La plurinacionalidad como propuesta ética y política trastoca el elemento filosófico constitutivo de la modernidad que es el ser uno como el ser perfecto y deseado. De esta idealización del ser uno nace en lo político la idea de un solo Dios en el cielo y un solo Rey en la tierra. Esto luego se liga a la idea de un solo poder, un solo pueblo… A un Estado le corresponde una sola nación con una sola identidad política nacional, etc.
La idea del individuo autónomo que tanto deseamos está anclada en la idea del ser uno aislado como un ser perfecto. Por ello, cuando el individuo, persona, es más autónomo, independiente del resto, es más perfecto y más desarrollado según nuestro modo de pensar. En consecuencia, cualquier pensamiento o praxis centrado en la pluralidad o diversidad es repelida o fustigada. Por ejemplo, tener más de una identidad o identificación fue catalogada como esquizofrenia o anormalidad.
El individuo moderno, en los hechos, es la aniquilación de la comunidad, de la convivencia en la diversidad. Y para subsistir creará la sociedad (sumatoria de intereses individuales). Y, en el proyecto de sociedad cada individuo asociado siempre verá al otro como enemigo/competencia potencial, y un individuo terminará dominando/anulando/aniquilando al otro. Esto es lo que ocurre también con el individuo de la izquierda colonial, forjada y anclada en los idearios políticos del individualismo político occidental moderno.
La idea de la plurinacionalidad está anclada en la idea y en el ser comunidad. Comunidad en la diversidad. Busca la unidad, pero como pluridad (no como uniformidad), donde el ser diferente (con sus propias identidades), lejos de ser un estorbo para el bienestar de la comunidad, es un elemento constitutivo para alcanzar el Buen Vivir.
En buena medida, sin buscarlo, la idea de la plurinacionalidad empuja a la humanidad hacia la homeostasis (nivelación, equilibrio), hacia la regeneración de equilibrios ecológicos, cuestiona los privilegios individuales e impulsa logros colectivos.
La plurinacionalidad, al estar anclada en la idea de comunidad y proyectada hacia el ser comunidad, al parecer, se anuncia como el epitafio de la muerte del yo, yo, yo… y abona a la regeneración de la comunidad, e incluso una comunidad cósmica.
¿Por qué las izquierdas coloniales le temen a la plurinacionalidad?
Le tienen miedo a la comunidad. Las y los individuos modernos, sean de derechas o de izquierdas, al estar configurados en el individualismo metodológico y ontológico, le temen a la comunidad porque temen convivir en comunidad. Le temen a la voluntad, a las decisiones comunitarias que no necesariamente satisfacen los intereses individuales de los revolucionarios o de los líderes.
La comunidad no es únicamente un territorio poético de derechos/oportunidades de bienestar, también es un lugar de consensos, compromisos. De desaprendizajes y aprendizajes colectivos.
Temen perder los privilegios individuales. Un revolucionario de la izquierda clásica o colonial, una vez que ascendió social, cultural y políticamente, muy difícilmente está dispuesto a “morir a los privilegios” que le corresponden como revolucionario o como líder. Por eso la vanguardia revolucionaria (tenga o no títulos académicos), casi nunca volverá a ser obrero o campesino. Siempre buscará estar en roles de representación de las masas, en los salones de eventos sociopolíticos. Siempre hablará de campesinos, de indígenas, de obreros. Pero casi nunca llegará a las comunidades campesinas o indígenas.
Les habita el racismo y clasismo. La modernidad como proyecto civilizatorio de muerte está constituida por el racismo y el clasismo. Por ello el individuo moderno, para anular y dominar al otro, casi siempre recurre al racismo y clasismo como herramientas de dominación. Esta es una de las razones del por qué las izquierdas, muy a pesar que hicieron “opción preferencial por los pobres”, jamás escucharon, ni escucharán, las verdades milenarias que claman los pueblos empobrecidos, porque para las izquierdas coloniales las fuentes de conocimiento están en Europa o en los EEUU.
El racismo y clasismo (que son elementos del colonialismo colonialismo/modernidad) impidió que las izquierdas reconocieran a los pueblos campesinos y originarios del continente como sujetos sociopolíticos. Es decir, sujetos colectivos revolucionarios capaces de organizarse, diseñar y plantear propuestas de arquitectura de Estado, de autogobernarse. Esta es otra de las razones del por qué las izquierdas colonizadas rechazan la idea de la plurinacionalidad porque según las izquierdas coloniales la idea de plurinacionalidad lleva únicamente la impronta indígena.
Las izquierdas coloniales, incluso las izquierdas con fenotipo indígena, le temen a la propuesta de la plurinacionalidad porque temen a la convivencia comunitaria, temen perder sus privilegios de “revolucionarios”, y sobre todo porque aún les habita el racismo y clasismo que es constitutivo del individuo moderno que les impide ver al campesinado, a las mujeres o a las y los originarios como sujetos sociopolíticos capaces de diseñar y ejecutar agendas propias.