Mi estimada Ana Bejarano, tengo todo el derecho humano de defenderme de la mentira y la calumnia. A veces se cree, que por ser de izquierda, puedo ser destruido ante la opinión pública con la falsedad, pues mal haría en enseñarle a la sociedad que congenio con esa práctica.
Hace unas décadas se asesinaba a las personas que pensaban diferente, hoy, con otras prácticas, se hace lo mismo.
A mi me correspondió asumir durante una década la denuncia de la gobernanza paramilitar y pocos, muy pocos, periodistas me acompañaron. Era riesgoso en verdad, pero había una realidad objetiva detrás que lo impedía: Quienes ordenaban el paramilitarismo eran gente de poder.
El gran Capital tiene periodismo, lo paga, tiene la mayoría de los medios, la gente trabajadora y humilde no. La perspectiva del gran capital, su visión sobre las pensiones, la salud, los grandes negocios con lo público se irradia masivamente, la visión desde la mujer trabajadora, desde la región excluida, desde la víctima del olvido, desde el viejo sin pensión no puede expresarse. Cuando los jóvenes quisieron expresar sus ilusiones y esperanzadoras fueron tratados «periodísticamente» como terroristas y criminales.
No soy tan injusto como para generalizar, la valentía ha existido y el periodismo de verdad también ha existido y siempre lo han perseguido y amordazado.
No me interesa un periodismo adocenado a mi gobierno, cuando el periodismo descubre hechos irregulares que yo no he visto, actúo de inmediato; pero cuando la calumnia se generaliza, al señalarme de prácticas antidemocráticas, sin ninguna prueba, como «las chuzadas» de las que fui yo mismo y mi familia víctima, o de inventarse «links» inexistentes para generar la imagen de un presidente corrupto, o una especie de tonto que nombra o desnombra por consejas, no.
El periodismo debe buscar siempre la verdad, por difícil que sea. Hoy, contrario a la verdad, se usa la mentira de manera generalizada, se ocultan fechas en titulares para endilgarle corrupción a este gobierno cuando es de otros, o, peor, para hacer propaganda política en favor de la extrema derecha. Los grupos neonazis parecieran dominar el relato mediático. Se les abre las puertas, se recogen sus mensajes en las redes solo porque atacan al presidente, sin un solo examen de verificación, olvidando que detrás de ellos siempre está Goebbels.
El Frankestein que arman juntando miedo, mentira e ignorancia, solo podría devolver a Colombia a la sangre. Ya el capital de un grupo esta puesto al servicio de este frankestein. No tiene el presidente porque quedarse en silencio.