Estamos agradecidos a los amigos brasileños por darnos la oportunidad de abordar los temas geopolíticos. En este gesto, columbramos la aspiración de su presidencia a estimular la búsqueda del determinador común y las soluciones diplomáticas que permitirán crear unas condiciones favorables de paz para el desarrollo económico mutuamente beneficioso.
Cuando aunamos los esfuerzos, el mundo es capaz de mejorar, avanzar. El siglo XX jalonó un hito en la liberación de la humanidad de las ataduras colonialistas. Al parecer, hayamos vencido el bandidismo económico, la explotación del trabajo y las riquezas ajenas. Al aliviarse el clima durante la Guerra Fría, la URSS y EEUU lograron sentar las bases para contener los riesgos militares, vertebrar una estructura duradera de la seguridad estratégica, ante todo, en Europa. Lamentamos que aquellos éxitos estén prácticamente arruinados hoy.
Afronta con gran resistencia el proceso objetivo de la formación de un orden mundial multipolar que estriba en los países y las regiones autosuficientes. Por iniciativa de Occidente, se erosionan los pilares básicos de la comunicación internacional. Se ven socavadas las normas jurídicas universales, los principios de la Carta de la ONU, incluida la igualdad soberana entre Estados, la no injerencia en los asuntos interiores y la libre determinación de pueblos. La diplomacia, como el medio de solucionar discrepancias por vía negociada, está sacrificada a la lucha violenta, las guerras proxy, la confrontación total, la determinación a infligir al enemigo una derrota estratégica. Se aplican el doble rasero, la hipocresía, el engaño descarado. Acuérdense de cómo Occidente arremetió contra la entrevista del Presidente de Rusia, Vladímir Putin, con Tucker Carlson, en la que los interlocutores dilucidaron la verdad que las élites occidentales ocultan de sus votantes.
En vez de la estructura con la ONU en el centro, se promocionan alianzas limitadas, grupos cerrados, las “mejores prácticas” de trastienda, “fehacientes datos científicos”, “valores” seudodemocráticos. El mundo está dividido malintencionadamente en los suyos y los ajenos, el “jardín” bonito y la “jungla”. Según los criterios poco claros, los países se proclaman repentinamente “democracias”, y luego, “dictaduras”. Funcionan así en la práctica las notorias “reglas” que Occidente promueve para sustituir el Derecho Internacional. Nadie las ha visto con sus propios ojos, pero, a la sazón, el expresidente estadounidense, Barack Obama, dijo que dichos preceptos serían elaborados “sin Rusia y China”, es decir, solo entre los suyos que estuvieran comprometidos con sus denominados “valores”. Esta política radica en el neocolonialismo, el anhelo de conseguir la dominación en la política, la economía y las Humanidades bajo el amparo de consignas “lindas”.
El Occidente colectivo se aprovecha de cualesquier métodos para promocionar los objetivos propios. Ha olvidado sus promesas de no aproximar la OTAN a Rusia. Busca expandir la entidad a nivel global. Sabemos cómo se acaban las aventuras de la OTAN. Vamos a evocar las guerras en Serbia, Iraq, Libia, Afganistán, y la provocación de crisis en otras regiones. La Alianza tiene a sus espaldas decenas de miles de víctimas, ciudades y economías demolidas. Esta lista incluye represalias judiciales falsas, golpes de Estado, revoluciones de color. Se sometieron a represalias periodistas, artistas, deportistas, y huelga mencionar a políticos y empresarios. Occidente concibe métodos criminales encaminados a incautar activos soberanos y propiedad privada. Apuesta por las sanciones extraterritoriales, la discriminación económica, la competición deshonesta, las barreras “verdes”, el bloqueo de flujos eficientes de tecnologías e inversiones.
El cebo efímero es el compromiso de los donantes. El volumen prometido del 0,7% del PIB para países desarrollados se queda solo en papel, así como las inversiones anunciadas por Occidente en el desarrollo sostenible y el clima. Éstas sumas han sido sacrificadas para patrocinar con miles de millones la militarización de Ucrania e hinchar los presupuestos militares de los miembros de la OTAN. Se rompen las cadenas de suministros de energía y alimentos, lo que provoca hambre, pobreza y desigualdad. Con toda razón, la presidencia brasileña lo pone de relieve. Se intenta implantar los “chips” de control externo a los Gobiernos nacionales. El resultado es obvio. Los negocios estadounidenses se apoderaron de las tierras agrícolas en Ucrania, los ucranianos se convirtieron en “material fungible” y se envían por el régimen de Zelenski a morir a cambio de préstamos occidentales. En este telón de fondo, está deliberadamente subestimada la magnitud de la tragedia en Gaza, donde en menos de 5 meses murieron más civiles, niños y mujeres inclusive, que los representantes de ambos lados en Donbás durante 10 años tras el golpe de Estado anticonstitucional ocurrido en Kiev.
No creo que podamos encontrar en el G20 soluciones a los acumulados retos y amenazas a la seguridad global. Al mismo tiempo, nuestro foro de las economías mundiales líderes podría manifestar con claridad que el Grupo de los Veinte se niega a usar la “economía como arma” y la “guerra como inversión”. El foro podría demostrar nuestra intención de cooperar franca e igualmente en el ámbito económico-comercial. Es importante corroborar que los bancos y fondos globales tienen que financiar no los objetivos militaristas o los regímenes agresivos, sino los países necesitados en aras del desarrollo sostenible. Esto podría ser un aporte del G20, dentro de sus competencias, en la creación de las condiciones materiales para buscar vías de arreglar conflictos usando la diplomacia inclusiva y respetando el protagonismo del Consejo de Seguridad de la ONU, y no mediante formas de interacción y fórmulas cerradas que se basan en ultimatums.
El año pasado, en la Cumbre de los líderes en Nueva Delhi, aceptamos que las instituciones globales deberían consolidarse mediante el fortalecimiento de la voz de los países en desarrollo que representan la mayoría mundial. La Unión Africana se unió a nosotros. Opino que no debemos detenernos en lo conseguido y tenemos que atraer a las principales estructuras de integración de otras regiones del Sur global para que participen en nuestro trabajo a pie de igualdad.
El G20 podría también adherirse a las exigencias de asegurar una reforma justa del CS de la ONU. Confirmamos nuestro apoyo a las candidaturas de Brasil y la India, teniendo en cuenta que se garanticen también los intereses de países africanos.