• diciembre 22, 2024 7:49 am

La integración en perspectiva soberana

PorColumna de opinión

Ene 25, 2023

Latinoamérica y el Caribe llegaron a plantear no sólo la idea, sino toda una arquitectura de integración regional. Un análisis de sus conquistas y de sus renovadas posibilidades, a días de una nueva cumbre de la CELAC

Por Irene León

La integración regional es el proyecto más significativo que la región haya logrado colocar en los escenarios de futuro, no sólo por la perspectiva estratégica de levantar una agenda común frente a los envites de la globalización, sino también porque abre un abanico de posibilidades para el delineamiento de iniciativas geopolíticas, geoeconómicas y socioculturales, adscritas a las configuraciones de un mundo multipolar, en cuyo proceso la región es un eslabón relevante.

Pero, además de ese posicionamiento en el mundo, el elemento dorsal de la integración es la estructuración endógena, para delinear el porvenir colectivo de unas sociedades históricas que comparten su geografía.

La integración es una herramienta estratégica, indivisible del concepto de soberanía, orientada a la construcción de la unión sociopolítica, económica, ecológica y cultural de la región, a través de la creación consensuada y participativa de propuestas de complementariedad, cooperación, solidaridad e intercambios, para fortalecer las capacidades endógenas y propiciar la participación de la región en un mundo multipolar. [1]

Desde esa perspectiva, las instancias de integración del Siglo XXI [2] han desarrollado una multiplicidad de proyectos para potenciar las complementariedades a través de agendas consensuadas sobre: gestión de recursos naturales, energías, seguridad y defensa, educación, salud, conocimientos, tecnologías, culturas y otros. Asimismo, en tiempos de dominio del capital financiero, han colocado en el escenario uno de los planteamientos más desafiantes, como es el de una nueva arquitectura financiera regional.

La integración regional es una propuesta con sentido histórico, que se sustenta en una perspectiva geopolítica, cimentada en la articulación de los Estados para apuntalar proyectos de interés colectivo. Esto constituye una contraposición de primer orden frente al capitalismo global, cuyos poderes bregan por organizar el mundo exclusivamente a través de la geoeconomía, en función de intereses privados, en pos de la consecución del mercado total que es una meta central del neoliberalismo. Por eso, tan solo con plantear el bien común y la primacía de los Estados como articuladores de la integración, la región ya colocó el germen de una alternativa.

En el actual contexto, los poderes fácticos globales, tales como el capital financiero, las corporaciones transnacionales, los conglomerados tecnológico mediáticos y el complejo industrial militar, bregan por instalarse como poder omnímodo en la cúspide mundial y, de la mano de los cambios tecnológico-digitales, propician la transición hacia un nuevo modelo de acumulación. Como requisito para la consecución de tal plan, han proclamado la obsolescencia del Estado y no dudan en suplantar sus potestades, especialmente sobre la gestión de flujos económicos, territorios y recursos.

“Tan solo con plantear el bien común y la primacía de los Estados como articuladores de la integración, la región ya colocó el germen de una alternativa”

El desplazamiento del poder del Estado hacia el sector privado es de tal magnitud, que las corporaciones privadas que operan como punta de lanza de la renovación del capitalismo se consideran exentas de las legislaciones nacionales e internacionales; de hecho tienen su propio sistema de solución de controversias, para encausar a los Estados que esquivan los lineamientos de la “libertad empresarial” [3].  Según las propias fuentes empresariales “La privatización económica […]extrae el poder económico de las naciones hacia las empresas. Estas empresas, de carácter multinacional, obtienen el valor añadido que antiguamente correspondía a las naciones. […] Finalmente, el aumento de las tensiones entre las naciones indica que la cooperación ya no es la base sobre la que funcionan las relaciones entre países.” [4]

Así, la disyuntiva en torno a la centralidad del interés colectivo sobre el interés privado es medular en la disputa por los enfoques, sentidos y actores de la integración, pues si ésta ha sido conceptuada por los poderes dominantes como una respuesta táctica a la evolución del capitalismo o como un dispositivo para cohesionarse en función de la disputa de mercados, en la América Latina y el Caribe del Siglo XXI, a tono con el posicionamiento de propuestas progresistas y alternativas en el poder [5], la integración se perfila como un proyecto integral, para propiciar la autodeterminación de la región y encauzar un proyecto de futuro, cimentado en la historia compartida.

Los mecanismos de integración soberana han delineado un proyecto endógeno, con intercambios y relaciones comerciales amplias y diversificadas, atentas a los designios del bien común de la región, mientras que, por su parte, las propuestas de asociación neoliberal se articulan a través del libre comercio y propician el aperturismo en beneficio de réditos e intereses privados. Por esa parcialidad del enfoque, los órganos de libre comercio que se crearon para contrarrestar el proceso de integración no han podido y no pueden sustituirse a toda una arquitectura de integración regional, levantada desde la complementariedad en los tres primeros lustros de este siglo, aunque sí golpearon al proceso y sí han logrado debilitar temporalmente su ímpetu.

Desde la perspectiva de la integración como un proceso histórico, marcado por una secuencia de tentativas y rompimientos definidos por las relaciones de poder endógenas e internacionales, se evidencia que en el contexto del capitalismo global la integración es una propuesta estratégica con una capacidad única para disputar contenidos frente al proyecto capitalista, que persigue la mercantilización de todos los principios de vida.  Asimismo, el reconocimiento de la integración como proceso y proyecto histórico ha conllevado resignificaciones y actualizaciones de las aspiraciones de unión e independencia que Simón Bolívar enunció. Hugo Chávez, uno de los principales actores de la política integradora del Siglo XXI, enfatizó en ese puente histórico, en la idea de proceso y en la memoria colectiva, incluso para delinear nuevas perspectivas en función de la construcción de un futuro con afirmación de las diversidades, de los conocimientos ancestrales y de la plurinacionalidad.

Así, la integración está en disputa. La región está en disputa. De ahí la relevancia de la agenda de Reactivación y Fortalecimiento que anuncia la CELAC [6]; tanto como la dinamización contenida en las prioridades del Consejo Económico de ALBA-TCP [7]; y las acciones en pos de restablecimiento de UNASUR [8]. Significativos elementos de contexto, entre ellos la voluntad política expresada por varios países, apuntan a una activación de la integración, que es a la vez colocada como una prioridad por las realidades geopolíticas y estructurales, cuyos elementos esbozaré a continuación.

 Breve panorámica de la integración soberana

Cronológicamente, la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -ALBA[9] surge en 2004 como una alternativa antisistémica, que busca dejar atrás las definiciones de competencia capitalista para generar una propuesta de solidaridad y complementariedad, con enfoques de diversidad económica, reciprocidad y perspectiva participativa.  En 2006 se incluye el Tratado de Comercio de los Pueblos -TCP-[10] para dar un impulso a las prácticas de intercambio heterogéneas, provenientes de la diversidad productiva y económica que existe en la región.

ALBA-TCP resulta de un acumulado de alternativas a la globalización neoliberal que se enarbolaron desde los noventa, tanto como de las resistencias al libre comercio, especialmente al relegamiento económico, productivo y geopolítico que acarreaba el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), un plan hemisférico que Estados Unidos intentó implantar[11].  Por su parte, la síntesis estratégica de las alternativas económicas y geopolíticas que subyace en la formulación de un nuevo paradigma de la integración, concebido desde la autodeterminación y la solidaridad, proviene de la capacidad política y del compromiso histórico de Fidel Castro y Hugo Chávez;  la tesis del Tratado de Comercio de los Pueblos fue por su parte un aporte de Evo Morales.

Los programas impulsados por ALBA-TCP en materia energética, alimentaria, educativa, cultural, tecnológica, sanitaria y en otros rubros,  sientan un precedente por las modalidades de intercambio diversas, con alcances altruistas, que han incluido incluso a países no miembros y a gobiernos locales. Entre sys logros emblemáticos figuran, entre otros,  la erradicación del analfabetismo en varios países, los intercambios relativos a la soberanía alimentaria y más recientemente el programa de atención a los impactos del Covid 19 en los países miembros, con dotación de vacunas, atención sanitaria y otros.

ALBA generó la propuesta pionera de una nueva arquitectura financiera y de una nueva institucionalidad financiera regional, entre cuyas concreciones está el Banco del ALBA (2008) [12], una institución financiera pública regional de carácter soberano y cooperativo, dedicada a impulsar la integración económica y propiciar la reducción de asimetrías y el fortalecimiento de la región. También destaca el diseño de un instrumento de intercambio monetario internacional propio: el Sistema Unitario de Compensación Regional (Sucre), una moneda virtual emitida por el Banco del ALBA para facilitar el intercambio entre los países y responder a la necesidad de incrementar las “ventajas cooperativas”.  En esa misma línea, ubicamos al Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP), mecanismo económico que reconceptualiza al comercio, incluyendo entre sus principios la “complementariedad, solidaridad y cooperación, para que juntos alcancemos una vida digna y el vivir bien” [13].

Este enfoque marca un hito en materia financiera, no solo porque sustenta la cooperación y no el lucro en los intercambios internacionales, sino también porque su diseño es el de un mecanismo público, de vocación humanista, a la vez que el Sucre abre posibilidades para romper con la omnipresencia del dólar estadounidense cómo referente monetario para el comercio internacional.

“El Sistema Unitario de Compensación Regional [es] una moneda virtual emitida por el Banco del ALBA para facilitar el intercambio entre los países y responder a la necesidad de incrementar las ‘ventajas cooperativas’”

En política internacional ALBA-TCP sustenta la relevancia de un mundo multipolar, apuesta por el internacionalismo y por el desarrollo de relaciones de reciprocidad.  Desde esa perspectiva, aporta al dinamismo de influyentes instancias multilaterales, grupos de países y foros de concertación política, tales como el G77+China, el Movimiento de Países No Alineados y otros. A su vez, interactúa con iniciativas intersectoriales en problemáticas relacionadas con la deuda externa, con el desarrollo de alternativas, así como con instancias organizativas, como es el caso de ALBA Movimientos, la Marcha Mundial de las Mujeres, o la Asamblea Internacional de los Pueblos.

El concepto innovador de la integración, sus definiciones anticapitalistas y la contextualización que ALBA formuló, influyeron sustantivamente en el desarrollo de nuevos enfoques sobre el conjunto de perspectivas sobre la región.  Contribuyeron asimismo en la conceptualización de los mecanismos de integración ulteriores, que se definen políticamente como más heterogéneos, como es el caso de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que emerge en 2008 como un espacio de construcción consensuado y participativo de la integración socioeconómica, comercial, cultural y política, con la aspiración de procurar paulatinamente niveles integrales de articulación endógena.

UNASUR evidencia que Sudamérica tiene todo para garantizar varios decenios de autosuficiencia y que con una gestión apropiada podría llegar a una óptima sostenibilidad; de modo concomitante plantea un enfoque de democracia fortalecida con la eliminación de la desigualdad socioeconómica, la inclusión y la participación ciudadana. Bajo esos parámetros, llega a configurar un avanzado mecanismo institucional con resultados tangibles en defensa, salud, producción, ciencia y tecnología, soberanía energética, cooperación cultural, democracia, control electoral y otros. En un breve lapso logra la consolidación de “12 Consejos Ministeriales Sectoriales para el fortalecimiento y proyección de las políticas públicas y la consolidación de los Estados Nacionales, con definiciones normativas estatutarias, con cauces de acción definidos, fundamentados en planes de acción sectoriales” [14].

El diseño de una nueva arquitectura económica, financiera y productiva regional, como un instrumento soberano, articulado a un conjunto de planes endógenos impulsado por UNASUR, está basado en la complementariedad y en el desarrollo de cadenas productivas y de valor intrarregionales.  Esta meta tiene también objetivos socioeconómicos tales como la consecución de la igualdad en los países y la convergencia entre ellos.

En el campo internacional se compromete con la perspectiva de un mundo multipolar: UNASUR desarrolla una significativa agenda para la construcción de un tejido de interrelaciones con otras instancias regionales, tales como la Comunidad Andina de Naciones (CAN), el Mercado Común del Sur (Mercosur), ALBA-TCP y otros.  A la vez, propicia el fortalecimiento de relaciones con el Sur geopolítico, especialmente con el Foro de Cooperación Sudamérica – África (ASA), conformado por 55 países de Sudamérica y la Unión Africana,  orientado al impulso de la cooperación birregional; así como con la Cumbre América del Sur – Países Árabes (ASPA), para propiciar el intercambio económico y comercial entre los países de Unasur y la Liga Árabe [15].

Por su parte, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) emerge en 2011 como un mecanismo representativo de concertación política, cooperación e integración económica, social y cultural, articulado en torno a la vigencia democrática y el dialogo como instrumento para dirimir las diferencias, toda vez que reconoce el derecho de cada país a definir libremente su sistema político y económico. Se organiza bajo la premisa de la unidad en la diversidad, para afianzar la construcción histórica común de luchas por la justicia, en coherencia con la trascendencia histórica del proyecto de Bolívar [16].  Aboga por una región libre de colonialismo, que valorice su legado multicultural y vindique la memoria histórica de los pueblos originarios.  En esa línea, subraya el carácter plurinacional de varios países.

La CELAC es vocera de la región en temas globales y tiene el mandato de propiciar la inserción de la región en el ámbito internacional. En su acumulado histórico, registra la interlocución con relevantes bloques regionales, tales como la Unión Europea o el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo, con quienes ha establecido acuerdos de cooperación; desarrolla igualmente encuentros con países estratégicos en la geopolítica mundial, tales como la Federación Rusa y China, de cuyos foros resultó, por ejemplo, el Plan de Acción CELAC – China. Es asimismo vocera de la región en las instancias multilaterales globales como la ONU y otras.

La arquitectura de la integración con enfoque de multipolaridad  

Por la importancia estratégica que tiene la integración, tanto para el desarrollo endógeno como para la relación de la región con el mundo, Latinoamérica y el Caribe llegaron a plantear no sólo un proyecto sino toda una arquitectura de integración, compuesta por múltiples mecanismos e iniciativas, que reflejan la posibilidad de generar articulaciones democráticas en medio de distintas circunstancias socioeconómicas y desde una heterogeneidad de enfoques económicos y orientaciones políticas.

Varios espacios confluyen en esta arquitectura de la integración regional, que se levantó en los tres primeros lustros del Siglo XXI: la CELAC, generando confluencias entre los 33 países de América Latina y el Caribe independientemente de las diferencias de sistemas políticos y económicos, para sobre esa base encaminar la agenda de la región hacia el mundo; la UNASUR, proponiendo una articulación sudamericana endógena, estableciendo consensos políticos y propiciando el desarrollo de agendas conjuntas con otras instancias intrarregionales y del Sur;  por su parte, ALBA-TCP aporta los contenidos de una alternativa antisistémica interrelacionada con la multipolaridad, con sus prácticas de diversidad económica y con la resignificación de los intercambios y el comercio. Todas ellas, además del propósito de construir un futuro compartido, focalizado en el bien común, coinciden con distintos matices en planteos de una nueva arquitectura financiera regional y en la necesidad de reformar las instituciones financieras internacionales.

Adicionalmente, por el ímpetu con el que se colocó la mencionada perspectiva de la integración y por los resultados que logró exhibir en un corto plazo, se abrió un escenario para el encaminamiento de acciones conjuntas y plataformas comunes con otras instancias regionales previas, tales como el Mercosur, la CAN, la CARICOM, etcétera.  Más aún, las demostraciones de “unidad en la diversidad” concitaron una amplia convergencia con organismos relacionados, en el año 2012, en el marco de la CELAC:  “Las autoridades de la ALADI, ALBA, CAN, CAF, CEPAL, MERCOSUR, OLADE, AEC, SELA, UNASUR y otros mecanismos acordaron evitar la dispersión, la fragmentación y la duplicación de tareas, así como trabajar juntos la construcción de la ciudadanía latinoamericana, la ampliación del comercio regional, la superación de las asimetrías, la integración energética, la modernización de las infraestructuras y las experiencias exitosas de inclusión social en la región” [17], con lo cual se inauguró una de la más poderosas posibilidades de cambios para la región y se generaron condiciones para una modificación de las relaciones de poder en los escenarios internacionales.

No obstante, de modo paralelo, con una agenda afincada en el neoliberalismo, también se aupó su antítesis: en 2012 se fundó la Alianza del Pacífico, un mecanismo integrado por Chile, Colombia, México y Perú que alude a la integración como sinónimo de libre comercio, anclado en la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas para impulsar el crecimiento, desarrollo y competitividad de sus economías. La Alianza también plantea “convertirse en una plataforma de articulación política, integración económica y comercial, y proyección al mundo, con énfasis en la región Asia-Pacífico.” [18].   Con análogas características surge en 2019 el Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur),  impulsado por el ex presidente colombiano Iván Duque, con el propósito de desbancar a la Unasur.  Se trata de un organismo conformado por 9 países, que se define como un mecanismo de dialogo para el crecimiento, progreso y desarrollo. Su agenda trata sobre infraestructura, energía, salud, defensa, seguridad y gestión de riesgos.  Sus proyectos principales están focalizados en infraestructuras y en la subasta de recursos energéticos.

Ambos proyectos fueron lanzados al calor de un reposicionamiento del neoliberalismo, con ostensibles expectativas de inhibir los mecanismos de integración. No obstante, por su foco circunscrito al comercio y a los actores privados relacionados, la proyección obtenida se enclaustra en ese campo y no incursiona en los enfoques de la “integración multidimensional” [19], en términos de la CEPAL. La Alianza del Pacífico no se ha expandido; más bien ha sido señalada por los endebles resultados de su agenda de acercamiento a Asia, que es una de sus prioridades, mientras que la CELAC exhibe un Plan conjunto con China y relaciones diversificadas en esa zona.  Por su parte, Prosur apenas muestra proyección regional. De modo que las amenazas frente a los procesos de integración sí son reales, pero no provienen del “éxito” integrador de estas iniciativas sino de la estrategia de generar vacíos por parte de los gobiernos neoliberales (como sucede en Unasur) así como de las presiones corporativas y del proyecto geoeconómico hemisférico estadounidense.

“La Alianza del Pacífico no se ha expandido; más bien ha sido señalada por los endebles resultados de su agenda de acercamiento a Asia […] mientras que la CELAC exhibe un plan conjunto con China y relaciones diversificadas en esa zona”

En suma, no obstante, los golpes asestados por la restauración conservadora que se ha agudizado en los últimos años, la potente propuesta de integración regional soberana sigue en pie. Como veremos a continuación, se presentan condiciones para su restablecimiento, con las mismas ideas-fuerza, pero con estrategias adaptadas a los tiempos.

La agenda de Latinoamérica y el Caribe en la disputa por una integración soberana

El hecho más destacado de este primer cuarto de siglo en la región latinoamericana y caribeña es el surgimiento de una nueva perspectiva de integración soberana que, en concordancia con los aportes teóricos y políticos de los procesos alternativos al neoliberalismo, enfatiza en los grandes objetivos de articulación endógena y en el posicionamiento estratégico de la región en el mundo. Los avances propiciados por esta iniciativa son icónicos, pero son apenas un abrebocas de su gran potencial.

Pero se trata de una propuesta en intensa disputa, vulnerable ante las relaciones de poder geoeconómico y político, en un contexto en el que las fuerzas neoliberales procuran el desvanecimiento de las instancias geopolíticas, multilaterales y soberanas, para priorizar sus alianzas de mercado en beneficio de los grandes poderes corporativos transnacionales y de la hegemonía estadounidense.

De ahí la relevancia del reposicionamiento de los mecanismos de integración, que tienen capacidad para generar propuestas de bloque frente a problemáticas tales como la deuda externa o las medidas de las instituciones financieras internacionales. La CELAC, en su plan de reactivación y fortalecimiento[20], enfatiza en el llamado a mejorar las condiciones en el trato de la deuda externa, así como en el establecimiento de un mecanismo más completo para el tratamiento de la deuda soberana, tanto en entes públicos como en privados. Asimismo, llama al Fondo Monetario Internacional a revisar las políticas de acceso y sobrecargos en los préstamos de apoyo financiero, a la vez que le apremia a asegurar el acceso oportuno a los Derechos Especiales de Giro, con la instauración inmediata de mecanismos de redistribución para los países vulnerables y de renta media.

https://www.alai.info/las-americas-en-disputa-elementos-de-una-cumbre-sin-altura/embed/#?secret=QFulX84l5W#?secret=cSKHE1xd5e En la región latinoamericana y caribeña, la restauración conservadora ha servido especialmente para el reposicionamiento del poder corporativo transnacional y nacional. Además, ha propiciado la consolidación del poder del capital financiero y el ensanchamiento del autoritarismo del mercado.  El sector financiero, como poder fáctico omnímodo, impone sus reglas de juego frente a los Estados e inflige tasas de interés inclementes a las personas; las empresas aplican precios de “primer mundo” a sus productos, mientras regatean centavos en las condiciones laborales; las llamadas auto-regulaciones son una quimera y el comercio opera sin reglas, sin mencionar el trato desigual que tiene la producción local frente a la transnacional. En ese contexto, urge canalizar el llamado a respetar el multilateralismo y las reglas relativas a un comercio no discriminatorio en el marco de la OMC, formulado por la CELAC, como también encauzar el fortalecimiento de la economía endógena, como plantea el Consejo de Complementación Económica de ALBA-TCP 2022[21].

ALBA-TCP se dispone a reactivar el Grupo de Trabajo sobre la Nueva Arquitectura Financiera Regional y espera fortalecer la actuación del Banco del ALBA como banco de desarrollo, fundamentalmente en lo relativo a la acción operativa, considerando las necesidades y disponibilidades de cada país miembro. Como lo subrayamos anteriormente, a cualquier escala que se presente, ésta es una propuesta tan necesaria como desafiante, pues se trata de una instancia multiestatal, pública y con una agenda social que emerge en un contexto en el que el capital financiero brega por mantener el monopolio exclusivo de ese sector.

De hecho, se estima que las resistencias del sector financiero -influyente en el sector público- disuadieron la creación del Banco del Sur impulsado por Unasur y dejaron en embrión la propuesta de moneda sudamericana, la misma que Luiz Inácio Lula da Silva plantea retomar, probablemente en un escenario más auspicioso. En la actualidad, países de relevancia plantean usar su propia moneda en el comercio internacional. En el marco extra regional, una instancia relacionada es el Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS, una institución financiera multiestatal para coadyuvar a proyectos de desarrollo sostenible e infraestructura que está desarrollando nuevas líneas de operaciones, para incluir así los sectores de salud e infraestructura social.

Brasil es miembro fundador de los BRICS, instancia de cooperación Sur–Sur que engloba al 40% de la población mundial.  Está en camino la integración de Argentina, con lo cual dos países de la región estarán presentes en ese bloque económico que es considerado como el de mayor alcance mundial. Los BRICS son una asociación económica-comercial de los países emergentes más importantes del mundo: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, fundada en 2009 con el objetivo de impulsar un nuevo orden financiero internacional.  Esta instancia plantea la relevancia del multilateralismo y la integración, propósitos que son coincidentes con las propuestas de integración regional soberana. Igualmente, los BRICS abogan por la reforma de las instituciones financieras internacionales. Por su identidad y alcances, éste es sin duda un actor clave a tener en cuenta como contraparte en los escenarios de integración extra regional.

“Las resistencias del sector financiero […] disuadieron la creación del Banco del Sur impulsado por Unasur y dejaron en embrión la propuesta de moneda sudamericana, la misma que Luiz Inácio Lula da Silva plantea retomar”

Todas las instancias de integración soberana plantean colocar a las personas en el centro de las políticas económicas y no al contrario, un principio de sentido común. Sin embargo, desde hace varios siglos el capitalismo ubica la acumulación de capital como el objetivo central de la acción humana, de modo que la diferencia conceptual no es anodina. La CELAC se dispone a reanudar una agenda de desarrollo afincada en los derechos económicos, sociales y culturales, que se cristalizaría en lo inmediato en el impulso de programas relativos a la alimentación, sanidad, educación, gestión de riesgos, igualdad de las mujeres, transformación digital, ciencia, tecnología e innovación social, cooperación espacial y otros[22].  En esa misma línea ALBA-TCP, que tiene un propósito explícito de dar prioridad a la gente antes que al capital, enfatiza además la importancia de la soberanía alimentaria, más aún en el contexto de la actual crisis global, y propone una agenda especifica que combina iniciativas para la autosuficiencia regional con el cumplimiento de los objetivos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En cuanto a la recuperación económica post pandemia, tanto CELAC como ALBA-TCP la definen como inclusiva, con medidas tendientes a la democratización de la producción de medicamentos y a la eliminación de los obstáculos que dificultan el acceso justo y equitativo a las vacunas en tanto bienes públicos globales. Esto tiene que ver, sin duda, con las actuaciones de las corporaciones transnacionales que monopolizan la investigación, las patentes, la producción y la comercialización, a la vez que mantienen una incidencia desmesurada en la Organización Mundial de la Salud (OMS).  En este mismo campo, las iniciativas científicas y sociales desarrolladas por Cuba desde lo público constituyen una buena práctica e emular, al igual que las estrategias interinstitucionales, tales como la adhesión de la CELAC al “Plan Integral de Autosuficiencia Sanitaria” de la CEPAL.

Otra problemática de gran importancia en la agenda regional es la salvaguardia de la paz, especialmente en un contexto internacional militarizado en el que Estados Unidos, el Complejo Industrial Militar y la OTAN –que tiene a Colombia como socio global-, pretenden involucrar a países de la región en sus planes de “guerra infinita”. En 2014 la CELAC declaró a Latinoamérica y el Caribe como zona de paz [23], lo que significa que la región debe ser exenta de militarización, de ocupaciones militares o de la formación de cuerpos paramilitares y bases en otros países. Esto involucra también el impulso a una cultura de paz en las relaciones regionales, con enfoques de convivencia no belicistas y con políticas de seguridad y defensa preventivas. En ese sentido, es importante la interlocución con instancias que coinciden en prioridades tales como la desnuclearización o la resolución pacífica de las controversias, como es el caso del G77+ China, uno de los grupos de países más influyentes en el escenario mundial, en el cual buena parte de los países de la CELAC participan, lo que constituye una buena base para una alianza sustantiva.

A su vez, la CELAC ratificó su propósito fundacional de garantizar una región libre de colonialismo y apela a la resolución definitiva y pacífica de los conflictos coloniales que persisten en la región, como es el caso de la vulneración de la soberanía de Argentina en las Islas Malvinas por parte del Reino Unido. También repudia las arbitrariedades neocoloniales, tales como la injerencia política, el uso de los recursos tecnológicos para intentar la desestabilización de terceros países y particularmente las medidas coercitivas unilaterales y sanciones ilegales que Estados Unidos impone a Cuba, Venezuela y Nicaragua.

El fortalecimiento de los diálogos con socios extra regionales y la participación en las ya mencionadas articulaciones mundiales, son clave para garantizar los propósitos de soberanía geopolítica y geoeconómica. Son a la vez un aporte para la región, en tanto la inserción en esos escenarios le permite contribuir con el fortalecimiento de la multipolaridad, el multilateralismo y con el establecimiento de algún equilibrio en las relaciones de poder mundial. Asimismo, es relevante la reactivación de las iniciativas de articulación con el Sur -especialmente con África y Asia- que impulsó UNASUR y que trajeron la apertura de nuevos horizontes geopolíticos, con posibilidades de diversificación de los intercambios en diversos campos.

En síntesis, América Latina y el Caribe ha abierto un espacio para pensar la integración desde la soberanía, en un contexto de alta intensidad histórica en donde se despliegan distintas alternativas para cambiar las dinámicas de relegamiento socioeconómico y geopolítico. Son proyectos tendientes al bien común, con proyecciones de largo alcance, como los horizontes del Buen Vivir/Vivir bien y el Socialismo. Pero también bregan en la región las fuerzas de un neoliberalismo radical, articuladas a los intereses de los poderes fácticos globales, especialmente de las corporaciones transnacionales y el capital financiero. Éstas, junto con los actores del conservadurismo político local, exhiben su disposición de acudir a todas las estratagemas posibles, para evitar los cambios en los países y vaciar de contenidos la integración regional.

La integración está en disputa, pero cuenta con un sólido cuerpo de análisis, propuestas y sobre todo de resultados, gracias a los cuales se mantiene en el tiempo y se reproduce como una alternativa de futuro, apegada a la sostenibilidad de la vida y a los enfoques de soberanía y justicia geopolítica.


Este artículo, con algunas modificaciones, fue publicado originalmente en Geopolítica de la Integración Latinoamericana. Revista Humanidad en REDH, No. 01, Venezuela: diciembre 2022. Agradecemos a la autora su envío.

Referencias:

[1]  Irene León (2022). La Integración en perspectiva soberana. en Geopolítica de la Integración Latinoamericana.  Revista Humanidad en REDH. No 01. Venezuela. Diciembre 2022

[2]  La Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América –ALBA-TCP-; la Unión de Naciones Suramericanas –Unasur-; y la  Comunidad de  Estados Latinoamericanos y Caribeños –CELAC-

[3]  Oficialmente el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) es una instancia del Banco Mundial, pero opera todo un sistema de arbitraje privado relacionado. La mayoría de controversias se dirimen en ventaja de las compañías y no de los Estados.

[4]  APD. Geoeconomía: La economía mundial que viene. España, 07/11/2018  https://www.apd.es/geoeconomia-economia-mundial/

[5] Desde inicios del Siglo XXI la región vive un proceso de asenso de proyectos progresistas y de izquierda en la mayoría de países.  No obstante, la región está en disputa y atraviesa también por una significativa recomposición de sectores neoliberales e incluso de conservadores radicales

[6] CELAC 2022. Argentina. Plan de Trabajo. https://www.sela.org/media/3225726/plan_de_trabajo_celac_2022.pdf

[7] ALBA-TCP. Declaración de la XI Reunión del Consejo de Complementación Económica. Bolivia 2022 https://www.albatcp.org/acta/declaracion-de-la-xi-reunion-del-consejo-de-complementacion-economica-del-alba-tcp/

[8] Llamado por la Reconstitución de UNASUR.  La Integración en perspectiva soberana. en Geopolítica de la Integración Latinoamericana.  Revista Humanidad en REDH. No 01. Venezuela. Diciembre 2022

[9] Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -ALBA- https://www.albatcp.org/historia/

[10]  Principios Fundamentales del Tratado de Comercio de los Pueblos -TCP  https://www.albatcp.org/acta/principios-fundamentales-del-tratado-de-comercio-de-los-pueblos-tcp/

[11] Irene León (2022) Las Américas en disputa: elementos que inciden en una Cumbre sin altura. ALAI. https://www.alai.info/las-americas-en-disputa-elementos-de-una-cumbre-sin-altura/

[12] Banco del ALBA. Convenio Constitutivo. República Bolivariana de Venezuela, 2008   https://bancodelalba.org/wp-content/uploads/BA-CC-VERSION-ESPANOL.pdf

[13] Principios Fundamentales del Tratado de Comercio de los Pueblos –TCP-. Bolivia 2009  https://www.albatcp.org/acta/principios-fundamentales-del-tratado-de-comercio-de-los-pueblos-tcp/

[14] Pedro Sassone, Retomar el camino de UNASUR. Propuesta de Agenda de Transición. en Geopolítica de la Integración Latinoamericana.  Revista Humanidad en REDH. No 01. Venezuela. Diciembre 2022

[15] Las dos iniciativas fueron impulsadas por Inacio Lula da Silva, cuyo gobierno aportó sustantivamente a la integración sudamericana y del Sur.

[16] CELAC. Declaración de Caracas.  “En el Bicentenario de la Lucha por la Independencia Hacia el Camino de Nuestros Libertadores”. Caracas, diciembre 3 de 2011

[17] Acuerdos de los Organismos de Integración de América Latina en el marco de la CELAC, Uruguay, 2012/08  https://www.comunidadandina.org/notas-de-prensa/acuerdos-de-los-organismos-de-integracion-de-america-latina-en-el-marco-de-la-celac/

[18] Alianza del Pacífico, Protocolo Adicional del Acuerdo Marco, https://www.subrei.gob.cl/acuerdos-comerciales/acuerdos-comerciales-vigentes/alianza-del-pacifico. 2014

[19] Alicia Bárcena. Prólogo. Integración regional: hacia una estrategia de cadenas de valor inclusivas, CEPAL. Chile 2014

[20] CELAC (2021) Declaración de la Ciudad de México. VI Cumbre de Jefas y Jefes de Estado y de Gobierno de la CELAC. México.  http://www.sela.org/media/3223268/declaracion-pol%C3%ADtica-de-ciudad-de-mexico-vi-cumbre-celac.pdf

[21] Ídem 8

[22] Ídem 7

[23] CELAC.  Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz,  La Habana, 29 de enero 2014  https://www.gob.mx/sre/documentos/proclama-de-america-latina-y-el-caribe-como-zona-de-paz-comunidad-de-estados-latinoamericanos-y-caribenos-celac

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