Por Iroel Sánchez
«Soy un hombre lleno de miedo, no puedo dormir sin ayuda química, estoy solo y he perdido la confianza en todo el mundo que camina sobre la tierra. Siempre desconfío de que me puedan vender o de que se acerquen a mí y me hagan daño».
Así ha dicho el escritor Roberto Saviano sobre lo que ha sido su vida después de desafiar a la mafia napolitana con su libro Gomorra. Ni el éxito comercial, ni vivir con escolta, ni los premios recibidos le han permitido escapar al miedo. «El dinero sirve para los abogados, porque estoy en querellas con Salvini y Meloni», dice el escritor italiano, que denuncia el uso de la prensa local para crear un clima enrarecido contra él.
El libro de Saviano es una investigación periodística, pero hay muchas películas, series y libros de ficción sobre la mafia, desde clásicos como El Padrino y Los Soprano, hasta esas que te dan la impresión de haberlas visto o leído antes por repetir caminos muy trillados con poca complejidad psicológica y pobreza argumental. En las mejores y las peores, hay siempre constantes que caracterizan el género: el chantaje como método de control social, que convierten el miedo a desafiar a los capos en la base del funcionamiento de un barrio, una ciudad, un territorio o un negocio.
Así vemos cómo los lazos entre economía, política, comunicación, justicia y violencia física van estrangulando el alcance de quienes pudieran constituir voces disidentes en una comunidad. Lo que resulta insólito es que ese miedo sea proclamado a los cuatro vientos y con él se justifique una postura presidencial del país más poderoso del mundo como acaba de hacer el senador estadounidense por la Florida, Marco Rubio, con el presidente Joe Biden.
Rubio, en un acto electoral con vistas a las elecciones congresionales del próximo 8 de noviembre, efectuado en el «Museo Americano de la Diáspora Cubana de Miami», acaba de afirmar que la única razón por la que la administración Biden no ha regresado a las políticas de Obama hacia Cuba es porque «le tiene miedo al exilio cubano de la Florida». Recibiendo allí el apoyo de organizaciones vinculadas históricamente a terrorismo y la violencia política como la Brigada 2506, protagonista de la fracasada invasión a Cuba por Bahía de Cochinos, y de personas como Orlando Gutiérrez Boronat que llama reiteradamente a la intervención militar estadounidense en Cuba y con vínculos notorios con el Osama Bin Laden del Hemisferio Occidental: Luis Posada Carriles, fallecido en su cama de Miami sin que las autoridades estadounidenses lo molestaran por sus crímenes, incluyendo la voladura en pleno vuelo de un avión de pasajeros con 73 personas a bordo.
Han pasado varios días desde las ofensivas declaraciones de Rubio y ni desde la Casa Blanca ni desde el Partido Demócrata ha existido la menor respuesta, confirmando el viejo dicho de que el calla, otorga. Hasta ahora 63 años de miedo, con no pocas víctimas mortales, con cancelaciones de empleo y amenazas de todo tipo, han convertido a los políticos y los medios de comunicación de Miami en un coro prácticamente unánime con respecto a Cuba, pero nunca había existido un planteamiento tan explícito que, sin embargo, no fue recogido por uno solo de los representantes de los medios de prensa presentes en el acto de respaldo a Rubio, pero del que quedó constancia en la grabación de video del mismo difundida a través de Internet.
El clásico caso del perro que muerde al hombre esta vez no fue noticia.
La llamada mafia cubano-americana tiene un larga lista de acciones terroristas en territorio estadounidense, cuya manifestación más reciente fue un ataque con un disparo de un fusil de asalto a la embajada de Cuba en Washington en 2020, pasando por el asesinato de diplomáticos cubanos acreditados ante la ONU y del excanciller chileno Orlando Letelier, más una lista no pequeña de personas residentes en Miami, New Jersey y Puerto Rico que han sido víctimas de la violencia armada por ser proclives a un cambio en las relaciones con La Habana.
Pero la intervención de ese sector extremista, fabricado y financiado por el propio gobierno estadounidense, es como un Frankenstein que se vuelve siempre contra sus creadores. Por citar solo algunos ejemplos: desde el asesinato de los hermanos John y Robert Kennendy, el escándalo de Watergate que costó la presidencia a Nixon, la crisis migratoria del Mariel que se la arrebató a Carter, el escándalo Irán-Contra que desacreditó a Bush Padre, la crisis migratoria de los balseros y el caso del niño Elián que pusieron a correr a Clinton, hasta los «ataques sónicos» a diplomáticos estadounidenses en La Habana, ahora desmentidos por la CIA, pero que han hecho gastar cientos de millones en investigaciones e indemnizaciones al gobierno federal.
Esos «ataques» nunca probados sirvieron al gobierno de Trump para complacer a políticos como Marco Rubio y dar atrás al deshielo iniciado por Obama en las relaciones con Cuba que, como dice con razón el senador por la Florida, el presidente Biden no ha retomado, al mantener al pie de la letra las políticas de Trump hacia la Isla.
Es sabido que el control mafioso cubano-americano sobre el voto en el estado de la Florida dio la «apretada» victoria a Bush Hijo sobre Al Gore en las elecciones presidenciales del año 2000 y que el jefe de la campaña electoral Demócrata en aquella ocasión, Ron Klain, actual jefe de gabinete de Biden, quedó traumatizado para siempre, al extremo que se cuenta en Washington que el Señor Klain no quiere escuchar hablar del menor contacto con Cuba y le pasa algo parecido a lo que le sucede a Roberto Saviano, pero sin el valor de reconocerlo.
Así que pareciera que no es miedo sino terror lo existente en el equipo de Biden hacia lo que Rubio llama «exilio cubano», y no es más que la maquinaria mafiosa que controla la expresión política en el Sur de la Florida.
El 23 de febrero de 2019, en medio de una borrachera de euforia, y tal vez algo más, que terminó en sonoro fracaso, al frente de un intento de invadir Venezuela por el fronterizo puente de Cúcuta desde territorio colombiano, y en compañía de los hoy desacreditados Iván Duque y Sebastián Piñera, Marco Rubio, al mejor estilo de Al Capone, tuiteó un amenazante mensaje al presidente cubano Miguel Díaz-Canel: «Te vemos pronto», escribió.
En Cuba nadie le hizo caso, han pasado tres años y medio y Gustavo Petro reanudó relaciones con Venezuela, y ahora el New York Times dice que Washington debe reconocer a Nicolás Maduro, pero parece que en la Casa Blanca sí que le temen al Padrino de Miami.
Iroel Sánchez es editor y periodista cubano. Trabaja en la Oficina para la Informatización de la Sociedad Cubana. Fue Presidente del Instituto Cubano del Libro. Mantiene el blog de análisis e información La pupila insomne.
Este artículo fue publicado originalmente en Al Mayadeen en Español el 17 de octubre de 2022.