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Economía venezolana 2023: crecimiento, devaluación y salarios

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PorFranco Vielma

Mar 7, 2023

La economía venezolana evolucionó favorablemente desde el último trimestre de 2021, rompiendo la recesión de años anteriores. Desde entonces, ha venido presentando cifras de crecimiento que se han mantenido hasta inicios de 2023.

El conjunto de la economía nacional arrojó un aumento del PIB (Producto Interno Bruto) superior a 15% y, tal como anunció el presidente Nicolás Maduro, sería el mayor incremento registrado en el continente durante el año pasado.

Pero la racha alcista, según varias firmas privadas, pudo debilitarse a finales de 2022 e inicios de este año conforme recrudeció un nuevo ciclo de devaluación registrado en ese período que debilitó los salarios.

¿Qué posibilidades y escenarios deparan a la economía venezolana dentro de las condiciones actuales? No es una pregunta menor si consideramos que sigue sujeta a muchos factores difíciles de predecir.

El binomio crecimiento vs. Inflación

El crecimiento de los valores experimentado en 2022 se manifestó de la siguiente manera: el PIB subió 17,4% entre enero y marzo. En el segundo trimestre alcanzó un cénit de 23,3 % y en el tercer trimestre fue de 13,2%.

Hasta ahora no han sido publicadas las cifras del cuarto trimestre pero, aunque se mantienen en positivo, probablemente se trató de un crecimiento menor o en desaceleración.

Según el Indicador Mensual de Actividad Económica del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), durante el cuarto trimestre de 2022 la economía venezolana registró un crecimiento de 9,1%, inferior a los registrados en los trimestres anteriores. Pero el OVF cuenta con análisis mensuales que terminan desfasados por las cifras oficiales, siempre a la baja, conviene agregar.

Pero aún sin contar con datos definitivos del cuarto trimestre, el registro del Banco Central de Venezuela (BCV), hasta el tercer trimestre, arrojaba algunos indicadores.

El PIB del país se había expandido 17,7% en el lapso enero-septiembre de 2022. Pero, acorde con datos del BCV, se pueden extraer algunos elementos importantes que fueron resumidos por el medio Banca y Finanzas:

  • Se observa una importante desaceleración del PIB petrolero en el tercer trimestre producto de la baja de los precios del petróleo. Los números bajaron comparados con febrero-marzo-abril.
  • Se confirma la ralentización del consumo privado en el año, el cual es el principal componente del PIB —representa 64% del total—. Este creció 17,6% el primer trimestre de 2022, 16,5% el segundo trimestre de 2022 y 8,6% el tercer trimestre de ese mismo año.
  • Las importaciones de bienes y servicios registraron una tendencia similar pero aún más pronunciada que el consumo —27,2% en primer trimestre, 9,2% en el segundo trimestre y 1,2% en el tercer trimestre—, lo que confirma la desaceleración de la actividad y del consumo.

Normalmente el ciclo octubre-diciembre es el lapso con mayor actividad, tanto en consumo privado como en importaciones. Fue también el período de pago escalonado de utilidades a los trabajadores públicos y privados. Pero no se ha confirmado oficialmente cómo se comportaron estas actividades.

Hace poco el economista Asdrúbal Oliveros explicó que el índice de las ventas en Caracas durante enero marcó una disminución de 17,5% con respecto al mismo período el año pasado.

Según Oliveros, el descenso en el consumo comenzó a manifestarse desde octubre y alcanzó al mes de enero. Refirió una desaceleración y «una señal de alerta» para el sector privado.

Sin embargo, la mayoría de las prospecciones sobre el comportamiento de la economía venezolana para 2023 siguen siendo favorables.

«Las previsiones de 18 entes encuestados apuntan a un crecimiento de 5,4% del PIB en promedio para 2023, y tienen como valores extremos 8% de Credit Suisse y 3,6% de Síntesis Financiera. Aristimuño Herrera y Asociados prevé una expansión entre 6% y 7% y el Fondo Monetario Internacional (FMI) 6,5%», refiere el medio Banca y Negocios en su trabajo «La economía venezolana: retos y perspectivas para 2023«, publicado a finales del mes de enero.

De acuerdo con el resumen de datos que presentó esa plataforma, Venezuela crecerá más que los países emergentes, pues se estima que alcance 3,7%. Por su parte, la región latinoamericana podría conseguir 1,7%, de acuerdo con el FMI.

Conviene mirar los datos al detalle. A finales de enero, la vicepresidenta Delcy Rodríguez anunció que la inflación de 2022 fue de 234%. Recordó que ese indicador en 2021 había cerrado en 684% y, si se compara con la cifra de años anteriores, es evidente que viene en desaceleración, aunque se mantenga alta.

El último trimestre sería el más inflacionario del año y puede afirmarse que este indicador tuvo un impacto en el consumo.

Es evidente que este factor tiene un impacto en el consumo y, por ende, en el crecimiento. La inflación para Venezuela se estima entre 100-130% para 2023, es decir, a la baja comparado con 2022.

Adicionalmente hay que hablar de la variable crédito. La economía venezolana creció en 2022 con una luz verde al uso de 10% de los haberes en divisas, para que fueran entregados por los bancos en créditos. En 2023 el presidente Maduro anunció que se autorizará 30%. Es un aumento de 200% e impactará en las actividades económicas de manera favorable. Pero el crédito en bolívares sigue restringido en aras de limitar la liquidez y el encaje legal bancario está en 73%.

El binomio devaluación vs. salarios

El bolívar registró en diciembre la mayor tasa de devaluación en 2022, al caer 35% frente al dólar, cuya cotización subió de 11,25 bolívares a 17,48 bolívares en el mercado oficial, un alza de 55%, según el BCV.

Tal como referimos antes, siendo el último trimestre del año, concretamente diciembre, el periodo de mayor consumo —como ocurre normalmente—, esta posibilidad pudo haberse esfumado con una devaluación de la moneda muy alta durante ese mes, lo que significaría una caída del consumo que también se palpó en enero.

Para finales de febrero de 2023, a tasa oficial, el salario mínimo y básico se calculaba en 5,4 dólares. Es decir, el salario se ha mantenido inamovible en 130 bolívares durante 11 meses, mientras han transcurrido escaladas en la devaluación.

Como es sabido, en marzo de 2022 este indicador se calculaba en alrededor de 30 dólares mensuales y se mantuvo en niveles similares por más de seis meses antes de que los espasmos del tipo de cambio se incrementaran desde el mes de octubre.

Esta variable de salarios mínimos impactó sobre una base de 7 millones de personas, entre asalariados públicos y pensionados. De ahí que pudo tener una relación con el aumento del consumo privado y, por ende, en el PIB, durante los primeros trimestres del año.

Vale la pena recalcar que la composición de la economía venezolana ha cambiado desde el bloqueo a la economía nacional —por la reducción de la renta petrolera a niveles idénticos de inicios del siglo XX—.

Durante 2022, 62% de la composición del PIB obedeció al consumo privado. Claramente, salarios y pensiones metabolizaron durante buena parte de 2022 la economía interna, transfiriendo ingentes recursos al sector privado. Cuando aumentaron la devaluación y la inflación a finales de año, el consumo se ralentizó y, por ende, se desaceleró el PIB.

El año 2023 ha comenzado con un claro registro de caída del salario público y las pensiones. El presidente Nicolás Maduro ha manifestado ser claramente consciente de la situación y se ha referido a ajustes que están por anunciarse, pero ha hecho énfasis en la necesidad de medidas para que la fórmula salarial sea sostenible.

La actividad petrolera furtiva al bloqueo, la cual se mantiene a niveles mínimos, reportó al BCV unos 4 mil 758 millones de dólares el año pasado.

Adicionalmente, la recaudación fiscal en el país aumentó 97% en 2022. Mediante nuevos impuestos y un aumento en el rigor de la recaudación, el Estado llevó a sus arcas el equivalente a unos 4 mil 744 millones de dólares.

Pero esta base de recursos no llega al 20% que percibía habitualmente el Estado en tiempos anteriores al bloqueo. No es suficiente para apalancar salarios altos. Cualquier cálculo sin considerar la consistencia de esos números está en el terreno de la demagogia.

Evidentemente se necesitan más fuentes de ingresos y es imposible planificarlos con base en una actividad petrolera reducida, sujeta a las condiciones objetivas adversas como el bloqueo a las exportaciones del Estado.

El gobierno venezolano tendría que ajustar su presupuesto, reconducirlo y aplicar nuevas medidas tributarias para alcanzar una base sostenible que permita respaldar sueldos sin renunciar a sus obligaciones de gestión. Pues el meollo está justamente en la sostenibilidad de su valor. La base salarial y de pensiones de más o menos 30 dólares aplicada en 2022 puede reestablecerse, pero debe mantenerse sin ceder a la devaluación. Eso implica su ajuste constante, anclaje a un valor de referencia u otras medidas de pago o compensación.

Sin embargo, no hay que perder de vista que la ecuación salarial es solo una parte del cuadro. Lo más importante es la contención de la devaluación.

Aquí conviene explicar que una cosa son los ingresos calculados en divisas y otra el presupuesto del Estado, el cual se despliega en bolívares. Las principales bases del financiamiento en bolívares son justamente la recaudación tributaria y la venta de divisas en el sistema cambiario.

Banca y Negocios publicó una nota en la que señala los resultados de un estudio y registro del comportamiento del sistema cambiario en Venezuela, y cómo actuó el BCV ante estas fluctuaciones en el año 2022.

Según el portal venezolano, la política de intervención cambiaria del BCV, destinada a relajar la devaluación del bolívar frente al dólar, le costó en el año 2022 un monto aproximado de 5 mil 400 millones de dólares, lo que se traduce en un promedio de 450 millones mensuales que reflejaría un incremento de 251,79% en comparación con los 1 mil 535 millones de dólares que el ente bancario vendió a los bancos comerciales venezolanos en el año 2021.

Esta es una cifra importante para las condiciones actuales de la economía. De ahí que conviene ver ese importante esfuerzo financiero para intentar regular el tipo de cambio.

Es evidente que, durante el último trimestre de 2022, el Ejecutivo venezolano fue más flexible en materia de liquidez, pues desafortunadamente —aquí hay que detenerse a recordar que el país sigue bloqueado— hubo financiarización del presupuesto o del déficit fiscal.

Buena parte del pago de las utilidades para empleados públicos y pensionados coincidieron con aumento de la liquidez.

Conviene aquí hacer un alto. Cada vez que irrumpe el debate «monetarista» del presupuesto, aparecen gráficos de años en los que el aumento de la liquidez no se expresaba directamente en la devaluación y la inflación, ni tampoco ocurría una depreciación real del salario. Pero no se incorpora a ese análisis que se trataba de tiempos de control cambiario y de abundantes petrodólares con los que se pagaba la regulación cambiaria.

Estos eran tiempos de una oferta abundante de divisas en el sistema cambiario. De un sistema cambiario estable —por estar controlado a «dolarazos», hay que insistir— y una moneda nacional más fuerte.

Dista mucho de la economía actual, en la cual cada dólar es adquirido ávidamente por sectores y empresas que desean «salir» de sus bolívares. Una economía en la que la abundancia de bolívares propicia que quienes los tengan estén dispuestos a pagar más por cada dólar, lo que genera incremento en el tipo de cambio.

De lo anterior se desprende que en las condiciones actuales de la economía venezolana, el aumento de la liquidez implica la subida de la relación bancaria. Seguidamente, implica devaluación. Ello, además, es el desencadenante del deterioro del salario, luego cae el consumo y así se ralentiza la economía.

Todo apunta a que la nueva fórmula salarial que el Ejecutivo anunciará próximamente supone una composición «sostenible» del presupuesto para poder apalancarla. Tal vez el nuevo salario y las pensiones alcancen alrededor de 40 dólares mensuales como base, lo cual costará más o menos unos 7 mil millones de dólares al año; pero estas son únicamente especulaciones.

Es un presupuesto que debe componerse sobre impuestos y una cuota por exportaciones furtivas al bloqueo. Seguramente el Ejecutivo evitará de igual manera la expansión de la liquidez y mantendrá políticas restrictivas para evitar el financiamiento del presupuesto por esa vía.

La importancia de ese escenario consiste en poder reiniciar otro ciclo de repunte en la economía venezolana. Devolverles cierta capacidad de consumo a más de 7 millones de asalariados y pensionados implica nuevamente revitalizar las actividades económicas y mantener el crecimiento, lo cual generará un caudal de recursos que serían captados mediante la recaudación fiscal, para así retroalimentar el ciclo.

La economía venezolana transita por un ciclo en cierta medida inédito. Jamás el presupuesto público tuvo que construirse sobre una base en la que el factor petróleo es un elemento marginal. Eso es porque la economía nacional sigue bloqueada. A veces se nos olvida que el aire existe, aunque lo estemos respirando.

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Franco Vielma

Sociólogo. Msc en Comunicación Política.

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