto Estados Unidos como la Unión Europea siguen con la política de imprimir más dinero para salir de la crisis, algo que se supone no deberían hacer los gobiernos ante el riesgo de desatar una competencia de devaluaciones monetarias que ponga en jaque la estabilidad mundial en los ámbitos financieros, económicos y políticos.
  • El ascenso de los movimientos antisistema, tanto de los populismos de izquierda que pugnan por una redistribución de la riqueza como de los movimientos de extrema derecha presentes en el corazón del capitalismo, esto es, en Europa y Estados Unidos, que pugnan por reducir las libertades sociales para proteger a los grandes capitales.

En ese contexto global es que se da el vínculo con Estados Unidos en dos diferentes momentos: primero con Donald Trump y, ahora, con Joe Biden, y en cada caso la relación ha cambiado sus ejes prioritarios. En este artículo se explica cómo es que el gobierno de AMLO ha logrado hacer avanzar su agenda en materia económica, comercial, energética y de política exterior sin provocar una crisis de gran calado en las relaciones bilaterales.

Del TLCAN al T-MEC: primera prueba de fuego

Desde la entrada en vigor del TLCAN el comercio entre ambos países se incrementó en un 500% aproximadamente, convirtiéndose nuestro país en un destino de inversiones privilegiado debido a sus condiciones de acceso al mercado de Estados Unidos. El comercio exterior de México se incrementó de alrededor de 110 mmdd (miles de millones de dólares) a cerca de 800 mmdd entre 1994 y 2014, de cuyo total cerca del 60% se realiza con EUA. Las exportaciones de México son cerca de 480 mmdd y 82% de ellas tienen como destino la nación del norte.

Pero bien mirado, el comercio de México con EUA se encuentra concentrado en unos pocos estados como Texas, California, Arizona, Missouri y Utah. Lo cual relativiza la importancia que puede tener para el resto del país la relación comercial con México. En cambio, la dependencia de nuestra nación respecto del comercio con Estados Unidos es casi total.

Como sabemos, Donald Trump llega a la presidencia con la promesa de acabar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por lo que, apenas arribó a la Casa Blanca anunció la renegociación del acuerdo. Durante las negociaciones, Trump amenazaba constantemente con cancelar las negociaciones y hacía temblar a la economía mexicana; por su parte, antes de finalizar su periodo presidencial, Peña Nieto concluyó las discusiones para reemplazar el TLCAN (en las que, por cierto, participó ya el equipo de AMLO como presidente electo), con un tratado que más tarde se nombraría T-MEC (Tratado Comercial México, Estados Unidos y Canadá), quedando ya el proceso de ratificación en la cancha de la 4T.

Finalmente se ratificó el T-MEC, excluyendo todo lo relacionado a la reforma energética de Peña Nieto y, sobre todo, recalcando que México conservaría su soberanía en ese asunto. Se incluyeron nuevos temas como el comercio electrónico, el medio ambiente y las regulaciones laborales. Y si bien a México le apuraba la ratificación, los tiempos electorales en EUA también empezaban a apretar a la Casa Blanca, que debía demostrar que al menos en este punto cumpliría sus promesas de campaña respecto a la relación con México.

El T-MEC representa una pieza clave en la geopolítica de EUA en lo referente a la guerra comercial con China y, muy especialmente, en su plan de reorganizar el comercio mundial. Por eso, en el Capítulo 32 del acuerdo se incluyó la famosa “Cláusula anti-China”, por la que México y Canadá aceptan que, si firman un acuerdo comercial con ese país, Estados Unidos puede dar por terminado el tratado. Esto no es cosa menor, con esa cláusula EUA muestra una de sus principales preocupaciones que es exigir una definición clara de parte de todos los miembros de la comunidad internacional en su pugna con el gigante asiático. [véase el artículo de John Bellamy Foster en este número. N. del E.] México aceptó esta cláusula, pero eso no quiere decir que no pueda comerciar con China, ni tampoco se ha declarado contrario a ese país como sí lo ha hecho, por ejemplo, el presidente Bolsonaro de Brasil.

Por su lado, Biden ha continuado la política de confrontación con China y eso no va a cambiar, pues es un acuerdo estratégico de las élites estadounidenses. En ese sentido, el T-MEC resulta tan importante para nosotros por motivos económicos propios como lo es para Estados Unidos por motivos geopolíticos.

Migración

México, EUA, Centroamérica y el Caribe forman un circuito migratorio en el que nuestra nación juega un papel múltiple. Es simultáneamente expulsor y tránsito de migrantes de otros países hacia EUA, y destino de migración de retorno (forzado o voluntario), además de que en tiempos recientes se ha perfilado para ser, también, destino final de la migración centroamericana y caribeña.

Actualmente, en Estados Unidos viven cerca de 12 millones de residentes legales nacidos en México y se calcula que alrededor de 6 millones cruzaron la frontera sin papeles; así como cerca de 20 millones de mexicanos de 2da o 3ra generación; siendo esta la diáspora más grande del mundo. Así mismo, por nuestro territorio cruzan entre 300 mil y 500 mil personas con destino a EUA y son repatriados alrededor de 200 mil personas al año, más cerca de 16 mil que deciden buscar refugio en nuestro país. Esto hace que México sea un lugar estratégico para la gestión de los flujos migratorios de esta zona.

La migración es uno de los temas centrales en la agenda política interna de Estados Unidos, mientras que en México no se había colocado entre las principales preocupaciones de la opinión pública. Para EUA es vital la colaboración de nuestra nación en el tema migratorio; de ahí que el gobierno de AMLO esté canalizando grandes esfuerzos en ordenar estos flujos, como una muestra de empatía sobre las preocupaciones del vecino. Sin embargo, también para México han representado cada vez más un desafío, pues por muchos años la migración había sido abandonada, dejando que cayera en las manos del crimen organizado como lo atestiguan las masacres de San Fernando en 2010 y Cadereyta en 2012, por lo que resultaba necesario poner algún tipo de orden en este proceso. Al mismo tiempo, AMLO propuso, a su llegada, crear un plan de rescate y apoyo a Centroamérica, que incluyera fuertes inversiones en desarrollo de parte de México y Estados Unidos. Evidentemente esto último fue rechazado por Trump, quien sostenía una retórica de contención de la migración y al mismo tiempo reducía los fondos de cooperación internacional.

Mientras que con Donald Trump la cooperación en este rubro se limitó a la contención de los flujos migratorios, con Joe Biden parece que el tema avanza en la dirección que López Obrador propuso desde un inicio al gobierno de EUA: “Un plan de cooperación para el desarrollo para Centroamérica”. Tanto las presiones internas para disminuir la presencia migratoria desordenada en nuestro territorio, tal como se ha visto recientemente, pero también el fracaso estrepitoso de la política enfocada en la mera contención, han provocado que Washington se tome en serio las propuestas de AMLO y estén dispuestos a emprender una gran estrategia de desarrollo regional, con lo que se marcaría un hito en la gestión de las migraciones en el mundo.

Seguridad

Trump llegó al poder en 2016 con una retórica antimexicana que no se había visto en más de un siglo, así como con un discurso nacionalista que iba en contrasentido de la práctica del libre comercio que, al menos en los discursos, seguían defendiendo las élites políticas de esa nación. Así mismo, el magnate devenido presidente utilizó los temas migratorios y fronterizos como los ejes de su política de seguridad al afirmar que construiría un muro gigante en la frontera con el objetivo de frenar la migración y el tráfico de drogas. Con esa campaña, Trump consiguió la presidencia de su país y la mayoría en la Cámara de representantes y en el Senado, lo que lo dotó de un margen de maniobra muy amplio al interior de su país y por lo tanto en la relación con México.

Para 2018, con la llegada de AMLO al poder ejecutivo, el panorama ya no era el mismo para Trump; si bien logró mantener una mayoría en el Senado, perdió el control de la Cámara de representantes, que es la que aprueba el presupuesto federal, entre otras cosas; y también era claro el desgaste del presidente estadounidense que se perfilaba para no obtener la reelección en 2020, como finalmente sucedió.

Ambos países comparten el desafío del crimen organizado; principalmente del narcotráfico que genera alrededor de 120 mmdd al año, pero que también consume la mayor parte del contrabando de armamento, corrompe las instituciones de seguridad pública en ambos lados de la frontera y utiliza el sistema financiero para lavar dinero. Quizás sea este el tema en que ambos países dependen mutuamente con mayor similitud.

Si uno mira la política de Estados Unidos con los mismos lentes con que se analiza la política nacional, se podría deducir que, al tener su partido la mayoría en ambas cámaras, el presidente puede aprobar lo que sea; sin embargo, Trump, como cualquier presidente en la historia de EUA, enfrentó una fuerte oposición a ciertas medidas dentro de su propio partido y no se diga con los demócratas. Los legisladores republicanos de distritos con mayoría latina no aprobaban sus medidas de deportación ni tampoco su abierto racismo, que terminó alentando el odio y los tiroteos como el de El Paso de 2019.; y, finalmente, tampoco pudo aprobar el presupuesto para la construcción del muro, mucho menos el despojo de tierra para ese fin.

México se alejó de la política de la guerra frontal contra el Narco y ha apuntado sus esfuerzos en cercenar los brazos financieros de las organizaciones criminales, al tiempo que fortalece las estrategias para reducir la vulnerabilidad de los jóvenes ante las adicciones y el crimen, con apoyos directos como becas, centros de estudio gratuitos, pasantías pagadas y apoyos para el empleo, entre otras medidas.

Así mismo, en materia de seguridad, México ha dado por cancelado el Plan Mérida que, durante su larga existencia, sólo aportó 3 mmdd, aproximadamente, en el combate de un negocio de 120 mmdd anuales; pero que sí logró que en las instituciones de seguridad de México se permitiera la injerencia de instancias estadounidenses en detrimento de la soberanía y con muy poca eficacia, a la luz de los resultados de la guerra contra el narcotráfico. Tan es así, que el principal operador de esa estrategia está ahora preso en Estados Unidos, acusado por narcotráfico: García Luna.

Energía

Por otra parte, los mercados energéticos de la región se fueron integrando a tal grado que México es hoy uno de los principales proveedores de petróleo crudo de EUA, mientras que este país se convirtió en el principal proveedor de gasolinas y gas que sirven para el transporte y la generación de energía eléctrica en nuestro territorio. Actualmente, la transición energética a tecnologías verdes ha impulsado el comercio del litio como un bien estratégico, por lo que México se ha planteado su nacionalización, al mismo tiempo que construye refinerías y busca afianzar su independencia en la generación de energía eléctrica. Además del inició de la construcción de la refinería de Dos Bocas, se compró la de Deer Park en suelo estadunidense (un emplazamiento que, previamente, se había adquirido de manera conjunta entre inversionistas privados de Estados Unidos y Pemex), con la finalidad de reducir la dependencia de las gasolinas importadas y, a pesar de que hubo protestas de connotados legisladores republicanos, no se presentaron represalias por parte de la Casa Blanca.

La visita de AMLO a Trump fue muy explotada en los medios mexicanos como un agravio hacia el candidato demócrata, Joe Biden, quien no agarró la bola y simplemente la dejó pasar. Luego, mientras muchos se adelantaban a reconocer el triunfo del demócrata, la última palabra de las instituciones estadounidenses seguía en el aire porque Trump alegó fraude e impuso diferentes demandas en varios estados para impugnar la elección. AMLO no se adelantó al reconocimiento más que nada por un ejercicio de congruencia, pues él mismo había sido víctima de esas prácticas en 2006, que configuraron una especie de intervención.

Cuando por fin se dieron los resultados oficiales, AMLO y Biden rápidamente entraron en contacto; para ambos presidentes era importante retomar la relación por varios temas. El nuevo presidente había llegado con la promesa de mejorar la gestión de la pandemia e iniciar el camino a la recuperación económica con un plan de economía verde (Green New Deal), para lo cual requiere de minerales como el litio, que es indispensable para la fabricación de baterías de autos eléctricos, o cobre y níquel que son necesarios para las turbinas eólicas.

AMLO ha anunciado profusamente su intención de que el Estado recupere el papel preponderante en la generación de electricidad y la nacionalización del litio, como parte de una reforma energética integral. Desde la Casa Blanca se han lanzado comentarios sobre el tema, pero no se ha desencadenado una confrontación como muchos auguraban, y es que, en EUA, tienen claro que el litio en manos del Estado mexicano puede resultar más seguro que en manos de empresas privadas que pudieran venderlo al mejor postor (China o Europa), los cuales son sus competidores directos. En este momento, a Estados Unidos le preocupa más que los minerales como el litio, el cobre o el aluminio lleguen a los productores estadounidenses, antes que defender a las empresas privadas, pues está metido en una disputa geopolítica por los recursos energéticos mundiales y abrir un frente en México no es el mejor de los escenarios.

No olvidemos que, en el plano internacional, EUA se ha visto en una situación complicada con su estrategia de retirada de Afganistán, en la que más parecía huir que retirarse. Así mismo, ahora, en Taiwán, parece no tener margen para contener el avance chino y en Medio Oriente ha perdido legitimidad ante la eventual retirada de Siria. Por otro lado, con Europa las relaciones han quedado trastocadas dada la dependencia energética de la región con Rusia, lo que ha provocado que varios gobiernos, Alemania incluida, se acerquen a aquel país a pesar de las sanciones impuestas por EUA.

Política hacia América Latina

Desde la llegada de AMLO, México empezó a recuperar una política independiente y soberana en América Latina. Abandonó el Grupo de Lima (que buscaba la intervención en Venezuela), dio refugio a Evo Morales al ser depuesto por un golpe de Estado alentado por la OEA y recuperó las buenas relaciones con Cuba. En cuanto a la política hacia el país caribeño, Bolivia y Venezuela, tampoco ha habido señalamientos de parte de Estados Unidos. De hecho, mientras el presidente de Cuba, Diaz Canel, era el invitado de honor de AMLO en las fiestas patrias, se recibía al mismo tiempo un saludo cordial de Joe Biden.

Algunos actores políticos de la oposición han buscado promover una confrontación entre AMLO y Biden, inclusive, acudiendo a instancias claramente dependientes de Washington como la OEA, para denunciar al actual gobierno mexicano o pedir abiertamente la intervención de Biden en asuntos como la política energética.

México tiene la presidencia de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), en la que, en su más reciente cumbre en la Ciudad de México, se propusieron algunas acciones concretas como buscar un acuerdo comercial con EUA por parte de la comunidad latinoamericana; lo cual no deja de extrañar a todo el mundo, pues uno no se imagina a Nicolás Maduro, aceptando un acuerdo comercial con la nación estadunidense, sin embargo, mientras no se tenga una negativa rotunda de esta última, ya habla de la legitimidad diplomática alcanzada por México en la región

Cambio climático

Mientras para Trump el cambio climático era un “cuento chino” para destruir la economía de su país y, en ese sentido, este tema no era de la mayor relevancia en la relación bilateral; para la administración Biden se trata de un asunto estratégico, pues es el actual eje de la recuperación económica. El “Green New Deal” estadounidense está diseñado para la reconversión de su mercado más que para salvar el medio ambiente, y por ello se están invirtiendo 800 mil millones de dólares en este campo (casi 3 veces el presupuesto de gasto del gobierno de México para 2021).

Como en otros puntos, muchos han augurado un desencuentro bilateral en el tema, sin embargo, la visita de John Kerry (enviado especial de la presidencia de EUA para el cambio climático) a la zona fronteriza del sur de México y sus elogios a los programas del gobierno de AMLO, como el de Sembrando Vida, echaron por tierra la narrativa de que en el problema ambiental habría diferencias y confrontación. Por el contrario, en esa visita se platearon líneas claras de colaboración y México reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEIs), impulsando las plantas hidroeléctricas y producirá gasolina sólo para el autoconsumo (no para vender al extranjero), además de que seguirá con sus esfuerzos de reforestación que, a la vez, permiten contener una parte de la migración mediante la generación de empleos locales.

Conclusiones

Sin duda, la relación México-EUA siempre es compleja y la 4T ha emprendido un camino diferente al de los pasados 40 años con un buen resultado. Si vemos cada tema por separado, podría parecernos inexplicable que Estados Unidos no haya condenado nuestras políticas de seguridad, energética o de desarrollo e integración regional con América Latina, para obligarnos a cambiar el rumbo como se hacía anteriormente (recordemos el vergonzoso “comes y te vas” de Fox con Fidel Castro), pero cuando vemos todos los elementos de la ecuación es más claro que México coopera en los temas bilaterales estratégicos sin abandonar su independencia y soberanía.

Por más que algunos han leído como sumisión algunas decisiones como, por ejemplo, la visita de Estado al presidente Trump en marzo de 2020 o la estrategia migratoria en la frontera sur, esa hipótesis no es compatible con lo hecho en cuanto a la soberanía energética, la política hacia América Latina o el combate al crimen organizado. Insistimos, hay cooperación, pero no sumisión. De este modo se ha roto el mito de que para tener una buena relación con EUA se requiere la sumisión total, hoy queda claro que se puede establecer una cooperación estratégica de respeto mutuo que no comprometa el interés nacional y, sobre todo, el futuro de las siguientes generaciones.

Por años se nos había querido convencer de que México debía aceptar todas las condiciones unilaterales impuestas por Estados Unidos, pues, al fin y al cabo, éramos amigos para la eternidad y el libre comercio era irreversible. Si no lo hacíamos perderíamos nuestra necesaria buena relación con la nación vecina y los beneficios (¿?) del TLCAN. Sin embargo, a pesar de cumplir con todos los requisitos, con la llegada de Donald Trump estuvimos a punto de perderlo todo y la realidad nos demostró que el interés nacional es incompatible con la subordinación de la soberanía y está por encima de la relación con cualquier país

Sobre el autor

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Ernesto Carmona Gómez

Ernesto Carmona tiene estudios de Doctorado en Ciencias Políticas y Relaciones internacionales por la UNAM. Maestro en estudios México-Estados Unidos por la UNAM. Profesor de Análisis político y prospectiva en la UNAM. Actualmente es Subdirector de Cooperación Bilateral en el Gobierno de la Ciudad de México y ha sido Asesor Parlamentario para la renegociación del TLCAN en la Cámara de Diputados de México.

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