La Historia, más allá de su valor científico, tiene un valor ético de inigualable dimensión. Y es que, la Historia nos permite consolidar el pensamiento, seleccionar las ideas que nos parecen acordes con el funcionamiento deseado de la sociedad; por tanto, nos permite evaluar nuestra voluntad, nuestros procederes; pero sobre todo, nos da las luces para controlarnos a nosotros mismos; nos permite hacernos del conocimiento de cómo vivir de manera más humana y como es que nos vamos a enfrentar al futuro, antes que pretender predecirlo. Porque, como dijo Ciro Santana Cardoso: La historia es el estudio de las sociedades humanas en el tiempo.
Reflexiones estas que nos permiten afirmar que de manera común, sobre todo en la política, se incurre en un error cuando, para otorgarle una mayor dimensión a un acto de esa naturaleza, lo consideramos como un “hecho histórico”, creyendo –haciendo creer- que el político es un ser dotado de cualidades superiores las cuales lo hacen diferente al resto de los miembros de la sociedad; se pretende, asimismo, otorgarle a la historia una autoridad superior con lo cual se desnaturaliza el verdadero sentido que ella tiene. Algunos políticos no conocen otra historia que no sea la suya; lo cual, evidentemente, les permite exaltar su ego, pero, no conocer la realidad del mundo en el que actúan.
Al respecto, bien vale la pena recordar aquellas frases que Marx expuso en: El dieciocho brumario de Luis Bonaparte, cuando complementando lo dicho por Hegel, afirmó que éste,… dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal se producen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez como farsa… Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen arbitrariamente, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos…
Reflexiones estas que, en nuestro parecer, mantienen su vigencia y pertinencia. Hoy día, influenciados por el pensamiento neoliberal, nos encontramos con la existencia de “analistas y científicos sociales”, que niegan el valor de la historia. De esa historia que pone al desnudo, frente a la sociedad, a la dirigencia política cuartorepúblicana. De esa historia que es un “juez inclemente”, ante las atrocidades en su proceder como conductores de la nación. Algunos, a lo sumo, en su argumentación esgrimen -como justificación-, que ese pasado ha sido mal comprendido, incluso, inventado.
No es una casualidad, entonces, que esa dirigencia que no solo quiere ocultar el pasado, sino que odie el presente, recurra a frases como la de que: “antes se vivía mejor”, sin definir cual antes. Frase que –por cierto- fue acuñada a comienzos de la presente centuria, sobre todo en los años 2001-2002, en chile y Paraguay: “con Pinochet se vivía mejor”, “con Stroessner éramos felices”.
La negación de la historia no es, entonces, una postura inocente, indefinida, casual. NO. Es la versión más acabada que el pensamiento nazi-fascista ha diseñado en su pretensión de apoderarse del mundo.
Es por ello que, la confrontación de éste tiempo es multidimensional, tiene una complejidad cuyas aristas están por descubrir; no tiene comparación con la confrontación este-oeste, que caracterizó los años de la guerra fría. Y, la posición que se asuma sobre ella, será una posición histórica, de allí: EL VALOR ÉTICO DE LA HISTORIA.
Publicado en Síntesis