Los medios de comunicación corporativos son solo un instrumento y parte de la oposición política; el enfrentamiento real es entre el gran capital, que se opone a la democratización del país, y el Gobierno nacional. Las prácticas de varios periodistas han degradado la profesión. Hablan analistas
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino
La incisiva oposición que desde los medios corporativos de comunicación se ha hecho contra cualquier pensamiento político alternativo, se ha evidenciado más en los últimos años, en las dos candidaturas a la presidencia de Gustavo Petro: 2018 y 2022.
Ya no solo son los voceros del Establecimiento, sino que se han convertido en partidos políticos con una clara militancia. Así lo demuestra su abierta defensa del statu quo, el respaldo a las propuestas de los partidos políticos tradicionales, sus ataques a las reformas propuestas por el Gobierno, la descalificación de las ideas políticas diferentes, el bullying a políticos alternativos y a ministras y ministros y la defensa del modelo económico.
Los ataques y mentiras se circunscriben en una fórmula utilizada en Latinoamérica para tumbar gobiernos sin el uso de la fuerza. Por eso, el mismo presidente y politólogos hablan de la creación de condiciones para un golpe de Estado blando, o lawfare.
“Es decir, el uso político del aparato judicial para perseguir, encarcelar o inhabilitar a dirigentes de izquierda. Los casos más célebres de lawfare son el de Fernando Lugo, Rafael Correa, Dilma Rousseff, Lula Da Siva, Cristina Fernández y el propio Gustavo Petro cuando fue destituido de la Alcaldía de Bogotá”, como lo explicó en VOZ el politólogo Federico García.
Las libertades
Para entender mejor el fenómeno, VOZ habló con cuatro expertos. En primer lugar, el periodista y politólogo, creador y director de los diarios ADN y Mío, editor nocturno de la unidad investigativa de El Tiempo y profesor universitario, Fernando Millán, diferencia dos conceptos: la libertad de expresión y la libertad de prensa.
Explica que la libertad de expresión hace referencia al derecho de los individuos a expresarse libremente y la libertad de prensa está relacionada con la libertad de empresa periodística.
Ante el hecho de que los periodistas y la Fundación para la Libertad de Prensa, FLIP, digan que las aclaraciones o respuestas del presidente ante los ataques o las calumnias son agresiones a la libertad de prensa, Fernando Millán cree que el hecho pasa por los principios básicos del periodismo.
“Es equivocó que cuando el presidente responde, los periodistas digan que es un ataque contra su libertad de expresión o libertad de prensa. No, no es cierto. Los principios del periodismo implican rigor, y si no hay rigor, pues el periodista y el medio se exponen a denuncias por calumnia e injuria. La libertad de expresión para los periodistas no puede ser una licencia infinita de poder decir lo que quieran. Eso está pasando, la falta de rigor de los periodistas por el interés político de perjudicar la imagen del Gobierno y dicen lo que sea, y se inventan lo que sea”.
Crisis del periodismo
Ante la habilidad que tienen los periodistas para no decir directamente las falacias, sino a través de políticos o “analistas” que las expresan, Millán piensa que el hecho de que alguien lo diga no quiere decir que eso sea cierto. Asimismo, asegura que cuando la FLIP le dice al presidente que respete la libertad de prensa, hay una exageración porque eso es maniatar a los funcionarios públicos para defenderse de periodistas que están mintiendo.
“Creo que de parte de la FLIP ha faltado rectitud y cordura para llamarle la atención a los medios de comunicación y a los periodistas que están faltando a la ética. Porque lo que está pasando en Colombia es una fuerte crisis del periodismo, de los grandes medios, donde han incurrido en la falta de ética de manera aberrante, donde están poniendo de por medio una condición ideológica de oposición al Gobierno, sin argumentos”, señala Fernando Millán.
La bajeza o la degradación del oficio periodístico, ha llegado al nivel de equiparar un supuesto testigo anónimo en el caso de Laura Sarabia con el Watergate, porque había un testigo anónimo. Para Millán, la comparación muestra total ignorancia, “porque lo que hicieron Woodward y Bernstein, los dos periodistas de The Washington Post, fue investigar lo que se iba filtrando. Investigaron la filtración, y cuando tuvieron la certeza de que era cierto lo publicaron. Aquí es al revés, primero filtran la información y publican como cierto una filtración, ese es el mal periodismo investigativo”.
En palabras de Olga Behar, la comparación es una falta de respeto con los comunicadores estadounidenses.
Por su parte, Diego García, doctor en comunicación y profesor del programa de Periodismo y Opinión Pública de la Universidad del Rosario, asegura que el papel de la FLIP es objeto de cuestionamiento y de análisis, no obstante, “lo que uno esperaría del personaje que está en el cargo más importante del país es tener una mayor moderación de cómo se refiere a los medios y a los periodistas. Que esto venga del presidente, del Gobierno nacional tiene unas consecuencias”.
Posturas y ética
Según García, quien pierde con esta confrontación son las audiencias y la opinión pública, porque no ayuda a la credibilidad de ninguno.
“Pero, creo que algunos medios o marcas periodísticas, sobre todo pertenecientes a grupos económicos, se han convertido en actores políticos y si se quiere en mensajeros de una oposición frentera y radical al Gobierno, para lo cual están en su derecho porque son una empresa privada, tienen una agenda, tienen intereses políticos y económicos”.
Aclara que ese derecho no debe pasar las líneas de la ética ni de la mentira, o como se ha definido en las redes sociales, del ejercicio del periodismo basura.
Por su parte, Millán también piensa que es legítimo que un medio tenga una posición crítica frente al Estado, pero eso no da motivos para que se mienta o se manipule: “También nos han llevado al tema de que los medios son imparciales y objetivos, eso es carreta. Cualquier medio de comunicación responde a una postura ideológica, pero eso no puede ser un motivo para mentir y para engañar”.
En palabras de la periodista, escritora, y profesora universitaria, Olga Behar, la actitud de los medios con el Gobierno era esperable porque ya se había evidenciado desde las campañas electorales, en 2018 y en 2022: “Lo que pasa es que en Colombia hay un poder que se ha establecido durante más de 200 años, y la posibilidad de que llegara un Gobierno que desestabilizara el statu quo, fue algo contra lo que empezaron a luchar desde antes. Es una característica que ha tenido dos fases, la primera fue en los años 80 como producto de los Acuerdos de Paz durante el gobierno de Belisario Betancourt cuando se creó la Unión Patriótica”.
El segundo momento se dio con el saboteo al proceso de La Habana, “que terminó haciendo trizas la paz, como ellos mismos lo manifestaron, lo que se tradujo en una casi nula implementación del Acuerdo y en el asesinato de cientos de reincorporados.
“Uno ve todos estos antecedentes y empieza a entender por qué hay una guerra tan fuerte contra el gobierno de Petro, porque cumplir los sueños a través de la democracia es algo que no es aceptable para los dueños del gran capital en Colombia”.
Los dueños de los micrófonos
Para una mejor comprensión del problema, el investigador en medios de comunicación y doctor en educación, Ancízar Narváez, afirma que se requiere tener claro que, en términos de comunicación, se debe distinguir la cultura política y la cultura mediática.
“La cultura política es el conocimiento que se tiene sobre la forma como funcionan las relaciones de poder en la sociedad. Y, la mediática es la forma como se narra la sociedad en los medios. Entonces, como la cultura mediática es una cultura de narración hay que construir unos buenos y unos malos. Los periodistas se ponen en posición de buenos, o de víctimas de los malos y construyen todo el relato en torno a eso”.
Narváez recuerda que en la época del uribismo el relato de los malos estaba del lado de las protestas sociales, de la guerrilla y de los supuestos aliados del terrorismo, en donde estaba la izquierda. Que ahora, el lugar de los malos lo está ocupando el gobierno Petro porque reivindica las movilizaciones sociales, el Acuerdo de paz y las reformas que garantizan derechos.
Es claro que los periodistas no son más que asalariados, y como tal obedecen órdenes o responden a una línea editorial. Lo que hay que ver es quiénes les dan las órdenes o en función de qué ejercen su profesión.
En ese sentido, Millán comenta que los medios son empresas y en Colombia los grandes grupos económicos son los que tienen el poder sobre estas. “Semana y El País son de Gilinski, El Tiempo y todos sus medios son de Sarmiento y el equipo Ardila es el dueño de RCN”.
El profesor Narváez complementa que todo obedece a que en las sociedades capitalistas hay un bloque de poder y en Colombia, en este momento, es el sector financiero con el capital transnacional y los sectores latifundistas, que incluye a los narcos que se han apoderado de las tierras.
“El problema está en que ese mismo bloque de poder, que tiene los capitales dominantes es el mismo que tiene los medios de comunicación, entonces, la libertad de prensa depende de cuánto dinero tiene usted para comprar medios de comunicación”.
Explica que para los empresarios y banqueros propietarios de los medios hay que imaginar lo que significan reformas como la laboral. “Los dueños de esos mismos bancos son los dueños de los fondos de pensión, que son solo cuatro y tienen el 30% de la deuda del Gobierno. Entonces, les van a quitar una gran parte de su fuente. Los medios nunca van a decir que en la reforma la salud lo que hay en juego son 80 billones de pesos que cotizamos los colombianos, que se los quitan para pagarle directamente a clínicas y hospitales”.
La defensa de Petro
Ahora bien, ante los ataques, el profesor García piensa que el presidente Petro tiene derecho a defenderse, pero ha fallado en la manera de hacerlo porque debe considerar el cargo que tiene y las implicaciones en la opinión pública: “Debe utilizar los procedimientos judiciales para exigir rectificación. Cuando esto termina siendo un mensaje en redes sociales y en Twitter, pues deteriora mucho más a la opinión pública”.
Agrega que usar las redes sociales como un canal de información pública, es una tendencia mundial, “pero Twitter no es un canal de información pública, no es la esfera pública, no es un lugar del debate público. Es como jugar el juego de los medios y eso termina beneficiando más a los intereses y las intenciones de ellos que al proyecto político”.
Además, que a algunos medios y periodistas les falta autocrítica acerca de cómo cubren un gobierno de izquierda, ya que se sale de los esquemas a los que estaban acostumbrados, puesto que cubrían gobiernos afines a sus intereses, “y cuando llega un gobierno que se sale de su línea editorial, de su línea política se convierten en unos opositores descarados que nadie puede controvertir porque ya es una afrenta a la libertad de expresión”.
De la misma manera, la profesora Behar identifica que “el Gobierno ha dado papaya” por su inexperiencia, lo que no le da licencia para la “chambonada”. “Uno de los errores que se cometen es en el derecho a hablar, el derecho a decir las cosas. Pero el presidente Petro no mide sus palabras, algunos de sus ministros han dicho cosas desafortunadas, cosas poco reflexivas, que van más dentro del deseo, que dentro de lo que realmente pueden hacer”.
A los tribunales
Millán, como conocedor de los grandes medios por dentro, asevera que es muy difícil que estas narrativas no tengan recibo y alguna credibilidad en los inconscientes colectivos, porque generan caos: “Contrarrestarlo es algo difícil porque hay que recordar que los medios hacen parte de los aparatos ideológicos del Estado, como la educación y la religión, y lo que hacen es encausar una narrativa y una forma de ver la cultura de un territorio como quieren que lo veamos”.
Cree que faltan iniciativas desde la misma sociedad para crear medios de comunicación comunitarios, que respondan a las necesidades informativas de un grupo social, del barrio o la vereda.
Para García, desde el Gobierno hay que seguir usando los espacios públicos, los espacios en los canales del Estado, en las emisoras, los canales no tradicionales y los alternativos y comunitarios. Además, está de acuerdo con quienes proponen una democratización de los medios de comunicación y que haya más ofertas de televisión, radio y medios digitales.
La investigadora Olga Behar, pide al Gobierno nacional desescalar el lenguaje, lo que ve muy difícil por parte de los medios porque tienen una agenda. “De todas maneras si el Gobierno da ejemplo, estaríamos ganando terreno de manera muy eficaz”.
Para ella, también es exagerado que cuando Petro les responde a los medios en Twitter, digan que está atacando la libertad de prensa, sin embargo, cree que no es una táctica adecuada porque: “Sale algo en la revista Semana y esa tarde el presidente responde con una declaración; eso le da gasolina a Semana. Quienes creemos en la necesidad de hacer un pare en esta forma tan despiadada de calumniar y manipular con muy mal periodismo, sabemos que no se hará con el Twitter. Al presidente le falta un equipo de comunicación estratégica y un buen plan de medios. El Twitter ya se desgastó, eso no sirve para nada”.
Para la periodista, también puede haber salidas utilizando los artículos 220, 221 y 222 del Código Penal, referentes a injuria y calumnia, y que el presidente con un buen equipo jurídico personal, agote instancias nacionales, o si es el caso, internacionales porque se está afectando la gobernabilidad.