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La problemática de las élites en Rusia y en el mundo

PorEloy Fontan

Jun 9, 2023

Artículo de Eloy Fontan.

Al poco de bajar de los árboles, el hombre comenzó a formar sociedades más y más complejas. Aparecieron la división del trabajo y los puestos de responsabilidad: el hombre medicina, el hombre del tiempo, el guarda del agua, el contable… Después la agricultura fue cediendo peso en favor del comercio y la manufactura, forzando la rotación entre las élites y así una nueva clase dirigente atiende las nuevas necesidades administrativas. Forzar es la palabra correcta, porque las élites viejas se agarran a sus puestos como mejillones a la piedra, aun a sabiendas de que acabarán en la perola o el mar: los señores feudales fueron perdiendo fuerza en favor de las monarquías, que traían un sistema económico y organizativo más eficaz. En ese sistema floreció la burguesía organizadora de las repúblicas liberales, la aniquilación de la sociedad estamental y la revolución industrial, que trajo la clase obrera y que también se hizo con el poder en dos terceras partes  del mundo. Se podría decir que al principio de un ciclo económico, las élites vienen a solucionar los problemas; y al final, los crean.

En el siglo XVI, el zar Iván el Terrible tenía que lidiar con los boyardos, que sustentaban su poder en la tenencia de tierra. El zar cedió tierras y títulos a los jefes militares, erosionando el poder boyardo y garantizándose la fidelidad de las armas. Se solucionó un problema, pero se creó otro: el mismo zar sabía que no podía dar eternamente tierras, porque esta se acaba, pero si dejaba de conceder tierras, podría perder el favor de los ejércitos. Estos acabaron por formar otra clase feudal que no daba palo al agua y que se reproducía más deprisa que la clase campesina que los sustentaba, lo que supone un problema que algun día desequilibrara el tejido productivo.

En el siglo XVII, con Catalina II, comienza a entrar capital inglés en el país y la nobleza rusa adquiere los hábitos de consumo europeos. El problema es que, mientras en Europa se cosechaba una cantidad 6 o 7 veces mayor de lo sembrado, en Rusia se recoge solo 3 o 4 partes de lo que se siembra y a pesar de esa baja productividad, Rusia era el lider mundial de exportación de cereales. Además, durante los siglos XVIII y XIX, el tren de vida de la nobleza europea descansaba en parte sobre la explotación de las colonias, mientras que en Rusia los nobles vivían casi exclusivamente a costa de sus siervos. Eran los tiempos en los que el abuelo del actor Kirt Douglas huyó del Imperio Ruso hacia la tierra prometida, y su nieto contaba que los campesinos rusos se remangaban un brazo para distinguir la izquierda y la derecha.  A toro pasado describió aquella Rusia Nicolás Wrangel en su ensayo Desde la servidumbre hasta el Bolchevismo, libro fundamental para entender la Rusia de la segunda mitad del siglo XIX y espejo fiel de la Rusia de 1990. 

No confundir a Nicolas Wrangel con el Baron Negro, Pedro Wrangel, su hijo, que dirigió el movimiento blanco en Ucrania durante la guerra civil rusa y la intervencion extranjera y que, como Korlinov y Denikin, llevaban la pulsera de la bandera rusa y trabajaban para el capital británico.

En estas circunstancias y viendo venir esta guerra, parte de la inteligencia militar rusa entendió que solo los bolcheviques podían salvar (modernizar, en nuestro idioma) Rusia y contactaron con la facción más nacionalista del movimiento: el polaco Feliz Derzhinsky y el georgiano José Dzhugasvili o a secas, Stalin. Los servicios de inteligencia estadounidenses, por su parte, trabajaban con Trosky, y en la universidad de Harvard se guarda el archivo de Trosky, ficticio o real, fuente de los exabruptos de Yuri Felshtinkly, quien suele vomitar sus opiniones en El País y en su día publicó con Aleksander Litvinenko (ex-oficial del KGB envenenado en Londres) el ensayo Rusia Dinamitada, tramas secretas y terrorismo de Estado en la Federación Rusa. El libro, que achacaba a las fuerzas de seguridad rusas los atentados chechenos de fin de siglo en Moscú y que recibió una crítica tan desfavorable en Occidente, que incluso en estos momentos de rabiosa lucha propagandística, no se desempolva. 

A Lenin lo respaldaban los alemanes, incluso se dice que cogió dinero de los Rotschild, pero visto lo visto, no satisfizo ni a unos ni a otros. Resumen de este circo: los servicios de inteligencia no se quedan en su casa tomándose tranquilamente el té cuando pueden descorchar champán en casa del vecino.

Debido a esa crisis sistémica del imperio ruso que echa sus raíces en el siglo XVI (tuvieron tiempo y tiempo de solucionarlo, pero la resistencia de las elites…), gran parte de la oficialidad del ejército imperial ruso organizó y lucho con el Ejército Rojo. Después, el 40% de las elites imperiales rusas participó en la puesta a punto de la Unión Soviética en su viaje hacia la modernidad, y aceptó la justicia social como base ideológica del estado y en consecuencia, vivir con la misma moderación que el pueblo obrero y campesino. No existía la posibilidad legal de enriquecerse y sí existía el terror político como medida de control.

De la misma manera que Iván el Terrible salió de una contradicción creando otra que acabó por estallar, Stalin veía que la concentración de los poderes político y económico en el Partido llevaba al surgimiento de una élite seducida por la posibilidad de consumir más de lo que le corresponde por rango, como en Rebelión en la Granja, de Orwell. Por eso en 1939, recién solucionadas las diferencias con los barones locales, Stalin propuso la división de poderes: el Partido se dedicaría a la ideología (determinar los objetivos de la sociedad) y la formación de cuadros y el consejo de ministros, al sector productivo y organizativo. Pero la II Guerra Mundial y la recuperación económica aplazaron esta reforma hasta 1952. En 1953 muere Stalin y sus partidarios, Gregorio Malenkov y Lavrenti Beria, cayeron en desgracia.

El siguiente Primer Secretario del PC de la URSS, Nikita Krushchev, se alejó del modelo económico y político de estalinismo, pero no perdió de vista la amenazante y creciente contradicción del aparato de poder, una parte del cual luchaba por deshacerse de las estrecheces soviéticas y codearse de tú a tú con sus colegas accidentales, perdón, occidentales. Por eso Krushchev  dividió el Partido en dos secciones: urbano-industrial y rural-agrícola, así él mismo podría presentarse como árbitro entre ambos poderes. Una de sus tantas estupideces, la que le costó el puesto.

Los 60s fueron años de grandes sueños en todo el mundo y la Unión Soviética no fue una excepción: la conquista del cosmos, del bienestar y de la confianza en un futuro de progreso tecnológico y científico que nos llevarían a otro modelo de sociedad. Se estuvo a punto de organizar la economía a través del OGAS o Sistema nacional Automatizado de Contabilidad y Procesamiento de la Información. Sin embargo, el equipo de Krushchev había comenzado a exportar petróleo y desechó el OGAS en favor de la introducción de medidas de liberación económica. Esa decisión favoreció el control de partidas presupuestarias por parte de los sectores liberales del partido, que ya entonces se dedicaban a desacreditar la economía planificada. 

No hagamos una lectura absoluta de estas dinámicas. La Unión Soviética fue hasta su final el estado que extendió la justicia social por el mundo: se enfrentó con éxito a la sexta flota de EE. UU. para liberar a Bangladés, dejo 55 muertos en la guerra de liberación de Angola y se batió contra el yijadismo en Afganistán. Pero al mismo tiempo, parte de las élites acumulaban dinero en el Banco Popular de Moscú en Londres para hacer “frente al sistema financiero en su propio terreno”, decían.

Quizá la crisis del petróleo del 1973 sea un reflejo de ello, en la que los dos mayores exportadores y benefeciarios de la escalada de precios, la URSS y EE. UU., no detuvieron el leitmotiv de la crisis: la guerra del Yom Kipur. Un cambio cualitativo importante respecto a la crisis del Canal de Suez de 1956, cuando Eisenhower frenó a ingleses y franceses diciendo que no iba a apoyar a los viejos imperios coloniales y Krushchev manifiesta su intención de no intervenir en favor de Egipto, pero que “a lo mejor aparecen por ahí un par de divisiones de voluntarios soviéticos”.

Llegamos a unos años 70 en los que las cosas se hacen por mecánica, la clase dirigente soviética ya no mira al futuro, sino que resuelven los problemas del día a día. En unas circunstancias, el KGB debe recurrir al dinero para reclutar espías en el extranjero, mientras que antes miles de Ramones Mercaderes hacían cola para luchar por la causa.

Dentro de la Unión Soviética aparece la movilidad horizontal en la escala social, donde los hijos inútiles de la gerontocracia van pasando de un cargo a otro equivalente en otra rama de la administración, pero nunca descienden de categoría. 

En occidente las cosas también van a peor: los servicios de inteligencia comienzan a trabajar menos para los gobiernos y más para las grandes corporaciones. Por ejemplo, el agente del MI6 Robert Shetler-Jones, abrirá la decrépita Ucrania postsoviética a los tentáculos de los Rotschild y Rockefeller se hará con la provincia de Ivano-Frankovsk de dicho estado fallido. También en los 70s, las rentas del trabajo ceden terreno a las rentas del capital y se encogen los resortes que contienen al capitalismo: el estado, la sociedad civil y la educación.

Las élites capitalistas, renunciando a cualquier reforma que amenace sus privilegios, se esfuerzan por sortear la siguiente crisis de sobreproducción y subconsumo que promete ser la definitiva. La bolsa se hunde el lunes negro de 1987. “Solo un milagro podría salvarnos”, dijo Alan Greespan desde la presidencia de la Reserva Federal. Ese milagro fue la apertura de los mercados del bloque comunista. Las élites del este esperaban pasar sus privilegios de clase a sus hijos a través de la herencia, para eso necesitaban las privatizaciones. En parte les salió el tiro por la culata, porque los beneficiarios de esas privatizaciones fueron los agentes del hampa y la mafia, los interlocutores preferidos de nuestros banqueros. Así Gorvachov, uno de esos cerdos que se confunden con los hombres al final de la fábula de Orwell, tuvo que venderse como conferenciante y anunciador de pizza. 

Después de esto viene El orgasmo de la mantis religiosa, lo explica Andrey Fursov en su libro homónimo: el capitalismo ya muerto disfruta de sus últimos 20 años de expansión gracias al mercado cedido por el bloque comunista. Sin ninguna reforma estructural, la crisis vuelve en 2008 para quedarse.

Desde entonces hemos asistido al ascenso de otra élite ligado al sector de las nuevas tecnologías. Sin embargo, este grupo de programadores ha adoptado las formas de organización ya presentes, ha hecho de internet una herramienta de control y vigilancia y han posibilitado la aplicación de un estado de excepción durante la pandemia con medidas de seguimiento en tiempo real para las cuales no había tecnología en los años 80. Las resistencias a ese atropello al estado de derecho y las garantías jurídicas vigentes durante 200 años proceden de sectores tan marginales como variopintos y, basadas en reacciones viscerales, carentes de la más mínima base racional o científica, lo que dice mucho del grado de adoctrinamiento en el que se encuentra la sociedad civil. 

Esa misma situación hace que en España gane las elecciones JP Morgan, Bank of America, Credit Suisse y Deutsche Bank, quienes se encuentran tras los fondos buitres con intereses inmobiliarios.

Supongo que Cristina Lagarde, la directora del FMI, hablaba en 2012 en beneficio de éstos cuando manifestó el deseo de suprimir las fortunas de nueva creación y aislar a las regiones que se han beneficiado de la globalización y no deberían haberlo hecho ¿China? ¿Rusia? ¿La india?… Si se han beneficiado del progreso conjunto, no ha sido gracias a la caridad del FMI ni al modo que podrían haberlo con un sistema productivo racional: el crecimiento económico en Ucrania durante el periodo Yanukovich se manifestó en el aumento de la cifra de millonarios de 8000 a 20.000. En la Rusia capitalista, la reorganización de la economía por parte del equipo de Putin y la subida de los precios de las materias primas también disparó la cifra de superricos hasta 200.000. Solo ahora, con la fórmula 49%-51% de propiedad privada y estatal de las empresas estratégicas y la expulsión de empresas extractivas extranjeras, por primera vez desde 1991 se contrae la brecha entre ricos y pobres. 

Parece que para cierto colectivo, la guerra es un fenomeno natural de fin de ciclo económico y la manera de seguir disfruando de sus privilegios. De hecho, en 2018 en Santa Fe, Nuevo México, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, Departamento de Defensa) de EE. UU. organizó una conferencia a puerta cerrada con representantes de grandes corporaciones, líderes políticos (el escritot Yuval Noah Harari andaba por ahí) y agentes de inteligencia donde se discutían cual era el más viable de 4 posibles escenarios futuros. El ganador fue el que presentaba un pequeño porcentaje de la humanidad concentrado en enclaves ecológicamente limpios que acabaría por diferenciarse genéticamente de la gran mayoría, condenada a la contaminación y a comer harina de gusanos. No creo que consigan nada más que prolongar su desconcierto y el sufrimiento ajeno, porque estamos viendo que Rusia reparte ostias como panes y aún no hemos visto repartir a China.

El artículo recoge impresiones de las ponencias de Andrey Fursov: La URSS, un gran sistema (algunos fragmentos están subtitulados en el canal de youtube jabarbadi) y Sobre la conferencia a puerta cerrada en Santa Fe. 

A Eloy le acaban de publicar la novela Gen 2036, distopía en Piracés.

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