• noviembre 22, 2024 5:14 am

Autocracia de un imperio en decadencia

PorMaría Fernanda Barreto

Ago 27, 2022

Nadie puede esperar que un imperio se derrumbe sin estremecer la historia, mucho menos cuando ese imperio ha concentrado la economía y el poder militar de un modo sin precedentes, en un mundo casi totalmente globalizado.

Estados Unidos, como cabeza del imperio capitalista, ha logrado concentrar la economía mundial, construir la más poderosa fuerza militar, dominar los más grandes organismos de integración que se suponen multilaterales y a su vez ha condensado el poder de las corporaciones mediáticas cada vez más cartelizadas a su favor.

Es un poder monstruosamente consolidado en cuarenta y cinco años de postguerra en un mundo bipolar y en más de tres décadas transcurridas de unipolarismo, hecho a su medida.

Si ningún imperio antes había logrado tanto poder sobre el resto de la humanidad, es casi absurdo que nos sorprendan los terremotos que ocasiona tan gigantesca caída.

Estados Unidos y su ejército imperialista, la OTAN, están llevando al mundo entero a una guerra sin fin para defender el logro histórico de haber conseguido sostener durante tres décadas ese mundo dominado por él, en la que todos los pueblos, hasta los suyos, son víctimas potenciales de sus ataques multidimensionales y «público objetivo» de sus operaciones psicológicas y comunicacionales.

Hay que despojarse de viejos paradigmas para entender que los Estados Unidos no necesita mayor triunfo militar que generar el caos, la desunión y la fragmentación de los países que no se le subordinen y, también, de los pueblos que, más allá de sus propios gobiernos, se atrevan a rebelarse contra sus intereses, pues hace mucho tiempo que este tigre de papel herido ha aprendido a consolidarse en el caos ajeno.

La violencia desatada por el mundo unipolar

Para resumir brevemente el análisis que hemos hecho reiteradamente sobre lo que sucede en Ucrania hoy, diríamos que este país es el escenario donde se está llevando a cabo una guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia, cuyo objetivo estratégico es impedir la consolidación del mundo multipolar para sostener su poder hegemónico absoluto. Ha decidido comenzar esa guerra atacando indirectamente, por supuesto, a la tercera potencia más fuerte que, junto a China, es la amenaza más importante a su hegemonía en lo económico, militar, cultural y, por ende, también en lo político.

Debilitando a la tercera potencia podrá centrarse en su principal objetivo que es finalmente China. De involucrar también al gigante asiático en un conflicto armado, rápidamente aumentaría la violencia que este país ejerce sobre otros que se niegan a someterse a los Estados Unidos. Es decir, los países insubordinados de Asia Occidental encabezados por Irán y los de Nuestra América encabezada por Cuba y Venezuela.

Con este conflicto en las fronteras rusas, además, los Estados Unidos están recobrando su poder económico y militar sobre Europa, que ya comenzaba a dar indicios de soberanía. Como resultado se ve una Ucrania devastada y traumatizada por la guerra, una de las tres potencias más grandes del mundo ocupada en resolver un conflicto sin desatar todo su poderío militar para no elevar la violencia en un país territorial y culturalmente tan cercano, al tiempo que lidia con una batería inusitada de sanciones económicas y la censura mediática.

Una Europa librando una guerra por encargo en su propio campo, cada vez más endeudada y comenzando a sentir los estragos de la falta de combustible y alimentos por subordinarse al jefe de la OTAN.

Este conflicto, además, ya ha comenzado a impactar en la situación ecológica de esa región, al retornar al uso masivo del carbón, y con el peligro latente de una guerra nuclear que busca camuflarse tras el telón de un accidente, bombardeando instalaciones nucleares, para evitar una respuesta rusa directa a América del Norte, lo que obviamente también afectaría a Nuestra América.

Los más recientes ataques contra China como objetivo estratégico

Los Estados Unidos, a través de las operaciones de sus corporaciones como la Lokheed Martin -la más grande corporación militar del planeta-, sus medidas coercitivas unilaterales disfrazadas de sanciones, acciones políticas abiertas como la visita de Nancy Pelosi, pretende usar a Taiwán del mismo modo que está utilizando a Ucrania, azuzando un conflicto tercerizado contra China y continúa presionando supuestos conflictos internos en la Región Autónoma Uigur de Xinjiang.

En su libro Geopolítica Multipolar, el ministro del Poder Popular para la Defensa de Venezuela, general en jefe Vladimir Padrino López, alerta que «En la Escalada de Tucídides, hacia la tripolaridad manifestamos lo que veremos pronto cuando la zona occidental de China, cohabitada por una población musulmana denominada la etnia Uigur, comience a perturbar la estabilidad del circuito para impedir la retoma de la vieja Ruta de la seda«, y explica además que esto se da en el contexto de un reposicionamiento de las fuerzas occidentales en la región indo-pacífica.

El papel de las corporaciones mediáticas y las oNG para justificar la injerencia

Si algo hemos aprendido en Venezuela es la importancia que tienen las corporaciones mediáticas y las organizaciones supuestamente no gubernamentales, dentro de las guerras multidimensionales imperialistas, que preparan el terreno para justificar la injerencia y pretenden legitimar lawfares y todo tipo de acciones unilaterales, extraterritoriales y violatorias del derecho internacional con las que Estados Unidos interfiere en los asuntos internos de todos los países del mundo, utiliza a su antojo organismos internacionales, ejecuta robos y saqueos como los del oro venezolano, el petróleo, las empresas Citgo y Monómeros, y más recientemente, el avión Emtrasur, mientras manipula la opinión pública mundial a favor de sus acciones.

Obviamente, todas estas dimensiones de la guerra se están aplicando también contra China. Partiendo de la advertencia hecha por el General en Jefe, debemos fijar ahora la atención en la Ley de Prevención del Trabajo Forzado Uigur, que amplía las prohibiciones de importación de los productos fabricados en dicha región, principalmente algodón. Esta prohibición ya ha traído consecuencias para el sector textil del mundo entero y ha impactado en la economía interna de la región, es decir, en el propio pueblo Uigur que dice defender.

Se trata de alrededor de 7 millones de agricultores dedicados a la producción del algodón, cuya subsistencia es puesta en riesgo por esta medida arbitraria. Lo que evidencia que es la búsqueda de acciones económicas para socavar la creciente economía china, y no una sincera preocupación por los derechos humanos, lo que motivan este tipo de acciones de parte de los Estados Unidos.

Como también sucede en Venezuela, golpear a la población con medidas coercitivas que se configuran en bloqueos pero que la narrativa proimperialista llama «sanciones», se ha convertido en su modus operandi. Se dictan prohibiciones de importación hacia los Estados Unidos y contra líderes y lideresas políticas del país, y finalmente se extienden a terceros países a los que se amenaza con medidas similares si no apoyan dicho bloqueo, con lo que todo el peso de las consecuencias económicas de estas medidas recaen en los hombros de los pueblos y violan sus derechos fundamentales.

Por esto, «Durante la 46ª sesión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas recién concluida, Cuba emitió una declaración conjunta en nombre de 64 países en la que insta a los países pertinentes a dejar de interferir en los asuntos internos de China por medio de la manipulación de las cuestiones relacionadas con Xinjiang, a abstenerse de hacer acusaciones infundadas contra China por motivaciones políticas y a dejar de frenar el desarrollo de los países en desarrollo con el pretexto de los derechos humanos». En la que, entre otras cosas, se denunció el doble rasero de las potencias occidentales cuando se trata de defender los derechos humanos.

No es casual que esta Ley injerencista haya sido introducida en 2020 también por el senador Marco Rubio, acérrimo enemigo de Cuba y Venezuela. Finalmente esta Ley fue sancionada por Joe Biden a finales de diciembre de 2021 y entró en vigor el 21 de junio de 2022.

Tampoco es casual que en este tipo de leyes se escondan tras el discurso de la supuesta defensa de los derechos humanos y que para ello cuenten con Human Rigths Watch y Amnistía Internacional, entre otras organizaciones que sin medias tintas podemos calificar de organizaciones mercenarias que encubren y pretenden legitimar el injerencismo estadounidense, a la vez que son tímidas, sordas y hasta mudas, cuando se trata de denunciar las muchas violaciones a los derechos fundamentales dentro de Estados Unidos y los países de la OTAN. Mucho menos se atreven a denunciar las violaciones masivas a los derechos humanos que esa injerencia genera en los países del Sur Global.

Pero, sin duda, lo más preocupante de todo es cómo la opinión pública mundial está siendo manipulada por esas grandes corporaciones mediáticas, cada vez más masificadas a través de las redes sociales y condicionadas por los algoritmos de una inteligencia artificial que aprende a controlarnos con cada búsqueda en Internet.

El imperio de las fobias, que precisamente ha sido el promotor de la islamofobia, la rusofobia y la sinofobia, continúa en su intento por expandirse y salvaguardar su hegemonía, imponiendo la guerra y sembrando el caos. La lucha por el mundo multipolar liderada por China y Rusia es acompañada también por Irán, Siria, Palestina, Cuba y, por supuesto, Venezuela, entre otros países del mundo que se niegan a entregar su soberanía e hipotecar su derecho a la autodeterminación. Porque únicamente en un mundo compartido será posible esa «construcción histórica fundamental para poder desarrollarnos con plenitud» que es la paz.

En ese mismo libro, el general Padrino López afirma brillantemente que «la ecuación de la paz siempre será negociada y se supone que quien se siente en esa mesa con mayor poder, obtendrá mayores réditos y beneficios, razón por la cual el poder es el recurso impostergable por conquistar».

La construcción de ese poder no pasa solamente por la preparación militar y el desarrollo económico, implica en principio lograr la unidad de los Pueblos en la lucha por el mundo multipolar y pluricéntrico, lo que requiere una «opinión pública» capaz de develar y confrontar la guerra comunicacional dirigida por los carteles mediáticos y su industria del entretenimiento.

Mientras se siga aceptando que los Estados Unidos dinamite el derecho internacional en nombre de sus propias leyes, imponga guerras en nombre de la paz, violente soberanías en nombre de la libertad, empobrezca a nuestros pueblos en nombre de los derechos laborales y ataque nuestras democracias en nombre de su modelo liberal de democracia, seguiremos siendo débiles y, parafraseando a Bolívar, seremos «instrumentos ciegos de nuestra propia destrucción».

Si la injerencia estadounidense termina por debilitar a China y Rusia, la humanidad entera corre el riesgo de terminar sumergida en la más absoluta autocracia del imperialismo. De tal magnitud es el riesgo que enfrenta el mundo en este momento histórico, pero por todo lo aquí dicho, de ese mismo tamaño es la oportunidad.

Publicado en Misión Verdad.

Sobre el autor

María Fernanda Barreto

Militante colombo-venezolana, feminista, escritora y educadora popular, dedicada en los últimos años a la investigación de temas relacionados con la geopolítica del imperio del capital. Integrante de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Fue servidora pública del Gobierno Bolivariano durante 16 años. Es escritora, productora, guionista, editora, articulista y entrevistada habitual de diversos medios internacionales. Sus textos han sido traducidos a más de cinco idiomas.

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