Con el ánimo de dar a conocer los esfuerzos que hacen las y los comunicadores para hacer frente al ataque comunicacional que le hacen a América Latina, publicaremos apartados del libro La Batalla Comunicacional: Defensa, ataque y contra ataque en América Latina, del escritor Pedro Santader Molina, publicado en la Fundación editorial El Perro y la Rana.
CAPÍTULO I: Teatro operacional de la batalla: revolución tecnológica y salto escala en la lucha comunicacional
Como vemos, los y las más destacadas revolucionarias del siglo 19 y 20 tuvieron conciencia acerca del rol informativo, organizativo-doctrinario c también educativo que los medios pueden jugar en la lucha política, cada uno a su manera, insistió en la necesidad de considerar esta dimensión para la acción política.
Pero ya iniciado el siglo 21 hemos pasado a otra etapa. Ya no se trata solamente de los medios, que, sin duda, fueron las herramientas centrales de la comunicación masiva en el siglo 19 y 20. La comunicación social pasaba por ahí, los flujos discursivos no presenciales dependían fundamentalmente de ellos y de sus dispositivos clásicos: radio, prensa y televisión. Como tales jugaron un rol clave en la comunicación política, en la coordinación de acciones, en promover orientaciones doctrinarias, y en desplegar propaganda ideológica. Pero ocurre que con el siglo 21 estamos dando un salto civilizatorio, en cuyo centro está – sine qua non- la cuestión comunicacional: de la imprenta, de las ondas radio-electrónicas, de las señales satelitales hemos pasado al contexto digital, a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC’s), es decir, a la Cuarta Revolución Industrial (4RI).
La lucha político-comunicacional debe considerar este salto y lo que implica este nuevo contexto. Hay, por supuesto, continuidad, pero también hay circunstancias objetivas que son nuevas, y en las cuales lo comunicacional juega un rol central. En el marco de esa convicción se escribe este libro.
En el siglo 21, bajo la dinámica de la 4RI está ocurriendo un cambio epocal muy centrado en lo tecno-comunicativo. Se trata de una realidad que implica un complejo desafío para la izquierda. El impacto de los avances computacionales, de la telefonía móvil, del internet de las cosas, de la web semántica, el Big Data y la Inteligencia Artificial están generando una de las mayores reconfiguraciones de los últimos 300 años en la humanidad. Los cambios se suceden exponencialmente, dando pie al desarrollo de una nueva ola de tecnologías que nos permiten hablar del 5G, la robótica, la nanotecnología, la web 2.0, 3.0, 4.0, etc. Esta ola ha provocado transformaciones a escala mundial relacionadas, por ejemplo, con el flujo de capital, los modelos de negocio, la gestión política, la gobernanza y administración estatal, la vigilancia de las personas, y también el uso de lo comunicacional como arma política e ideológica. Pensemos, por ejemplo, en cómo se ha alterado el modo en que tradicionalmente se desplegaban las campañas electorales, debido a la digitalización de los datos y, consiguientemente, a la altísima capacidad de almacenamiento y procesamiento de los mismos; un procesamiento que, además, permite novedosas técnicas y estrategias de micro y nanosegmentación de audiencia. Recordemos, por ejemplo, el rol de Cambridge Analytica en el Brexit (2016), el papel de Facebook en la campaña de Donald Trump (2016), o, para el caso latinoamericano, la campaña 2018 de Bolsonaro. Esta, de hecho, puede ser considerada la primera en nuestro continente ejecutada casi exclusivamente en las redes sociales por un candidato, prescindiendo de los medios tradicionales y apostando fuertemente al uso de Whatsapp como plataforma de campaña¹ Estrategias comunicacionales como las de Bolsonaro y Trump operan justamente bajo la convicción de que hoy la formación de opinión no pasa «solamente» por los medios, sino, de manera creciente, por las redes sociales y los dispositivos móviles. Ese «solamente» es importante, porque, no creemos que la importancia política e ideológica de los medios tradicionales haya sido anulada por lo digital.
Se trata de realidades complejas que nos obligan a reaccionar de modos complejos. Nos demandan repensar, por ejemplo, la manera en que hoy se deberían relacionar los movimientos sociales con la comunicación (ellos han sido los actores principales en la lucha mundial contra el neoliberalismo en el siglo 21); o cómo interactuar comunicacionalmente desde los gobiernos progresistas y desde la institucionalidad conquistada con los sectores sociales que defienden los procesos de transformación estructural; cómo diseñar hoy una campaña electoral para enfrentar a la extrema derecha y sus ejércitos de bots y fake news; o, pensando en el caso trágico de Bolivia, cómo enfrentar un golpe de Estado, momento en que lo comunicacional se vuelve clave para resistir, para articular la retaguardia, para mantener la moral de los/las nuestros/as y para contra-atacar. Es definitiva, hay que seguir repensando la manera de dar batalla comunicacional, tanto con elementos de continuidad, conocidos, bolivarianos y leninistas que responden a un aprendizaje histórico ya adquirido, y también con otros nuevos, propios del actual contexto tecnológico-digital, que den cuentan de esta fase de la dominación capitalista e imperialista que combatimos, para así mejor resistir y mejor golpear.
Es en ese sentido que más arriba insistíamos en la necesidad de entender que hemos pasado a una etapa distinta, y dar batalla con ese entendimiento. Porque, por un lado, el campo del poder está empleando como nunca antes y de manera cada vez más refinada el aspecto comunicacional de la dominación, y por otro, las tensiones de la lucha de clases se expresan, también de manera inédita, en lo comunicacional. La comunicación hoy está en el centro de la dinámica capitalista, en el marco de un salto tecnológico digital con consecuencias civilizatorias. Los monopolios modernos de esta etapa que son las grandes compañías tecnológicas sin bien exhiben, por un lado, un comportamiento clásico de un mundo capitalista dominado por los monopolios, ya Marx describió perfectamente, por otro lado, muestran la novedad de que aumentan su valor al capturar más y más la atención digital de los usuarios. Eso significa que como nunca antes los grandes actores monopólicos del capital tienen como meta incidir en nuestra cotidianidad, desde que despertamos y miramos el teléfono móvil, hasta que nos dormimos viendo una película en Netflix.
Es una batalla en torno a nuestra atención digital cuyo teatro operacional se despliega por tierra, aire, mar y espacio. Por tierra la protagonizan los medios tradicionales y los centros de datos (data center); por aire está en juego la ocupación y distribución de las bandas radio-electrónicas; en el espacio se disputa lo satelital y por mar el cableado submarino de fibra óptica conectado a los mencionados centros de dato, que permiten el funcionamiento mundial de la web. El filósofo Fernando Buen Abad, empleando también la metáfora bélica, señala al respecto que tal como el imperialismo ha diseminado sus bases militares a lo largo del planeta, hace lo mismo con la creación de bases mediáticas. «En América Latina hay bases mediáticas y bases militares. Las mediáticas tienen varias ventajas sobre las militares. Tienen mayor capacidad de articulación, de manera más rápida y ubicua. Hay velocidad y sincronicidad, eso es básicamente estrategia militar»
2 Entrevista Política y Medios, mayo de 2015; www.politicaymedios.com.ar
Efectivamente hemos subido de peldaño, vemos un grado superior en el modo en que el capital y el imperialismo usan la comunicación. Esta siempre se ha usado en el marco de las dinámicas de poder, claramente, de hecho ya en El Príncipe de Maquiavelo encontramos reflexiones y comentarios de este clásico autor acerca de lo que podemos hoy conceptualizar como comunicación política, por ejemplo, cuando el italiano comenta estrategias de apariencia de los gobernantes y la importancia de lo que hoy llamamos opinión pública: «el Príncipe debe cuidar su reputación»; o la preocupación por la imagen y las apariencias: «Nada proporciona a un príncipe tanta consideración como las grandes empresas y el dar de sí ejemplos fuera de lo común».
Pero el salto de escala que hoy nos lleva a grados superiores en las estrategias de dominación, gracias al rol que la comunicación y la tecnología digital juegan, nos obliga también a pensar en un salto en las dinámicas de nuestra resistencia, nuestras ofensivas y contra-ofensivas.