Desde 1970, la comunidad internacional recuerda cada 22 de abril como el Día de la Tierra. Pero, en 2009, la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas, estableció dicha fecha como el Día Internacional de la Madre Tierra, a pedido del gobierno de Bolivia.
El Día de la Madre Tierra, aparte de motivarnos a disminuir nuestra huella ecológica por los daños que generamos al sistema Tierra, debe de ser una oportunidad para pensar y sentir a la Tierra como un superorganismo vivo/sensible, con dignidad propia. Como la generadora de Vida en sus diferentes formas. Es decir, pensar y sentir a la Tierra como el origen, sustento y destino de la Vida, y actuar en consecuencia.
La observación cotidiana básica de la realidad nos evidencia que todos los seres que convivimos en la Tierra estamos hechos de los mismos elementos químicos que conforman a la Tierra (sólo que configurados en nuestros genomas de manera diferente). Es más, todos y todas, al cumplir el “ciclo vital” volvemos al vientre de la Tierra, al igual que los árboles, el resto de los animales, etc. En otros términos, los humanos no somos más que Tierra con un grado de conciencia y libertad diferente al resto de los otros seres que también tienen identidad Tierra.
Esto nos lleva a la constatación que todos los seres que cohabitamos en el sistema Tierra y en el pluriverso somos hermanos y hermanas hechos de Tierra y nuestro destino es la Tierra. En ese sentido todos y todas somos hijas e hijos de la Tierra. Y aquí cobra sentido asumir a la Tierra como Madre. La Tierra nos originó, nos concibió (en su vientre) por millones de años, nos sostiene/alimenta, y nos acoge en su vientre al final de este “ciclo vital” para seguir coexistiendo en otra forma de Vida. En y con la Madre Tierra nos hacemos comunidad. Nos hacemos un todo en equilibrio.
Nuestra Madre Tierra para generar/crear las condiciones ecosistémicas, atmosféricas, climáticas adecuadas, … que posibilitaron el nacimiento de las diversas formas de Vida tuvo que vivir miles de millones de años, sobrevivir a millones de catástrofes. Desde su nacimiento la Madre Tierra tiene una historia aún inefable para los humanos.
No sabemos, con exactitud, cuándo nació la Madre Tierra. Pero, convencionalmente, el 22 de abril de cada año debería ser concebido y asumido con gratitud como el “cumpleaños de nuestra Madre Tierra”. Esto implica que cada 22 de abril deberíamos pensar más en la que cumple años, y no sólo en el bienestar de los invitados a dicha fiesta que somos nosotros los humanos.
Celebrar el cumpleaños de la Madre Tierra significa pensar y celebrar la difícil existencia propia de la Madre Tierra, con identidad, dignidad, derechos, historias propias. Si seguimos recordando el 22 de abril con la única finalidad de sensibilizar o buscar el bienestar humano en el Planeta, seguimos en el autodestructivo camino del antropocentrismo.
Las abuelas dicen que si la Madre Tierra está bien de salud, los humanos (que somos una parte de sus hijos/as) también estaremos bien. Pero, si seguimos buscando el “desarrollo/confort” de los humanos sacrificando el bienestar de la Madre Tierra, con seguridad que nuestro libre albedrío consumará nuestra desaparición como especie.